Y sucedió que mientras Labán estaba ausente esquilando sus ovejas, Raquel robó los ídolos familiares de su padre. (Génesis 31:19)


Todo el capítulo 30 y buena parte del 31 nos muestran una y otra vez el carácter disfuncional de todo el entorno de Jacob y Labán. A menudo tenemos la tendencia a leer los pasajes del Antiguo Testamento y sus personajes a la luz de nuestra experiencia contemporánea de la fe, incluso denominaciónal, como si el contexto y la situación fuera la misma ¡Nada más lejos de la realidad! La fe de aquellas personas, incluyendo Jacob y sus esposas distaba mucho de ser similar a la nuestra, su conocimiento del Señor era muy distinto, como lo era su comprensión de Él, su carácter, y el tipo de relación que tenían establecida con Dios. Su visión y entendimiento era sesgado e incompleto. Una de las cosas que sorprende de este pasaje es el robo por parte de Raquel de los dioses familiares y la implicación que ello tenía. No se trataba, únicamente, de llevarse unas estatuas, sino la implicación religiosa y espiritual que ello significaba. Aquellos dioses tenían la responsabilidad de proteger el hogar y la familia y hacerla prosperar, llevárselos garantizaba salud, protección y bienestar al margen del Señor.

Me doy cuenta cuán superficiales somos los seguidores de Jesús en relación con algunos temas, que acercamientos tan poco consistentes tenemos y que fe tan poco sólida. El tema de la idolatría es uno de ellos. Nos acercamos desde el simplismo de considerar que como nosotros no tenemos imágenes -a diferencia de otras confesiones religiosas- no practicamos y estamos exentos del tema de la idolatría, sin entender que, como muy bien decía Martín Lutero, el gran reformador alemán, un ídolo es cualquier cosa que ocupa el lugar central en nuestro corazón, puede ser el dinero, el poder, el trabajo, el estatus, el sexo, el placer y una lista tan larga como uno quiera elaborar. Me da la impresión que hacemos el seguimiento de Jesús llevando, como Raquel, ídolos de nuestro pasado, o bien hemos ido incorporándolos a lo largo del mismo. Ídolos que buscamos que cumplan en nuestra vida funciones que no creemos o no estamos seguros que el Señor lo haga y, consecuentemente, les damos un lugar central, pivotal en nuestra vida. El ídolo "exige" nuestra lealtad y devoción y a cambio promete lo que raramente puede dar y ofrecer, eso sí, habitualmente acaba esclavizándonos.


Haz una mirada crítica de tu vida ¿Qué posibles ídolos puede revelar? ¿Qué hacer al respecto?



Y sucedió que mientras Labán estaba ausente esquilando sus ovejas, Raquel robó los ídolos familiares de su padre. (Génesis 31:19)


Todo el capítulo 30 y buena parte del 31 nos muestran una y otra vez el carácter disfuncional de todo el entorno de Jacob y Labán. A menudo tenemos la tendencia a leer los pasajes del Antiguo Testamento y sus personajes a la luz de nuestra experiencia contemporánea de la fe, incluso denominaciónal, como si el contexto y la situación fuera la misma ¡Nada más lejos de la realidad! La fe de aquellas personas, incluyendo Jacob y sus esposas distaba mucho de ser similar a la nuestra, su conocimiento del Señor era muy distinto, como lo era su comprensión de Él, su carácter, y el tipo de relación que tenían establecida con Dios. Su visión y entendimiento era sesgado e incompleto. Una de las cosas que sorprende de este pasaje es el robo por parte de Raquel de los dioses familiares y la implicación que ello tenía. No se trataba, únicamente, de llevarse unas estatuas, sino la implicación religiosa y espiritual que ello significaba. Aquellos dioses tenían la responsabilidad de proteger el hogar y la familia y hacerla prosperar, llevárselos garantizaba salud, protección y bienestar al margen del Señor.

Me doy cuenta cuán superficiales somos los seguidores de Jesús en relación con algunos temas, que acercamientos tan poco consistentes tenemos y que fe tan poco sólida. El tema de la idolatría es uno de ellos. Nos acercamos desde el simplismo de considerar que como nosotros no tenemos imágenes -a diferencia de otras confesiones religiosas- no practicamos y estamos exentos del tema de la idolatría, sin entender que, como muy bien decía Martín Lutero, el gran reformador alemán, un ídolo es cualquier cosa que ocupa el lugar central en nuestro corazón, puede ser el dinero, el poder, el trabajo, el estatus, el sexo, el placer y una lista tan larga como uno quiera elaborar. Me da la impresión que hacemos el seguimiento de Jesús llevando, como Raquel, ídolos de nuestro pasado, o bien hemos ido incorporándolos a lo largo del mismo. Ídolos que buscamos que cumplan en nuestra vida funciones que no creemos o no estamos seguros que el Señor lo haga y, consecuentemente, les damos un lugar central, pivotal en nuestra vida. El ídolo "exige" nuestra lealtad y devoción y a cambio promete lo que raramente puede dar y ofrecer, eso sí, habitualmente acaba esclavizándonos.


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