Asimismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuál es el sentir de ese Espíritu que intercede por los creyentes de acuerdo con su divina voluntad. (Romanos 8:2 y 27)


Es bien cierto que, a menudo, yo no sé qué me conviene pedir. Dada mi falta de perspectiva en muchos temas me he dado cuenta con el paso del tiempo, que aquello que pedía realmente no me convenía ¡Qué bien que el Señor en su gracia y misericordia no me lo concedió! porque hubiera sido una catástrofe debido a las consecuencias física, emocionales, espirituales o relaciones que de haberlo obtenido hubiera experimentando. No creo que sea algo de lo cual avergonzarse, simplemente es el resultado natural de nuestra limitad capacidad de comprender y entender las cosas.

Es por eso que encuentro muy valioso esta enseñanza del apóstol Pablo y que la he incorporado en mi vida personal de oración. Me he visto a mí mismo, y seguro que me seguiré viendo en el futuro, hablando con el Señor y diciéndole que no tengo claridad acerca de cómo pedir en una determinada situación. Me falta, como indicaba antes, esa perspectiva necesaria para poder precisar, pero he tenido la paz, esperanza y seguridad que el Espíritu, que conoce lo más profundo de mi ser y la voluntad del Señor, unirá ambas cosas por medio de su intercesión directa al Padre de esa forma misteriosa que yo no soy capaz de entender y, para ser honestos, tampoco la necesito para vivirla. De forma práctica, al menos en mi experiencia, suena así: Querido Espíritu Santo, Tú que conoces mi situación, mi incapacidad para tener una visión y perspectiva clara y, a la vez, conoces la voluntad del Padre; intercede por mí de esa forma sabia y precisa que Tú únicamente sabes.


¿Cómo puede este pasaje ayudarte en tu vida de oración? ¿Qué situaciones estás experimentando hoy mismo en las cuales podrías aplicarlo?



Asimismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuál es el sentir de ese Espíritu que intercede por los creyentes de acuerdo con su divina voluntad. (Romanos 8:2 y 27)


Es bien cierto que, a menudo, yo no sé qué me conviene pedir. Dada mi falta de perspectiva en muchos temas me he dado cuenta con el paso del tiempo, que aquello que pedía realmente no me convenía ¡Qué bien que el Señor en su gracia y misericordia no me lo concedió! porque hubiera sido una catástrofe debido a las consecuencias física, emocionales, espirituales o relaciones que de haberlo obtenido hubiera experimentando. No creo que sea algo de lo cual avergonzarse, simplemente es el resultado natural de nuestra limitad capacidad de comprender y entender las cosas.

Es por eso que encuentro muy valioso esta enseñanza del apóstol Pablo y que la he incorporado en mi vida personal de oración. Me he visto a mí mismo, y seguro que me seguiré viendo en el futuro, hablando con el Señor y diciéndole que no tengo claridad acerca de cómo pedir en una determinada situación. Me falta, como indicaba antes, esa perspectiva necesaria para poder precisar, pero he tenido la paz, esperanza y seguridad que el Espíritu, que conoce lo más profundo de mi ser y la voluntad del Señor, unirá ambas cosas por medio de su intercesión directa al Padre de esa forma misteriosa que yo no soy capaz de entender y, para ser honestos, tampoco la necesito para vivirla. De forma práctica, al menos en mi experiencia, suena así: Querido Espíritu Santo, Tú que conoces mi situación, mi incapacidad para tener una visión y perspectiva clara y, a la vez, conoces la voluntad del Padre; intercede por mí de esa forma sabia y precisa que Tú únicamente sabes.


¿Cómo puede este pasaje ayudarte en tu vida de oración? ¿Qué situaciones estás experimentando hoy mismo en las cuales podrías aplicarlo?



Asimismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuál es el sentir de ese Espíritu que intercede por los creyentes de acuerdo con su divina voluntad. (Romanos 8:2 y 27)


Es bien cierto que, a menudo, yo no sé qué me conviene pedir. Dada mi falta de perspectiva en muchos temas me he dado cuenta con el paso del tiempo, que aquello que pedía realmente no me convenía ¡Qué bien que el Señor en su gracia y misericordia no me lo concedió! porque hubiera sido una catástrofe debido a las consecuencias física, emocionales, espirituales o relaciones que de haberlo obtenido hubiera experimentando. No creo que sea algo de lo cual avergonzarse, simplemente es el resultado natural de nuestra limitad capacidad de comprender y entender las cosas.

Es por eso que encuentro muy valioso esta enseñanza del apóstol Pablo y que la he incorporado en mi vida personal de oración. Me he visto a mí mismo, y seguro que me seguiré viendo en el futuro, hablando con el Señor y diciéndole que no tengo claridad acerca de cómo pedir en una determinada situación. Me falta, como indicaba antes, esa perspectiva necesaria para poder precisar, pero he tenido la paz, esperanza y seguridad que el Espíritu, que conoce lo más profundo de mi ser y la voluntad del Señor, unirá ambas cosas por medio de su intercesión directa al Padre de esa forma misteriosa que yo no soy capaz de entender y, para ser honestos, tampoco la necesito para vivirla. De forma práctica, al menos en mi experiencia, suena así: Querido Espíritu Santo, Tú que conoces mi situación, mi incapacidad para tener una visión y perspectiva clara y, a la vez, conoces la voluntad del Padre; intercede por mí de esa forma sabia y precisa que Tú únicamente sabes.


¿Cómo puede este pasaje ayudarte en tu vida de oración? ¿Qué situaciones estás experimentando hoy mismo en las cuales podrías aplicarlo?