Estoy en calma, estoy tranquilo, como un niño en el regazo de su madre, como un niño, así estoy yo. (Salmos 131:2)


Tengo el privilegio de pasar tiempo con mi dos pequeños nietos. Los momentos más dulces son, sin duda, cuando ellos quedan dormidos en mis brazos. Ese total abandono, el dormir en paz y tranquilidad porque sabe, en el caso del mayor, e intuye, en el caso del más pequeño, que están cuidados, protegidos, a salvo en el regazo de alguien que les ama inmensa y profundamente. Hoy meditaba en este pasaje y venía a mi mente la imagen de una leona protegiendo a sus cachorros, dispuesta a matar para protegerlos, imponente ofreciéndoles protección ante cualquiera que cometiera la estupidez de acercarse.

Así es nuestra vida con el Señor. Pablo afirmó que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Él es el Padre amoroso que tiene el deseo de agarrarnos en sus brazos y darnos la paz, la tranquilidad, el reposo que necesitan nuestras mentes y corazones, cansados de esta pandemia que, tal vez no nos mate, pero no nos deja vivir, nos desgasta a todos los niveles. Dos cosas nos puede sostener, una saber que Dios nos espera con los brazos abiertos y la actitud de la madre. Otra, tomar la decisión de correr hacia Él con nuestros miedos, ansiedades, preocupaciones, cargas, etc.

 



Estoy en calma, estoy tranquilo, como un niño en el regazo de su madre, como un niño, así estoy yo. (Salmos 131:2)


Tengo el privilegio de pasar tiempo con mi dos pequeños nietos. Los momentos más dulces son, sin duda, cuando ellos quedan dormidos en mis brazos. Ese total abandono, el dormir en paz y tranquilidad porque sabe, en el caso del mayor, e intuye, en el caso del más pequeño, que están cuidados, protegidos, a salvo en el regazo de alguien que les ama inmensa y profundamente. Hoy meditaba en este pasaje y venía a mi mente la imagen de una leona protegiendo a sus cachorros, dispuesta a matar para protegerlos, imponente ofreciéndoles protección ante cualquiera que cometiera la estupidez de acercarse.

Así es nuestra vida con el Señor. Pablo afirmó que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Él es el Padre amoroso que tiene el deseo de agarrarnos en sus brazos y darnos la paz, la tranquilidad, el reposo que necesitan nuestras mentes y corazones, cansados de esta pandemia que, tal vez no nos mate, pero no nos deja vivir, nos desgasta a todos los niveles. Dos cosas nos puede sostener, una saber que Dios nos espera con los brazos abiertos y la actitud de la madre. Otra, tomar la decisión de correr hacia Él con nuestros miedos, ansiedades, preocupaciones, cargas, etc.

 



Estoy en calma, estoy tranquilo, como un niño en el regazo de su madre, como un niño, así estoy yo. (Salmos 131:2)


Tengo el privilegio de pasar tiempo con mi dos pequeños nietos. Los momentos más dulces son, sin duda, cuando ellos quedan dormidos en mis brazos. Ese total abandono, el dormir en paz y tranquilidad porque sabe, en el caso del mayor, e intuye, en el caso del más pequeño, que están cuidados, protegidos, a salvo en el regazo de alguien que les ama inmensa y profundamente. Hoy meditaba en este pasaje y venía a mi mente la imagen de una leona protegiendo a sus cachorros, dispuesta a matar para protegerlos, imponente ofreciéndoles protección ante cualquiera que cometiera la estupidez de acercarse.

Así es nuestra vida con el Señor. Pablo afirmó que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Él es el Padre amoroso que tiene el deseo de agarrarnos en sus brazos y darnos la paz, la tranquilidad, el reposo que necesitan nuestras mentes y corazones, cansados de esta pandemia que, tal vez no nos mate, pero no nos deja vivir, nos desgasta a todos los niveles. Dos cosas nos puede sostener, una saber que Dios nos espera con los brazos abiertos y la actitud de la madre. Otra, tomar la decisión de correr hacia Él con nuestros miedos, ansiedades, preocupaciones, cargas, etc.

 



Estoy en calma, estoy tranquilo, como un niño en el regazo de su madre, como un niño, así estoy yo. (Salmos 131:2)


Tengo el privilegio de pasar tiempo con mi dos pequeños nietos. Los momentos más dulces son, sin duda, cuando ellos quedan dormidos en mis brazos. Ese total abandono, el dormir en paz y tranquilidad porque sabe, en el caso del mayor, e intuye, en el caso del más pequeño, que están cuidados, protegidos, a salvo en el regazo de alguien que les ama inmensa y profundamente. Hoy meditaba en este pasaje y venía a mi mente la imagen de una leona protegiendo a sus cachorros, dispuesta a matar para protegerlos, imponente ofreciéndoles protección ante cualquiera que cometiera la estupidez de acercarse.

Así es nuestra vida con el Señor. Pablo afirmó que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Él es el Padre amoroso que tiene el deseo de agarrarnos en sus brazos y darnos la paz, la tranquilidad, el reposo que necesitan nuestras mentes y corazones, cansados de esta pandemia que, tal vez no nos mate, pero no nos deja vivir, nos desgasta a todos los niveles. Dos cosas nos puede sostener, una saber que Dios nos espera con los brazos abiertos y la actitud de la madre. Otra, tomar la decisión de correr hacia Él con nuestros miedos, ansiedades, preocupaciones, cargas, etc.