Habla por el que no puede hablar, sal en defensa de los desvalidos. (Proverbios 31:8)

Es un mandamiento que no ha perdido su validez y que sigue siendo, por decirlo de alguna manera, de obligado cumplimiento para cualquier seguidor de Jesús. Tenemos, por tanto, la responsabilidad de discernir quiénes son en nuestro entorno aquellos que necesitan de nuestra voz. Si este breve pasaje no fuera suficientemente motivación, no olvidemos que el Señor en su Palabra se declara el defensor del huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero, es decir, de todos aquellos que son vulnerables. Este texto es una llamada a no desentendernos de los problemas, retos y necesidades de un mundo roto, sino más bien de parte de Dios tratar en la medida de nuestras posibilidades de paliarlos.


 Habla por el que no puede hablar, sal en defensa de los desvalidos. (Proverbios 31:8)

Es un mandamiento que no ha perdido su validez y que sigue siendo, por decirlo de alguna manera, de obligado cumplimiento para cualquier seguidor de Jesús. Tenemos, por tanto, la responsabilidad de discernir quiénes son en nuestro entorno aquellos que necesitan de nuestra voz. Si este breve pasaje no fuera suficientemente motivación, no olvidemos que el Señor en su Palabra se declara el defensor del huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero, es decir, de todos aquellos que son vulnerables. Este texto es una llamada a no desentendernos de los problemas, retos y necesidades de un mundo roto, sino más bien de parte de Dios tratar en la medida de nuestras posibilidades de paliarlos.


 Habla por el que no puede hablar, sal en defensa de los desvalidos. (Proverbios 31:8)

Es un mandamiento que no ha perdido su validez y que sigue siendo, por decirlo de alguna manera, de obligado cumplimiento para cualquier seguidor de Jesús. Tenemos, por tanto, la responsabilidad de discernir quiénes son en nuestro entorno aquellos que necesitan de nuestra voz. Si este breve pasaje no fuera suficientemente motivación, no olvidemos que el Señor en su Palabra se declara el defensor del huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero, es decir, de todos aquellos que son vulnerables. Este texto es una llamada a no desentendernos de los problemas, retos y necesidades de un mundo roto, sino más bien de parte de Dios tratar en la medida de nuestras posibilidades de paliarlos.