Dios mío, Tú me conoces muy bien; ¡Sabes todo acerca de mí! (Salmo 139:1)


Una de las grandes preocupaciones de la vida contemporánea es la pérdida de la privacidad. Las grandes compañías tecnológicas, como la que uso en estos momentos para transmitir mis pensamientos, almacenan y procesan infinidad de datos relacionados con nosotros. Cuándo y cuánto tiempo nos conectamos a la red, qué vemos o buscamos, desde dónde nos conectamos y un largo etcétera. Toda esa información es guardada, procesa y posteriormente vendida a terceros. El perfil de cómo somos, qué pensamos y cuáles son nuestras orientaciones sexuales, políticas y religiosas son cuidadosamente clasificadas. Seamos honestos, las leyes de privacidad no están hechas para los mortales simples como nosotros, sino para proteger los intereses de los grandes y poderosos. La verdad, da miedo qué se podrá llegar a hacer un día con esa información.

Bueno, pues según David, el Señor tiene un total conocimiento de todo lo que somos, sentimos y pensamos. Vale la pena leer este poema de forma tranquila y pensar en ello. Pero, a diferencia de las tecnológicas, este conocimiento es en beneficio nuestro. A mí no me asusta porque está en manos de alguien que, con amor eterno me ha amado. Alguien que busca mi bien y que, por tanto, ese conocimiento puede usarlo para bendecirme, para darme retroalimentación en mis puntos ciegos, hacer que pueda ser cada día más similar a Jesús.

Aprovechémoslo pues. Usemos la omnisciencia del Señor en nuestro favor. Pidamos retroalimentación, iluminación y comprensión de cómo somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Estemos abierto a que nos pueda guiar en el camino de la vida. Perder esa fuente de información es una necedad.

 



Dios mío, Tú me conoces muy bien; ¡Sabes todo acerca de mí! (Salmo 139:1)


Una de las grandes preocupaciones de la vida contemporánea es la pérdida de la privacidad. Las grandes compañías tecnológicas, como la que uso en estos momentos para transmitir mis pensamientos, almacenan y procesan infinidad de datos relacionados con nosotros. Cuándo y cuánto tiempo nos conectamos a la red, qué vemos o buscamos, desde dónde nos conectamos y un largo etcétera. Toda esa información es guardada, procesa y posteriormente vendida a terceros. El perfil de cómo somos, qué pensamos y cuáles son nuestras orientaciones sexuales, políticas y religiosas son cuidadosamente clasificadas. Seamos honestos, las leyes de privacidad no están hechas para los mortales simples como nosotros, sino para proteger los intereses de los grandes y poderosos. La verdad, da miedo qué se podrá llegar a hacer un día con esa información.

Bueno, pues según David, el Señor tiene un total conocimiento de todo lo que somos, sentimos y pensamos. Vale la pena leer este poema de forma tranquila y pensar en ello. Pero, a diferencia de las tecnológicas, este conocimiento es en beneficio nuestro. A mí no me asusta porque está en manos de alguien que, con amor eterno me ha amado. Alguien que busca mi bien y que, por tanto, ese conocimiento puede usarlo para bendecirme, para darme retroalimentación en mis puntos ciegos, hacer que pueda ser cada día más similar a Jesús.

Aprovechémoslo pues. Usemos la omnisciencia del Señor en nuestro favor. Pidamos retroalimentación, iluminación y comprensión de cómo somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Estemos abierto a que nos pueda guiar en el camino de la vida. Perder esa fuente de información es una necedad.

 



Dios mío, Tú me conoces muy bien; ¡Sabes todo acerca de mí! (Salmo 139:1)


Una de las grandes preocupaciones de la vida contemporánea es la pérdida de la privacidad. Las grandes compañías tecnológicas, como la que uso en estos momentos para transmitir mis pensamientos, almacenan y procesan infinidad de datos relacionados con nosotros. Cuándo y cuánto tiempo nos conectamos a la red, qué vemos o buscamos, desde dónde nos conectamos y un largo etcétera. Toda esa información es guardada, procesa y posteriormente vendida a terceros. El perfil de cómo somos, qué pensamos y cuáles son nuestras orientaciones sexuales, políticas y religiosas son cuidadosamente clasificadas. Seamos honestos, las leyes de privacidad no están hechas para los mortales simples como nosotros, sino para proteger los intereses de los grandes y poderosos. La verdad, da miedo qué se podrá llegar a hacer un día con esa información.

Bueno, pues según David, el Señor tiene un total conocimiento de todo lo que somos, sentimos y pensamos. Vale la pena leer este poema de forma tranquila y pensar en ello. Pero, a diferencia de las tecnológicas, este conocimiento es en beneficio nuestro. A mí no me asusta porque está en manos de alguien que, con amor eterno me ha amado. Alguien que busca mi bien y que, por tanto, ese conocimiento puede usarlo para bendecirme, para darme retroalimentación en mis puntos ciegos, hacer que pueda ser cada día más similar a Jesús.

Aprovechémoslo pues. Usemos la omnisciencia del Señor en nuestro favor. Pidamos retroalimentación, iluminación y comprensión de cómo somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Estemos abierto a que nos pueda guiar en el camino de la vida. Perder esa fuente de información es una necedad.