Entonces consultó al Señor [Saúl], pero el Señor no le respondió ni por los sueños, ni por las suertes ni por los profetas. (1 Samuel 28:6)


Ayer un avión de extinción de incendios rompió la línea de muy alta tensión que une España con la red europea. La consecuencia fue un millón y medio de personas que se quedaron sin electricidad en la hora de mayor calor en un mes de julio sofocante. Un simple cable roto y todo el poder eléctrico de Europa se bloqueó y no llegó a la península Ibérica. Afortunadamente, después de un breve tiempo que, sin duda, pareció eterno para aquellos que padecieron el apagón, el suministro fue restablecido.

El pecado no es problema en la vida de un seguidor de Jesús. El problema es el pecado no confesado, aquel en el cual persistimos, el que nos negamos a reconocer y, por tanto, actuar sobre él. Es el pecado que justificamos por las razones que sean. Este pecado, el no confesado, rompe nuestra relación con Dios y, consecuentemente, su poder deja de fluir en nosotros, estamos desconectados de la red y mientras no actuemos sobe ese pecado el poder no volverá a moverse en nosotros y a través nuestro. Vuelvo a insistir, el pecado no es el problema, es el no confesado el que supone un obstáculo y, además, un riesgo. Si confesamos nuestros pecados, afirma Juan en su primera carta, Él es fie y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

Es lo que veo en la vida de Saúl. El rey pecó y desobedeció al Señor, sin duda, pero sus pecados no fueron más graves que los de David. Estoy convencido que si Saúl hubiera reconocido su falta y la hubiera confesado hubiera sido perdonado porque Dios es perdonador. Pero, no tenemos evidencia de que lo hiciera, más aún, tenemos constancia de que persistió en su pecado y, por tanto, dejó de tener comunión con Dios y de tener acceso a su poder.

¿Hay pecado no confesado en tu vida? ¿Cómo está afectando a tu relación con el Señor? ¿Hay falta de poder en tu vida? Si te analizas ¿Hasta qué punto puede deberse a pecado no confesado?






 



Entonces consultó al Señor [Saúl], pero el Señor no le respondió ni por los sueños, ni por las suertes ni por los profetas. (1 Samuel 28:6)


Ayer un avión de extinción de incendios rompió la línea de muy alta tensión que une España con la red europea. La consecuencia fue un millón y medio de personas que se quedaron sin electricidad en la hora de mayor calor en un mes de julio sofocante. Un simple cable roto y todo el poder eléctrico de Europa se bloqueó y no llegó a la península Ibérica. Afortunadamente, después de un breve tiempo que, sin duda, pareció eterno para aquellos que padecieron el apagón, el suministro fue restablecido.

El pecado no es problema en la vida de un seguidor de Jesús. El problema es el pecado no confesado, aquel en el cual persistimos, el que nos negamos a reconocer y, por tanto, actuar sobre él. Es el pecado que justificamos por las razones que sean. Este pecado, el no confesado, rompe nuestra relación con Dios y, consecuentemente, su poder deja de fluir en nosotros, estamos desconectados de la red y mientras no actuemos sobe ese pecado el poder no volverá a moverse en nosotros y a través nuestro. Vuelvo a insistir, el pecado no es el problema, es el no confesado el que supone un obstáculo y, además, un riesgo. Si confesamos nuestros pecados, afirma Juan en su primera carta, Él es fie y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

Es lo que veo en la vida de Saúl. El rey pecó y desobedeció al Señor, sin duda, pero sus pecados no fueron más graves que los de David. Estoy convencido que si Saúl hubiera reconocido su falta y la hubiera confesado hubiera sido perdonado porque Dios es perdonador. Pero, no tenemos evidencia de que lo hiciera, más aún, tenemos constancia de que persistió en su pecado y, por tanto, dejó de tener comunión con Dios y de tener acceso a su poder.

¿Hay pecado no confesado en tu vida? ¿Cómo está afectando a tu relación con el Señor? ¿Hay falta de poder en tu vida? Si te analizas ¿Hasta qué punto puede deberse a pecado no confesado?






 



Entonces consultó al Señor [Saúl], pero el Señor no le respondió ni por los sueños, ni por las suertes ni por los profetas. (1 Samuel 28:6)


Ayer un avión de extinción de incendios rompió la línea de muy alta tensión que une España con la red europea. La consecuencia fue un millón y medio de personas que se quedaron sin electricidad en la hora de mayor calor en un mes de julio sofocante. Un simple cable roto y todo el poder eléctrico de Europa se bloqueó y no llegó a la península Ibérica. Afortunadamente, después de un breve tiempo que, sin duda, pareció eterno para aquellos que padecieron el apagón, el suministro fue restablecido.

El pecado no es problema en la vida de un seguidor de Jesús. El problema es el pecado no confesado, aquel en el cual persistimos, el que nos negamos a reconocer y, por tanto, actuar sobre él. Es el pecado que justificamos por las razones que sean. Este pecado, el no confesado, rompe nuestra relación con Dios y, consecuentemente, su poder deja de fluir en nosotros, estamos desconectados de la red y mientras no actuemos sobe ese pecado el poder no volverá a moverse en nosotros y a través nuestro. Vuelvo a insistir, el pecado no es el problema, es el no confesado el que supone un obstáculo y, además, un riesgo. Si confesamos nuestros pecados, afirma Juan en su primera carta, Él es fie y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

Es lo que veo en la vida de Saúl. El rey pecó y desobedeció al Señor, sin duda, pero sus pecados no fueron más graves que los de David. Estoy convencido que si Saúl hubiera reconocido su falta y la hubiera confesado hubiera sido perdonado porque Dios es perdonador. Pero, no tenemos evidencia de que lo hiciera, más aún, tenemos constancia de que persistió en su pecado y, por tanto, dejó de tener comunión con Dios y de tener acceso a su poder.

¿Hay pecado no confesado en tu vida? ¿Cómo está afectando a tu relación con el Señor? ¿Hay falta de poder en tu vida? Si te analizas ¿Hasta qué punto puede deberse a pecado no confesado?