El reino de los cielos puede compararse a diez muchachas que en una boda tomaron sendas lámparas de aceite y salieron a recibir al novio.  Cinco de aquellas muchachas eran descuidadas, y las otras cinco previsoras.  Y sucedió que las descuidadas llevaron sus lámparas, pero olvidaron tomar el aceite necesario.  En cambio, las previsoras, junto con las lámparas, llevaron también alcuzas de aceite.  Como el novio tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se durmieron.  Cuando a eso de la medianoche se oyó gritar: “¡Ya viene el novio! ¡Salid a recibirlo!”,  las diez muchachas se despertaron y comenzaron a preparar sus lámparas.  Las descuidadas, dirigiéndose a las previsoras, les dijeron: “Nuestras lámparas se están apagando. Dadnos un poco de vuestro aceite”.  Las previsoras les contestaron: “No podemos, porque entonces tampoco nosotras tendríamos bastante. Mejor es que acudáis a quienes lo venden y lo compréis”. Pero mientras estaban comprándolo, llegó el novio, y las que lo tenían todo a punto entraron con él a la fiesta nupcial, y luego la puerta se cerró.  Más tarde llegaron las otras muchachas y se pusieron a llamar: “¡Señor, señor, ábrenos!”. Pero él les contestó: “Os aseguro que no sé quiénes sois”. Estad, pues, muy atentos porque no sabéis ni el día ni la hora [de la venida del Hijo del hombre]. (Mateo  25:1-13)


Hasta hace bien poco en muchos lugares del medio oriente las bodas seguían el mismo exacto ritual descrito en la parábola de las muchachas descuidadas y las previsoras. Por tanto, la historia podía vívidamente ser seguida por los oyentes del Maestro. El novio era el personaje central de la celebración y su llegada era esperada con ansia porque marcaba el comienzo de la fiesta y la celebración. Sin embargo, en una época donde no existían teléfonos móviles ni fijos era totalmente imposible predecir cuándo el protagonista llegaría, especialmente si éste venía desde otra población. Ciertamente que la costumbre marcaba que un vocero precediera y anunciara la llegada del novio, pero de nuevo, si éste residía fuera de la aldea la llegada del precursor y el novio se sucedían con mucha rapidez. 

Por tanto, era preciso estar preparado para una llegada que nadie sabía ni podía predecir. No era extraño que las personas tuvieran que esperar horas y horas e incluso que el novio no hiciera su aparición hasta el día siguiente. Había dos razones para esa actitud vigilante. La primera porque no estar para recibir al novio era una actitud de deshonra y poco respeto hacia él. La segunda, porque inmediatamente la puerta se cerraba, comenzaba la celebración y quien no estaba ya no era admitido por más que insistiera e insistiera. 

La parábola tuvo una primera y directa interpretación para los oyentes judíos. Tanto tiempo esperando la llegada del Mesías anhelado y esperado y cuando llega, como dice el evangelio de Juan en su prólogo, estos no le recibieron. Consecuentemente la puerta se cerró y ellos quedaron fuera mientras los gentiles fueron invitados a la fiesta. La segunda interpretación es para nosotros, los seguidores de Jesús. Es una invitación a vivir de una forma atenta, alerta y vigilante. Martín Lutero, el conocido reformador protestante, afirmaba que debemos planificar como si el Señor fuera a tardar siglos en volver y vivir como si fuera a regresar mañana. ¿Cómo viviríamos el día de hoy si supiéramos que Jesús regresa mañana? ¿Qué cosas se volverían prioritarias y qué otras perderían su importancia? ¿Qué aspectos de nuestro carácter quisiéramos rectificar? Ciertamente nuestra vida cambiaría notablemente si viviéramos con esta actitud expectante. 

Finalmente esta parábola nos habla de las oportunidades pérdidas en la vida, esas que hemos dejado pasar y no hemos sabido aprovechar y que, lamentablemente, nunca más volverán. Nos habla de una mala mayordomía de nuestra vida. William Barclay en su comentario a esta parábola concluye con estas palabras: "Tenemos que estar siempre en una actitud vigilante para prevenir la pérdida de las oportunidades que nos permitan ganar las cosas que debiéramos tener y ser las personas que debiéramos ser". 


Como resultado de la lectura de esta parábola ¿Qué significaría para ti estar atento?