Dime, Dios mío, ¿quién puede vivir en tu santuario? (Salmo 15:1)

Sin duda este salmo tiene una intención pedagógica. El salmista comienza con una pregunta retórica hacia el Señor de la cual no espera respuesta. Él mismo la sabe y sólo utiliza ese recursos literario para poder exponer los requisitos necesarios para podernos acercar a Dios. He leído estos requisitos una y otra vez; he tratado de encontrar alguna pauta que fuera diferente a la que a todas luces es visible. Algo oculto, alguna perla cultivada que pudiera usar para escribir estas líneas y que fuera, realmente, original.

Pareciere o pareciese (jiji) que al entrar en el santuario el portero nos fuera a preguntar por dos cosas muy concretas y específicas: el estado de mi corazón y de mis relaciones con mi prójimo. Porque todo el contenido del salmo puede englobarse en estas dos categorías, mi corazón y mi prójimo. Son, por tanto, dos buenos criterios para probar nuestra salud espiritual antes de acercarnos a la presencia del Señor. De hecho sería un buen hábito a incorporar en nuestra vida espiritual. Cada vez que nos acerquemos al Señor plantearnos si hemos pecado en nuestro corazón contra Dios, nosotros mismos y nuestro prójimo.


¿Cuál sería tu respuesta a estas preguntas?

 



Dime, Dios mío, ¿quién puede vivir en tu santuario? (Salmo 15:1)

Sin duda este salmo tiene una intención pedagógica. El salmista comienza con una pregunta retórica hacia el Señor de la cual no espera respuesta. Él mismo la sabe y sólo utiliza ese recursos literario para poder exponer los requisitos necesarios para podernos acercar a Dios. He leído estos requisitos una y otra vez; he tratado de encontrar alguna pauta que fuera diferente a la que a todas luces es visible. Algo oculto, alguna perla cultivada que pudiera usar para escribir estas líneas y que fuera, realmente, original.

Pareciere o pareciese (jiji) que al entrar en el santuario el portero nos fuera a preguntar por dos cosas muy concretas y específicas: el estado de mi corazón y de mis relaciones con mi prójimo. Porque todo el contenido del salmo puede englobarse en estas dos categorías, mi corazón y mi prójimo. Son, por tanto, dos buenos criterios para probar nuestra salud espiritual antes de acercarnos a la presencia del Señor. De hecho sería un buen hábito a incorporar en nuestra vida espiritual. Cada vez que nos acerquemos al Señor plantearnos si hemos pecado en nuestro corazón contra Dios, nosotros mismos y nuestro prójimo.


¿Cuál sería tu respuesta a estas preguntas?

 



Dime, Dios mío, ¿quién puede vivir en tu santuario? (Salmo 15:1)

Sin duda este salmo tiene una intención pedagógica. El salmista comienza con una pregunta retórica hacia el Señor de la cual no espera respuesta. Él mismo la sabe y sólo utiliza ese recursos literario para poder exponer los requisitos necesarios para podernos acercar a Dios. He leído estos requisitos una y otra vez; he tratado de encontrar alguna pauta que fuera diferente a la que a todas luces es visible. Algo oculto, alguna perla cultivada que pudiera usar para escribir estas líneas y que fuera, realmente, original.

Pareciere o pareciese (jiji) que al entrar en el santuario el portero nos fuera a preguntar por dos cosas muy concretas y específicas: el estado de mi corazón y de mis relaciones con mi prójimo. Porque todo el contenido del salmo puede englobarse en estas dos categorías, mi corazón y mi prójimo. Son, por tanto, dos buenos criterios para probar nuestra salud espiritual antes de acercarnos a la presencia del Señor. De hecho sería un buen hábito a incorporar en nuestra vida espiritual. Cada vez que nos acerquemos al Señor plantearnos si hemos pecado en nuestro corazón contra Dios, nosotros mismos y nuestro prójimo.


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