Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse afligido y angustiado; entonces les dijo: — Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Se adelantó unos pasos más y, postrándose rostro en tierra, oró así: — Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. (Mateo 26:37-39)

¡Qué sorprendente es este pasaje! Vale la pena ver cómo Jesús reacciona en un momento de crisis, probablemente la más grande que nunca en su corta vida tuvo que afrontar.  En primer lugar, el Maestro se muestra vulnerable. Vale la pena observar las emociones tan profundas que experimentó en aquellos momentos -aflicción, angustia, tristeza de muerte-. Los autores de los evangelios no las ocultan; no parecen avergonzarse de mostrar a un Jesús emocionalmente necesitado y, una vez más insisto, vulnerable. En segundo lugar, el Maestro comparte todas sus emociones con el Señor, las vuelca con Él. El Padre siempre es una válvula de escape saludable para nuestro caos emocional. Ante Él no es preciso avergonzarse ni tratar de mostrarse políticamente correcto. Pero esto, aunque importante, en el caso de Jesús no pareció ser suficiente. Necesito la presencia cercana de sus amigos y poder explicarles también a ellos cómo se sentía. No se avergonzó de compartir su tensión emocional con ellos.
¿Qué nos enseña esto en los tiempos del COVID 19? Que no debemos estar avergonzados de nuestras emociones. Que Dios siempre es un oído amable y que no juzga para poder descargarnos, ventilarnos con Él. Que todos necesitamos amigos cercanos que nos oigan, que no nos juzguen por lo que sentimos, que nos permitan ser vulnerables.

¿Cómo manejas en tu vida estas tres realidades?



Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse afligido y angustiado; entonces les dijo: — Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Se adelantó unos pasos más y, postrándose rostro en tierra, oró así: — Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. (Mateo 26:37-39)

¡Qué sorprendente es este pasaje! Vale la pena ver cómo Jesús reacciona en un momento de crisis, probablemente la más grande que nunca en su corta vida tuvo que afrontar.  En primer lugar, el Maestro se muestra vulnerable. Vale la pena observar las emociones tan profundas que experimentó en aquellos momentos -aflicción, angustia, tristeza de muerte-. Los autores de los evangelios no las ocultan; no parecen avergonzarse de mostrar a un Jesús emocionalmente necesitado y, una vez más insisto, vulnerable. En segundo lugar, el Maestro comparte todas sus emociones con el Señor, las vuelca con Él. El Padre siempre es una válvula de escape saludable para nuestro caos emocional. Ante Él no es preciso avergonzarse ni tratar de mostrarse políticamente correcto. Pero esto, aunque importante, en el caso de Jesús no pareció ser suficiente. Necesito la presencia cercana de sus amigos y poder explicarles también a ellos cómo se sentía. No se avergonzó de compartir su tensión emocional con ellos.
¿Qué nos enseña esto en los tiempos del COVID 19? Que no debemos estar avergonzados de nuestras emociones. Que Dios siempre es un oído amable y que no juzga para poder descargarnos, ventilarnos con Él. Que todos necesitamos amigos cercanos que nos oigan, que no nos juzguen por lo que sentimos, que nos permitan ser vulnerables.

¿Cómo manejas en tu vida estas tres realidades?



Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse afligido y angustiado; entonces les dijo: — Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Se adelantó unos pasos más y, postrándose rostro en tierra, oró así: — Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. (Mateo 26:37-39)

¡Qué sorprendente es este pasaje! Vale la pena ver cómo Jesús reacciona en un momento de crisis, probablemente la más grande que nunca en su corta vida tuvo que afrontar.  En primer lugar, el Maestro se muestra vulnerable. Vale la pena observar las emociones tan profundas que experimentó en aquellos momentos -aflicción, angustia, tristeza de muerte-. Los autores de los evangelios no las ocultan; no parecen avergonzarse de mostrar a un Jesús emocionalmente necesitado y, una vez más insisto, vulnerable. En segundo lugar, el Maestro comparte todas sus emociones con el Señor, las vuelca con Él. El Padre siempre es una válvula de escape saludable para nuestro caos emocional. Ante Él no es preciso avergonzarse ni tratar de mostrarse políticamente correcto. Pero esto, aunque importante, en el caso de Jesús no pareció ser suficiente. Necesito la presencia cercana de sus amigos y poder explicarles también a ellos cómo se sentía. No se avergonzó de compartir su tensión emocional con ellos.
¿Qué nos enseña esto en los tiempos del COVID 19? Que no debemos estar avergonzados de nuestras emociones. Que Dios siempre es un oído amable y que no juzga para poder descargarnos, ventilarnos con Él. Que todos necesitamos amigos cercanos que nos oigan, que no nos juzguen por lo que sentimos, que nos permitan ser vulnerables.

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