Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella la piedra del sepulcro. (Marcos 15:46)


Todo parecía haberse acabado con ese gesto simbólico de cerrar el sepulcro con una piedra de gran tamaño. Allí, dentro de la misma, se quedaron también todas las esperanzas que Jesús había traído a sus vidas. No es de extrañar que Pedro, junto con los otros que eran pescadores como él, volvieran a coger sus artes de pesca. Debió de ser duro tratar de sobreponerse al trauma y pensar en cómo iban a recuperar sus vidas después de la aventura fallida de Jesús.

Muchos podemos vivir en la desesperanza del sábado porque muchas de nuestras ilusiones y expectativas se han visto frustradas y Dios no aparece por ningún lado, no parece estar presente y no hay rastros de lo que lo vaya a estar. Solo queda soledad, dolor y sufrimiento. Nosotros tenemos una ventaja de la que carecían aquellos primeros discípulos. Somos conscientes que tras el sábado de desesperanza vendrá el domingo de resurrección. Pero ellos no. No creo que debamos avergonzarnos de experimentar, llamémosle, el "síndrome del sábado". Debemos reconocerlo, entender lo que estamos viviendo y sintiendo y hacer el esfuerzo emocional y espiritual de recordar que siempre, siempre, tras el sábado de desesperanza viene el domingo de resurrección.

 



Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella la piedra del sepulcro. (Marcos 15:46)


Todo parecía haberse acabado con ese gesto simbólico de cerrar el sepulcro con una piedra de gran tamaño. Allí, dentro de la misma, se quedaron también todas las esperanzas que Jesús había traído a sus vidas. No es de extrañar que Pedro, junto con los otros que eran pescadores como él, volvieran a coger sus artes de pesca. Debió de ser duro tratar de sobreponerse al trauma y pensar en cómo iban a recuperar sus vidas después de la aventura fallida de Jesús.

Muchos podemos vivir en la desesperanza del sábado porque muchas de nuestras ilusiones y expectativas se han visto frustradas y Dios no aparece por ningún lado, no parece estar presente y no hay rastros de lo que lo vaya a estar. Solo queda soledad, dolor y sufrimiento. Nosotros tenemos una ventaja de la que carecían aquellos primeros discípulos. Somos conscientes que tras el sábado de desesperanza vendrá el domingo de resurrección. Pero ellos no. No creo que debamos avergonzarnos de experimentar, llamémosle, el "síndrome del sábado". Debemos reconocerlo, entender lo que estamos viviendo y sintiendo y hacer el esfuerzo emocional y espiritual de recordar que siempre, siempre, tras el sábado de desesperanza viene el domingo de resurrección.

 



Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella la piedra del sepulcro. (Marcos 15:46)


Todo parecía haberse acabado con ese gesto simbólico de cerrar el sepulcro con una piedra de gran tamaño. Allí, dentro de la misma, se quedaron también todas las esperanzas que Jesús había traído a sus vidas. No es de extrañar que Pedro, junto con los otros que eran pescadores como él, volvieran a coger sus artes de pesca. Debió de ser duro tratar de sobreponerse al trauma y pensar en cómo iban a recuperar sus vidas después de la aventura fallida de Jesús.

Muchos podemos vivir en la desesperanza del sábado porque muchas de nuestras ilusiones y expectativas se han visto frustradas y Dios no aparece por ningún lado, no parece estar presente y no hay rastros de lo que lo vaya a estar. Solo queda soledad, dolor y sufrimiento. Nosotros tenemos una ventaja de la que carecían aquellos primeros discípulos. Somos conscientes que tras el sábado de desesperanza vendrá el domingo de resurrección. Pero ellos no. No creo que debamos avergonzarnos de experimentar, llamémosle, el "síndrome del sábado". Debemos reconocerlo, entender lo que estamos viviendo y sintiendo y hacer el esfuerzo emocional y espiritual de recordar que siempre, siempre, tras el sábado de desesperanza viene el domingo de resurrección.

 



Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella la piedra del sepulcro. (Marcos 15:46)


Todo parecía haberse acabado con ese gesto simbólico de cerrar el sepulcro con una piedra de gran tamaño. Allí, dentro de la misma, se quedaron también todas las esperanzas que Jesús había traído a sus vidas. No es de extrañar que Pedro, junto con los otros que eran pescadores como él, volvieran a coger sus artes de pesca. Debió de ser duro tratar de sobreponerse al trauma y pensar en cómo iban a recuperar sus vidas después de la aventura fallida de Jesús.

Muchos podemos vivir en la desesperanza del sábado porque muchas de nuestras ilusiones y expectativas se han visto frustradas y Dios no aparece por ningún lado, no parece estar presente y no hay rastros de lo que lo vaya a estar. Solo queda soledad, dolor y sufrimiento. Nosotros tenemos una ventaja de la que carecían aquellos primeros discípulos. Somos conscientes que tras el sábado de desesperanza vendrá el domingo de resurrección. Pero ellos no. No creo que debamos avergonzarnos de experimentar, llamémosle, el "síndrome del sábado". Debemos reconocerlo, entender lo que estamos viviendo y sintiendo y hacer el esfuerzo emocional y espiritual de recordar que siempre, siempre, tras el sábado de desesperanza viene el domingo de resurrección.