Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo, y nadie puede poner otro distinto. (1 Corintios 3:13)

En mi adolescencia trabajé como ayudante de arquitecto. Algo que aprendí al escucharle hablar con sus ayudantes más experimentados, clientes y obreros de la construcción, fue la importancia de los cimientos. Las obras que diseñaba eran, en ocasiones, muy lindas pero, todo y que aquello era importante, no era, en absoluto, esencial, era superfluo. Lo verdaderamente importante, a lo que mi jefe dedicaba horas y horas era al cálculo de los cimientos, pues era consciente de que toda la estabilidad de la construcción y de sus eventuales usuarios dependencia de los cimientos, curiosamente la única parte del edificio que nunca se ve.

La aplicación para el ministerio es clara. La estabilidad de nuestro trabajo y, por tanto, la seguridad y la bendición para los involucrados en el mismo no dependerá de lo externo, superfluo o estético -a lo que no le quito valor, solo lo relativizo- dependerá de cuán firmemente establecido esté en Jesús, es decir, responda a quién es Él, su carácter, su visión de amor y gracia por el mundo y cuán fielmente nosotros en nuestra vida y hacer reflejemos eso.

¿Cuál es tu cimiento?

 


Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo, y nadie puede poner otro distinto. (1 Corintios 3:13)

En mi adolescencia trabajé como ayudante de arquitecto. Algo que aprendí al escucharle hablar con sus ayudantes más experimentados, clientes y obreros de la construcción, fue la importancia de los cimientos. Las obras que diseñaba eran, en ocasiones, muy lindas pero, todo y que aquello era importante, no era, en absoluto, esencial, era superfluo. Lo verdaderamente importante, a lo que mi jefe dedicaba horas y horas era al cálculo de los cimientos, pues era consciente de que toda la estabilidad de la construcción y de sus eventuales usuarios dependencia de los cimientos, curiosamente la única parte del edificio que nunca se ve.

La aplicación para el ministerio es clara. La estabilidad de nuestro trabajo y, por tanto, la seguridad y la bendición para los involucrados en el mismo no dependerá de lo externo, superfluo o estético -a lo que no le quito valor, solo lo relativizo- dependerá de cuán firmemente establecido esté en Jesús, es decir, responda a quién es Él, su carácter, su visión de amor y gracia por el mundo y cuán fielmente nosotros en nuestra vida y hacer reflejemos eso.

¿Cuál es tu cimiento?

 


Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo, y nadie puede poner otro distinto. (1 Corintios 3:13)

En mi adolescencia trabajé como ayudante de arquitecto. Algo que aprendí al escucharle hablar con sus ayudantes más experimentados, clientes y obreros de la construcción, fue la importancia de los cimientos. Las obras que diseñaba eran, en ocasiones, muy lindas pero, todo y que aquello era importante, no era, en absoluto, esencial, era superfluo. Lo verdaderamente importante, a lo que mi jefe dedicaba horas y horas era al cálculo de los cimientos, pues era consciente de que toda la estabilidad de la construcción y de sus eventuales usuarios dependencia de los cimientos, curiosamente la única parte del edificio que nunca se ve.

La aplicación para el ministerio es clara. La estabilidad de nuestro trabajo y, por tanto, la seguridad y la bendición para los involucrados en el mismo no dependerá de lo externo, superfluo o estético -a lo que no le quito valor, solo lo relativizo- dependerá de cuán firmemente establecido esté en Jesús, es decir, responda a quién es Él, su carácter, su visión de amor y gracia por el mundo y cuán fielmente nosotros en nuestra vida y hacer reflejemos eso.

¿Cuál es tu cimiento?