De modo semejante, también vosotros hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, habéis muerto a la ley. Sois, pues, libres para entregaros a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. (Romanos 7:4)


Después del final de la guerra de secesión en los Estados Unidos de América, los esclavos fueron manumitidos y declarados libres. Jurídicamente eran ciudadanos de pleno derecho, total y absolutamente libres, sin embargo, en la práctica, muchos de ellos siguieron viviendo como esclavos. Algunos porque no se enteraron de su nuevo estatus jurídico, otros porque tenían miedo de sus antiguos amos que seguían imponiendo su voluntad. Otros porque preferían una vida de esclavitud ya conocida a los retos y desafíos de la libertad.

La aplicación de este pasaje para nosotros puede ser muy similar. Jesús ha ganado la libertad con respecto al pecado para cada uno de nosotros ¡Somos libres! Ya no tenemos que seguir obedeciéndolo, podemos elegir a quién servimos y éste, por lógica, debería ser Jesús, nuestro Maestro y Señor. Sin embargo, puede darse el triste y paradójico caso que nosotros, sus seguidores, como pasó con los antiguos esclavos, no usemos esta libertad y sigamos viviendo bajo el yugo del pecado, obedeciéndolo libremente y poniéndonos a su servicio.


Eres libre, sin embargo ¿A quién obedeces, a quién sirves?



De modo semejante, también vosotros hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, habéis muerto a la ley. Sois, pues, libres para entregaros a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. (Romanos 7:4)


Después del final de la guerra de secesión en los Estados Unidos de América, los esclavos fueron manumitidos y declarados libres. Jurídicamente eran ciudadanos de pleno derecho, total y absolutamente libres, sin embargo, en la práctica, muchos de ellos siguieron viviendo como esclavos. Algunos porque no se enteraron de su nuevo estatus jurídico, otros porque tenían miedo de sus antiguos amos que seguían imponiendo su voluntad. Otros porque preferían una vida de esclavitud ya conocida a los retos y desafíos de la libertad.

La aplicación de este pasaje para nosotros puede ser muy similar. Jesús ha ganado la libertad con respecto al pecado para cada uno de nosotros ¡Somos libres! Ya no tenemos que seguir obedeciéndolo, podemos elegir a quién servimos y éste, por lógica, debería ser Jesús, nuestro Maestro y Señor. Sin embargo, puede darse el triste y paradójico caso que nosotros, sus seguidores, como pasó con los antiguos esclavos, no usemos esta libertad y sigamos viviendo bajo el yugo del pecado, obedeciéndolo libremente y poniéndonos a su servicio.


Eres libre, sin embargo ¿A quién obedeces, a quién sirves?