Todo el que bebe de este agua volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que ese agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna. (Juan 4:1-26)

Aquí podemos ver un contraste claro entre el agua que viene del exterior para calmar la sed; agua que debe ser tomada una vez tras otra porque la necesidad vuelve a aparecer, y el agua que nace desde nuestro interior que la calma de manera definitiva.

Es evidente que el Maestro no esta hablando de agua ni sed material; se está refiriendo a la sed de sentido y significado que todos los seres humanos tenemos. Una sed que cada uno trata de calmarla como buenamente puede, sabe y le dejan. Una sed que inteligentemente es explotada por nuestra sociedad que, como bien sabemos, genera esperanzas y expectativas que no puede satisfacer. 

La mujer de Samaria intentó satisfacerla por medio de la relación de intimidad con los hombres (yo no apoyo la idea de que era una prostituta) esa sed de sentido para su vida. Fue de relación en relación ¡Seis hasta el momento del encuentro con Jesús! y, por razones que desconocemos, ninguna de ellas fue satisfactoria. ¿fue maltratada, abusada, abandonada porque envejecía? No tenemos datos para afirmar, solo especular; lo cierto es que volvía a tener sed y siempre intentaba calmarla con el agua equivocada.

Puede que no haya mucha diferencia entre nosotros y aquella mujer. Incluso es posible que nuestra situación sea peor que la suya, ya que, aunque conocemos a Jesús seguimos buscando satisfacer nuestra sed de sentido y significado en aquellas agua de las que hay que bebe una y otra vez. Las preferimos, por la razón que sea, a ese agua que produce vida eterna en nuestro interior.

Ves más allá de la respuesta religiosa, empalagosa y teórica ¿Dónde tratas de calmar tu sed?



 



Todo el que bebe de este agua volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que ese agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna. (Juan 4:1-26)

Aquí podemos ver un contraste claro entre el agua que viene del exterior para calmar la sed; agua que debe ser tomada una vez tras otra porque la necesidad vuelve a aparecer, y el agua que nace desde nuestro interior que la calma de manera definitiva.

Es evidente que el Maestro no esta hablando de agua ni sed material; se está refiriendo a la sed de sentido y significado que todos los seres humanos tenemos. Una sed que cada uno trata de calmarla como buenamente puede, sabe y le dejan. Una sed que inteligentemente es explotada por nuestra sociedad que, como bien sabemos, genera esperanzas y expectativas que no puede satisfacer. 

La mujer de Samaria intentó satisfacerla por medio de la relación de intimidad con los hombres (yo no apoyo la idea de que era una prostituta) esa sed de sentido para su vida. Fue de relación en relación ¡Seis hasta el momento del encuentro con Jesús! y, por razones que desconocemos, ninguna de ellas fue satisfactoria. ¿fue maltratada, abusada, abandonada porque envejecía? No tenemos datos para afirmar, solo especular; lo cierto es que volvía a tener sed y siempre intentaba calmarla con el agua equivocada.

Puede que no haya mucha diferencia entre nosotros y aquella mujer. Incluso es posible que nuestra situación sea peor que la suya, ya que, aunque conocemos a Jesús seguimos buscando satisfacer nuestra sed de sentido y significado en aquellas agua de las que hay que bebe una y otra vez. Las preferimos, por la razón que sea, a ese agua que produce vida eterna en nuestro interior.

Ves más allá de la respuesta religiosa, empalagosa y teórica ¿Dónde tratas de calmar tu sed?



 



Todo el que bebe de este agua volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que ese agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna. (Juan 4:1-26)

Aquí podemos ver un contraste claro entre el agua que viene del exterior para calmar la sed; agua que debe ser tomada una vez tras otra porque la necesidad vuelve a aparecer, y el agua que nace desde nuestro interior que la calma de manera definitiva.

Es evidente que el Maestro no esta hablando de agua ni sed material; se está refiriendo a la sed de sentido y significado que todos los seres humanos tenemos. Una sed que cada uno trata de calmarla como buenamente puede, sabe y le dejan. Una sed que inteligentemente es explotada por nuestra sociedad que, como bien sabemos, genera esperanzas y expectativas que no puede satisfacer. 

La mujer de Samaria intentó satisfacerla por medio de la relación de intimidad con los hombres (yo no apoyo la idea de que era una prostituta) esa sed de sentido para su vida. Fue de relación en relación ¡Seis hasta el momento del encuentro con Jesús! y, por razones que desconocemos, ninguna de ellas fue satisfactoria. ¿fue maltratada, abusada, abandonada porque envejecía? No tenemos datos para afirmar, solo especular; lo cierto es que volvía a tener sed y siempre intentaba calmarla con el agua equivocada.

Puede que no haya mucha diferencia entre nosotros y aquella mujer. Incluso es posible que nuestra situación sea peor que la suya, ya que, aunque conocemos a Jesús seguimos buscando satisfacer nuestra sed de sentido y significado en aquellas agua de las que hay que bebe una y otra vez. Las preferimos, por la razón que sea, a ese agua que produce vida eterna en nuestro interior.

Ves más allá de la respuesta religiosa, empalagosa y teórica ¿Dónde tratas de calmar tu sed?