Dios de mi abuelo Abrahán y de mi padre Isaac: Señor que me dijiste Regresa a tu tierra natal, donde están tus parientes, que yo te haré prosperar. Yo no merezco el amor y la fidelidad que has tenido con este siervo tuyo. Cuando crucé este río Jordán, no tenía más que mi bastón; pero ahora puedo formar dos campamentos. (Génesis 32:11)


Al leer este pasaje me parece observar un cambio en la forma de comprender a Dios que tiene Jacob. Personalmente la veo muy diferente de la actitud en Betel donde parecía que el patriarca le estuviera haciendo un favor a Señor y todo se basaba en una relación contractual, tú serás mi Dios si tú me das lo que preciso. Bueno, esta puede ser la actitud de muchos de nosotros, sin embargo, ese no es el tema del momento. Aquí, por primera vez, aparece en su vida el concepto de la gracia, el reconocimiento que aquello que tenemos y la relación que podemos desarrollar con el Señor, no está basada en nuestros méritos y merecimientos, antes bien, en la total y absoluta falta de ellos. Jacob claramente lo verbaliza al afirmar que "no merezco el amor y la fidelidad del Señor". El patriarca es consciente de que todo lo bueno que ha recibido en su vida "dos campamentos", el origen divino de todo ello y la carencia del mérito en él para justificar lo obtenido.

Para mí no es nada difícil el mirarme en el espejo de Jacob y sentirme total, plena, absolutamente identificado. Me paro, miro hacia el pasado, contemplo mi presente y, juntamente con el patriarca, sólo puedo exclamar: "yo no merezco tu amor y fidelidad". Antes al contrario, cuanto más me conozco a mí mismo, cuanto más tiempo pasa en mi caminar con el Señor y en mi seguimiento de Él, más conciencia tengo de que todo, absolutamente todo, es debido única y exclusivamente a su gracia. El Señor no me debe nada, no está en deuda conmigo por ningún concepto, consecuentemente todas sus bendiciones son totalmente producto de su amor y fidelidad inmerecida por mi parte, es decir, a su gracia. Pienso que es higiénico y saludable mental y espiritualmente cada cierto tiempo pararnos y recordar esa simple y sencilla frase "yo no merezco". Creo que nos ayudará a desarrollar un saludable concepto de nosotros mismos, un aprecio hacia lo que el Señor ha hecho por nosotros y una actitud de gratitud hacia Él.


Y tú ¿Qué mereces?






Dios de mi abuelo Abrahán y de mi padre Isaac: Señor que me dijiste Regresa a tu tierra natal, donde están tus parientes, que yo te haré prosperar. Yo no merezco el amor y la fidelidad que has tenido con este siervo tuyo. Cuando crucé este río Jordán, no tenía más que mi bastón; pero ahora puedo formar dos campamentos. (Génesis 32:11)


Al leer este pasaje me parece observar un cambio en la forma de comprender a Dios que tiene Jacob. Personalmente la veo muy diferente de la actitud en Betel donde parecía que el patriarca le estuviera haciendo un favor a Señor y todo se basaba en una relación contractual, tú serás mi Dios si tú me das lo que preciso. Bueno, esta puede ser la actitud de muchos de nosotros, sin embargo, ese no es el tema del momento. Aquí, por primera vez, aparece en su vida el concepto de la gracia, el reconocimiento que aquello que tenemos y la relación que podemos desarrollar con el Señor, no está basada en nuestros méritos y merecimientos, antes bien, en la total y absoluta falta de ellos. Jacob claramente lo verbaliza al afirmar que "no merezco el amor y la fidelidad del Señor". El patriarca es consciente de que todo lo bueno que ha recibido en su vida "dos campamentos", el origen divino de todo ello y la carencia del mérito en él para justificar lo obtenido.

Para mí no es nada difícil el mirarme en el espejo de Jacob y sentirme total, plena, absolutamente identificado. Me paro, miro hacia el pasado, contemplo mi presente y, juntamente con el patriarca, sólo puedo exclamar: "yo no merezco tu amor y fidelidad". Antes al contrario, cuanto más me conozco a mí mismo, cuanto más tiempo pasa en mi caminar con el Señor y en mi seguimiento de Él, más conciencia tengo de que todo, absolutamente todo, es debido única y exclusivamente a su gracia. El Señor no me debe nada, no está en deuda conmigo por ningún concepto, consecuentemente todas sus bendiciones son totalmente producto de su amor y fidelidad inmerecida por mi parte, es decir, a su gracia. Pienso que es higiénico y saludable mental y espiritualmente cada cierto tiempo pararnos y recordar esa simple y sencilla frase "yo no merezco". Creo que nos ayudará a desarrollar un saludable concepto de nosotros mismos, un aprecio hacia lo que el Señor ha hecho por nosotros y una actitud de gratitud hacia Él.


Y tú ¿Qué mereces?






Dios de mi abuelo Abrahán y de mi padre Isaac: Señor que me dijiste Regresa a tu tierra natal, donde están tus parientes, que yo te haré prosperar. Yo no merezco el amor y la fidelidad que has tenido con este siervo tuyo. Cuando crucé este río Jordán, no tenía más que mi bastón; pero ahora puedo formar dos campamentos. (Génesis 32:11)


Al leer este pasaje me parece observar un cambio en la forma de comprender a Dios que tiene Jacob. Personalmente la veo muy diferente de la actitud en Betel donde parecía que el patriarca le estuviera haciendo un favor a Señor y todo se basaba en una relación contractual, tú serás mi Dios si tú me das lo que preciso. Bueno, esta puede ser la actitud de muchos de nosotros, sin embargo, ese no es el tema del momento. Aquí, por primera vez, aparece en su vida el concepto de la gracia, el reconocimiento que aquello que tenemos y la relación que podemos desarrollar con el Señor, no está basada en nuestros méritos y merecimientos, antes bien, en la total y absoluta falta de ellos. Jacob claramente lo verbaliza al afirmar que "no merezco el amor y la fidelidad del Señor". El patriarca es consciente de que todo lo bueno que ha recibido en su vida "dos campamentos", el origen divino de todo ello y la carencia del mérito en él para justificar lo obtenido.

Para mí no es nada difícil el mirarme en el espejo de Jacob y sentirme total, plena, absolutamente identificado. Me paro, miro hacia el pasado, contemplo mi presente y, juntamente con el patriarca, sólo puedo exclamar: "yo no merezco tu amor y fidelidad". Antes al contrario, cuanto más me conozco a mí mismo, cuanto más tiempo pasa en mi caminar con el Señor y en mi seguimiento de Él, más conciencia tengo de que todo, absolutamente todo, es debido única y exclusivamente a su gracia. El Señor no me debe nada, no está en deuda conmigo por ningún concepto, consecuentemente todas sus bendiciones son totalmente producto de su amor y fidelidad inmerecida por mi parte, es decir, a su gracia. Pienso que es higiénico y saludable mental y espiritualmente cada cierto tiempo pararnos y recordar esa simple y sencilla frase "yo no merezco". Creo que nos ayudará a desarrollar un saludable concepto de nosotros mismos, un aprecio hacia lo que el Señor ha hecho por nosotros y una actitud de gratitud hacia Él.


Y tú ¿Qué mereces?