Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. (Salmo 51:16-17)


Dios afirma que quiere misericordia y no sacrificios. La misericordia va orientada y tiene como destinatario a nuestro prójimo, reaccionamos ante sus necesidades y nos movemos para poderlas paliar en la medida de nuestras posibilidades. Lo hacemos como individuos y como comunidad, porque entiendo que esta petición es extensiva a nuestra manera de operar como seguidores de Jesús en el mundo.

Pero en este salmo la dirección es vertical, hacia Dios. David vuelve a insistir en que el Señor no precisa ni espera los sacrificios -o su equivalente contemporáneo en nuestras iglesias-, sino más bien un corazón correcto ante Él. De hecho, todo se resume al cambio de nuestro corazón. El Señor ya afirmó que mientras nosotros miramos el exterior, Él mira en interior, el corazón. Lo evalúa, pesa, examina, pues al fin y al cabo, de él nacen nuestras conductas. 

En resumen, está muy bien toda la parafernalia religiosa, pero esa no es la primera exigencia del Padre, para quien lo que cuenta es el estado del corazón que lo produce. Al fin y al cabo, eso es la integridad, la consistencia entre lo de dentro y lo de fuera.

¿Cuál es el estado de tu corazón?

 


Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. (Salmo 51:16-17)


Dios afirma que quiere misericordia y no sacrificios. La misericordia va orientada y tiene como destinatario a nuestro prójimo, reaccionamos ante sus necesidades y nos movemos para poderlas paliar en la medida de nuestras posibilidades. Lo hacemos como individuos y como comunidad, porque entiendo que esta petición es extensiva a nuestra manera de operar como seguidores de Jesús en el mundo.

Pero en este salmo la dirección es vertical, hacia Dios. David vuelve a insistir en que el Señor no precisa ni espera los sacrificios -o su equivalente contemporáneo en nuestras iglesias-, sino más bien un corazón correcto ante Él. De hecho, todo se resume al cambio de nuestro corazón. El Señor ya afirmó que mientras nosotros miramos el exterior, Él mira en interior, el corazón. Lo evalúa, pesa, examina, pues al fin y al cabo, de él nacen nuestras conductas. 

En resumen, está muy bien toda la parafernalia religiosa, pero esa no es la primera exigencia del Padre, para quien lo que cuenta es el estado del corazón que lo produce. Al fin y al cabo, eso es la integridad, la consistencia entre lo de dentro y lo de fuera.

¿Cuál es el estado de tu corazón?

 


Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. (Salmo 51:16-17)


Dios afirma que quiere misericordia y no sacrificios. La misericordia va orientada y tiene como destinatario a nuestro prójimo, reaccionamos ante sus necesidades y nos movemos para poderlas paliar en la medida de nuestras posibilidades. Lo hacemos como individuos y como comunidad, porque entiendo que esta petición es extensiva a nuestra manera de operar como seguidores de Jesús en el mundo.

Pero en este salmo la dirección es vertical, hacia Dios. David vuelve a insistir en que el Señor no precisa ni espera los sacrificios -o su equivalente contemporáneo en nuestras iglesias-, sino más bien un corazón correcto ante Él. De hecho, todo se resume al cambio de nuestro corazón. El Señor ya afirmó que mientras nosotros miramos el exterior, Él mira en interior, el corazón. Lo evalúa, pesa, examina, pues al fin y al cabo, de él nacen nuestras conductas. 

En resumen, está muy bien toda la parafernalia religiosa, pero esa no es la primera exigencia del Padre, para quien lo que cuenta es el estado del corazón que lo produce. Al fin y al cabo, eso es la integridad, la consistencia entre lo de dentro y lo de fuera.

¿Cuál es el estado de tu corazón?