Pues habéis dicho que no merece la pena servir a Dios, que de nada os ha aprovechado cumplir sus mandatos y andar afligidos en presencia del Señor del Universo y que os parecen dichosos los soberbios, pues los que actúan con maldad no sólo prosperan, sino que ponen a prueba a Dios y quedan impunes. Esto es lo que comentaban entre sí los que honraban al Señor. (Malaquías 3:14-16)

Este pasaje refleja muy bien y con precisión lo que, en ocasiones, he sentido en mi propia experiencia. Veo, además, que no es una experiencia única. Asaf en el salmo 73 lo expresó en términos parecidos y Habacuc cuestionó el proceder del Señor.

Aveces, cuando uno sigue a Jesús, se siente como el tonto del grupo, el único que respeta las normas, que hace las cosas como deben de hacerse. El resto, como afirma el profeta, hacen lo que quieren, ponen a prueba al Señor y encima quedan impunes. Da la sensación de que o bien Dios no existe, o si existe no puede o no quiere hacer nada respecto a toda la injusticia, maldad y dolor que unos seres humanos infligen a otros. Encuentro razonable pues que aquellos que sirven al Señor piensen que tal vez no vale la pena y ¿realmente vale la pena? La respuesta la da el propio profeta y la veremos mañana, Dios mediante.

¿Te sientes o has sentido identificado con las palabras del profeta?