Jesús se dirigió luego a la gente del pueblo y les contó esta parábola:
— Una vez, un hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y emprendió un largo viaje.  En el tiempo oportuno envió un criado a los labradores para que le entregaran la parte correspondiente del fruto de la viña. Pero los labradores lo golpearon y lo mandaron de vuelta con las manos vacías.  Volvió a enviarles otro criado, y ellos, después de golpearlo y llenarlo de injurias, lo despidieron también sin nada. Todavía les envió un tercer criado, y también a este lo maltrataron y lo echaron de allí.  Entonces el amo de la viña se dijo: “¿Qué más puedo hacer? Les enviaré a mi hijo, a mi hijo querido. Seguramente a él lo respetarán”.  Pero cuando los labradores lo vieron llegar, se dijeron unos a otros: “Este es el heredero. Matémoslo para que sea nuestra la herencia”.  Y, arrojándolo fuera de la viña, lo asesinaron. ¿Qué hará, pues, con ellos el amo de la viña?  Llegará, hará perecer a esos labradores y dará la viña a otros.
Los que escuchaban a Jesús dijeron:
— ¡Quiera Dios que eso no suceda! Pero Jesús, mirándolos fijamente, dijo:
— ¿Pues qué significa esto que dice la Escritura: La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra principal?
Todo el que caiga sobre esa piedra, se estrellará, y a quien la piedra le caiga encima, lo aplastará. Los maestros de la ley y los jefes de los sacerdotes comprendieron que Jesús se había referido a ellos con esta parábola. Por eso trataron de echarle mano en aquel mismo momento; pero tenían miedo del pueblo. (Lucas 20:9-19)

Esta parábola aparece narrada en los tres evangelios sinópticos y reflejaba una situación muy real en la Palestina de aquella época que padecía una gran inestabilidad política. Muchos propietarios de tierras las arrendaban y se iban a vivir a lugares más estables y seguros huyendo de los conflictos y peligros del campo. Se pactaban un arriendo que podía ser en especie, monetario o una mezcla de ambos y cuando llegaba el tiempo se enviaba a un representante para cobrar lo adeudado. 
Como tantas otras esta parábola tiene un mensaje para los primitivos oyentes y otro universal. Por el contexto sabemos que los destinatarios originales fueron los maestros de la ley y los sacerdotes. Jesús usó premeditadamente la viña que representaba a Israel como propiedad de Dios. No es difícil identificar a los representantes del propietario como los diferentes profetas que el Señor fue enviando a su pueblo. Finalmente, el hijo y heredero representa a Jesús y habla con claridad de su próxima muerte. El mensaje era claro y como nos dice el texto bíblico fue perfectamente entendido por los destinatarios.
Pero hay un mensaje más universal que es válido para todos nosotros los seguidores de Jesús y tiene que ver con los compromisos adquiridos con el Señor. Dios tiene expectativas muy claras con respecto a nosotros y haríamos muy bien en tomárnoslas de forma muy seria. Creo que las mismas podrían agruparse en dos grandes que abarcarían, al ser desarrolladas, al resto de las demás. La primera expectativa es que cada día nos parezcamos más a Jesús tanto en nuestra manera de pensar como en nuestra manera de vivir y actuar. Hemos sido salvados para que Cristo sea formado en nosotros. La segunda expectativa es que ayudemos a la construcción del Reino de Dios viviendo y actuando como agentes de restauración y reconciliación, haciendo nuestras las necesidades de este mundo roto. Una y otra vez por medio de sus siervos y su Palabra el Señor nos recuerda y exhorta al cumplimiento de nuestros compromisos con Él. Podemos actuar de forma coherente o, por el contrario, podemos ignorar sus peticiones y endurecer más y más nuestro corazón viviendo de forma autónoma e independiente del Padre. 
Sin embargo, como todos sabemos, llegará un día en que el propietario de la viña cansado de tanta indiferencia, hostilidad y rechazo llamará a cuentas a los labradores que han sido indignos de la tarea delegada y los compromisos adquiridos.

¿Qué tipo de labrador eres? ¿Cómo estás respondiendo al doble compromiso adquirido con el Señor?