Ahora vemos confusamente, como por medio de un espejo; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco solo de forma limitada; entonces conoceré del todo como Dios mismo me conoce. (1 Corintios 13: 12)


Imagina por un momento que te encuentras parado en la plaza más grande que conoces, puede ser de tu país o de otro que hayas visitado. Sigue imaginando que hay otra persona, también parada, pero mirando en la dirección opuesta. La plaza es tan grande que ninguno de los dos podéis abarcarla en la totalidad desde vuestra posición. Hay muchos puntos ciegos, muchas partes de la misma que es imposible percibirlos desde donde estáis. Hay mucha más plaza de la que estáis viendo. Al mismo tiempo, lo que cada uno ve es cierto e innegable, pero no es la totalidad. Si cada uno tuviera que reportar a una tercera persona cómo es la plaza, sus descripciones serían aparentemente contradictorias pero, en realidad, serían complementarias porque cada uno ve la realidad desde donde está parado.

Pablo está diciendo que nuestro conocimiento de las cosas de Dios es confuso y limitado. Repito, confuso y limitado, no erróneo. Pero es importante aceptar y reconocer que aunque mi perspectiva del Señor y la vida cristiana puede ser correcta, hay mucho más de lo que yo puedo ver y percibir. Lo que conozco y entiendo del Padre puede ser acertado pero no total. Hay mucho más Dios de lo que cualquier de nosotros puede percibir y abarcar.

No existe, por tanto, ningún sistema teológico, doctrinal o denominacional que agote a Dios, la comprensión de la vida cristiana, la espiritualidad y etcétera tan largo como quieras. Consecuentemente, esto nos debe llevar a dos actitudes muy importantes: en primer lugar, una humildad muy grande de reconocer nuestra confusión y limitación con respecto a Dios y sus cosas. En segundo lugar, un gran respeto al que ve cosas diferentes de las que yo veo porque está parado en un lugar diferente y su visión es complementaria con la misma.


¿Cómo manejas la disensión y las visiones opuestas a lo que tú crees?






 



Ahora vemos confusamente, como por medio de un espejo; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco solo de forma limitada; entonces conoceré del todo como Dios mismo me conoce. (1 Corintios 13: 12)


Imagina por un momento que te encuentras parado en la plaza más grande que conoces, puede ser de tu país o de otro que hayas visitado. Sigue imaginando que hay otra persona, también parada, pero mirando en la dirección opuesta. La plaza es tan grande que ninguno de los dos podéis abarcarla en la totalidad desde vuestra posición. Hay muchos puntos ciegos, muchas partes de la misma que es imposible percibirlos desde donde estáis. Hay mucha más plaza de la que estáis viendo. Al mismo tiempo, lo que cada uno ve es cierto e innegable, pero no es la totalidad. Si cada uno tuviera que reportar a una tercera persona cómo es la plaza, sus descripciones serían aparentemente contradictorias pero, en realidad, serían complementarias porque cada uno ve la realidad desde donde está parado.

Pablo está diciendo que nuestro conocimiento de las cosas de Dios es confuso y limitado. Repito, confuso y limitado, no erróneo. Pero es importante aceptar y reconocer que aunque mi perspectiva del Señor y la vida cristiana puede ser correcta, hay mucho más de lo que yo puedo ver y percibir. Lo que conozco y entiendo del Padre puede ser acertado pero no total. Hay mucho más Dios de lo que cualquier de nosotros puede percibir y abarcar.

No existe, por tanto, ningún sistema teológico, doctrinal o denominacional que agote a Dios, la comprensión de la vida cristiana, la espiritualidad y etcétera tan largo como quieras. Consecuentemente, esto nos debe llevar a dos actitudes muy importantes: en primer lugar, una humildad muy grande de reconocer nuestra confusión y limitación con respecto a Dios y sus cosas. En segundo lugar, un gran respeto al que ve cosas diferentes de las que yo veo porque está parado en un lugar diferente y su visión es complementaria con la misma.


¿Cómo manejas la disensión y las visiones opuestas a lo que tú crees?






 



Ahora vemos confusamente, como por medio de un espejo; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco solo de forma limitada; entonces conoceré del todo como Dios mismo me conoce. (1 Corintios 13: 12)


Imagina por un momento que te encuentras parado en la plaza más grande que conoces, puede ser de tu país o de otro que hayas visitado. Sigue imaginando que hay otra persona, también parada, pero mirando en la dirección opuesta. La plaza es tan grande que ninguno de los dos podéis abarcarla en la totalidad desde vuestra posición. Hay muchos puntos ciegos, muchas partes de la misma que es imposible percibirlos desde donde estáis. Hay mucha más plaza de la que estáis viendo. Al mismo tiempo, lo que cada uno ve es cierto e innegable, pero no es la totalidad. Si cada uno tuviera que reportar a una tercera persona cómo es la plaza, sus descripciones serían aparentemente contradictorias pero, en realidad, serían complementarias porque cada uno ve la realidad desde donde está parado.

Pablo está diciendo que nuestro conocimiento de las cosas de Dios es confuso y limitado. Repito, confuso y limitado, no erróneo. Pero es importante aceptar y reconocer que aunque mi perspectiva del Señor y la vida cristiana puede ser correcta, hay mucho más de lo que yo puedo ver y percibir. Lo que conozco y entiendo del Padre puede ser acertado pero no total. Hay mucho más Dios de lo que cualquier de nosotros puede percibir y abarcar.

No existe, por tanto, ningún sistema teológico, doctrinal o denominacional que agote a Dios, la comprensión de la vida cristiana, la espiritualidad y etcétera tan largo como quieras. Consecuentemente, esto nos debe llevar a dos actitudes muy importantes: en primer lugar, una humildad muy grande de reconocer nuestra confusión y limitación con respecto a Dios y sus cosas. En segundo lugar, un gran respeto al que ve cosas diferentes de las que yo veo porque está parado en un lugar diferente y su visión es complementaria con la misma.


¿Cómo manejas la disensión y las visiones opuestas a lo que tú crees?