Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Estás lejos mi salvación y son mis palabras un gemido. Dios mío, te llamo de día y no respondes, de noche y no encuentro descanso... No te separes de mí, que la angustia está cerca y no hay quien me ayude. (Salmos 22: 2-3 y 12)

Estos días las redes están llenas de mensajes de triunfo, victoria y optimismo. Todo va a ir bien, saldremos de esta, unidos venceremos al virus, esto nos hará más fuertes y bla, bla, bla. Los gobiernos nos envían de forma constante ese mensaje ¿Qué otra cosa podrían hacer? Incluso las grandes compañías, oportunistas como siempre se unen a la compaña del optimismo y de paso lavan la cara a su imagen púbica. De golpe se han vuelto solidarias, comprensivas, hasta humanas. 

Pero me pregunto si al que sufre y lo está pasando mal física, emocional y espiritualmente, esos mensajes no le resultan ofensivos y pareciera como si le estuvieran privando del derecho a su sufrimiento, le quitaran legitimidad a sus estados emocionales, e incluso añadieran más carga -la de no ser lo suficientemente espiritual- a la que ya de por sí la persona está experimentando.

Por eso hoy he escogido este pasaje, porque hay muchas personas que lo están pasando mal, muy mal. Porque tienen el derecho a experimentar lo que están experimentando, porque nadie debe privarles de esa catarsis emocional tan importante y necesaria para sanar. Así se sintió Jesús en la cruz. Hay un tiempo para sentir el dolor y el sufrimiento y para exteriorizarlo a fin de poder sanarlo. Lo que me enseña el salmista es que con nuestra humanidad y realidad podemos acercarnos honestamente ante el Señor y "vomitar" todas nuestras emociones en Él, quien entiende, las asume, las recoge, nos entiende, no nos desprecia y nos ayudará a sanar.


No te lo guardes, dáselo.



Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Estás lejos mi salvación y son mis palabras un gemido. Dios mío, te llamo de día y no respondes, de noche y no encuentro descanso... No te separes de mí, que la angustia está cerca y no hay quien me ayude. (Salmos 22: 2-3 y 12)

Estos días las redes están llenas de mensajes de triunfo, victoria y optimismo. Todo va a ir bien, saldremos de esta, unidos venceremos al virus, esto nos hará más fuertes y bla, bla, bla. Los gobiernos nos envían de forma constante ese mensaje ¿Qué otra cosa podrían hacer? Incluso las grandes compañías, oportunistas como siempre se unen a la compaña del optimismo y de paso lavan la cara a su imagen púbica. De golpe se han vuelto solidarias, comprensivas, hasta humanas. 

Pero me pregunto si al que sufre y lo está pasando mal física, emocional y espiritualmente, esos mensajes no le resultan ofensivos y pareciera como si le estuvieran privando del derecho a su sufrimiento, le quitaran legitimidad a sus estados emocionales, e incluso añadieran más carga -la de no ser lo suficientemente espiritual- a la que ya de por sí la persona está experimentando.

Por eso hoy he escogido este pasaje, porque hay muchas personas que lo están pasando mal, muy mal. Porque tienen el derecho a experimentar lo que están experimentando, porque nadie debe privarles de esa catarsis emocional tan importante y necesaria para sanar. Así se sintió Jesús en la cruz. Hay un tiempo para sentir el dolor y el sufrimiento y para exteriorizarlo a fin de poder sanarlo. Lo que me enseña el salmista es que con nuestra humanidad y realidad podemos acercarnos honestamente ante el Señor y "vomitar" todas nuestras emociones en Él, quien entiende, las asume, las recoge, nos entiende, no nos desprecia y nos ayudará a sanar.


No te lo guardes, dáselo.



Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Estás lejos mi salvación y son mis palabras un gemido. Dios mío, te llamo de día y no respondes, de noche y no encuentro descanso... No te separes de mí, que la angustia está cerca y no hay quien me ayude. (Salmos 22: 2-3 y 12)

Estos días las redes están llenas de mensajes de triunfo, victoria y optimismo. Todo va a ir bien, saldremos de esta, unidos venceremos al virus, esto nos hará más fuertes y bla, bla, bla. Los gobiernos nos envían de forma constante ese mensaje ¿Qué otra cosa podrían hacer? Incluso las grandes compañías, oportunistas como siempre se unen a la compaña del optimismo y de paso lavan la cara a su imagen púbica. De golpe se han vuelto solidarias, comprensivas, hasta humanas. 

Pero me pregunto si al que sufre y lo está pasando mal física, emocional y espiritualmente, esos mensajes no le resultan ofensivos y pareciera como si le estuvieran privando del derecho a su sufrimiento, le quitaran legitimidad a sus estados emocionales, e incluso añadieran más carga -la de no ser lo suficientemente espiritual- a la que ya de por sí la persona está experimentando.

Por eso hoy he escogido este pasaje, porque hay muchas personas que lo están pasando mal, muy mal. Porque tienen el derecho a experimentar lo que están experimentando, porque nadie debe privarles de esa catarsis emocional tan importante y necesaria para sanar. Así se sintió Jesús en la cruz. Hay un tiempo para sentir el dolor y el sufrimiento y para exteriorizarlo a fin de poder sanarlo. Lo que me enseña el salmista es que con nuestra humanidad y realidad podemos acercarnos honestamente ante el Señor y "vomitar" todas nuestras emociones en Él, quien entiende, las asume, las recoge, nos entiende, no nos desprecia y nos ayudará a sanar.


No te lo guardes, dáselo.