Jesús extendió la mano, tocó al enfermo y le dijo: -si quiero ¡Queda sano! De inmediato,  el hombre quedó completamente sano. (Lucas 5:13)

El pecado no es un problema espiritual únicamente. Afecta a todas las dimensiones de la realidad humana. La salvación, por tanto, no es algo exclusivamente espiritual (la clásica reducción de la salvación como el boleto para poder entrar en el cielo) debe restaurar todas esas dimensiones afectadas por el pecado. Lo vemos en este encuentro de Jesús con el paria leproso.

El Maestro lo restauró físicamente, lo sanó totalmente de su enfermedad. No olvidemos que la enfermedad y la muerte entraron en el mundo por medio del pecado. La paga del pecado, sentencia Pablo, es muerte. 

Jesús también lo restauró emocionalmente, restauró su dignidad como ser humano. Ya he mencionado que el toque era innecesario para la curación. Tenía riesgos de contagio -no olvidemos que el Maestro era humano- y además, automáticamente convirtió a Jesús en impuro para la vida religiosa de Israel. Pero si bien el toque no era necesario para la sanidad, lo era para transmitirle a aquel hombre amor, aceptación y dignidad. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie le había tocado? ¿Cuánto tiempo nadie le había mostrado afecto físico?

Pero el Maestro también lo restaura socialmente. El sacerdote lo declaraba limpio y podía nuevamente volver a la comunidad, formar parte de ella. Dejaba de ser un paria social, carente de derechos y viviendo en el ostracismo total.

Finalmente, el toque del Maestro restaura su relación con Dios. Vé y ofrece el sacrificio, le dice el Señor. Tu relación con el Padre ha quedado restablecida, ya nada te puede impedir acercarte a Él.

Rescato que cuando tenemos un encuentro con el Señor Jesús todo nuestro proyecto vital debe verse afectado. Si únicamente pensamos en términos espirituales y no de humanidad integral, estamos menospreciando lo que Jesús quiere hacer por nosotros.

¿Ha restaurado el toque de Jesús todas las áreas de tu vida?

 



Jesús extendió la mano, tocó al enfermo y le dijo: -si quiero ¡Queda sano! De inmediato,  el hombre quedó completamente sano. (Lucas 5:13)

El pecado no es un problema espiritual únicamente. Afecta a todas las dimensiones de la realidad humana. La salvación, por tanto, no es algo exclusivamente espiritual (la clásica reducción de la salvación como el boleto para poder entrar en el cielo) debe restaurar todas esas dimensiones afectadas por el pecado. Lo vemos en este encuentro de Jesús con el paria leproso.

El Maestro lo restauró físicamente, lo sanó totalmente de su enfermedad. No olvidemos que la enfermedad y la muerte entraron en el mundo por medio del pecado. La paga del pecado, sentencia Pablo, es muerte. 

Jesús también lo restauró emocionalmente, restauró su dignidad como ser humano. Ya he mencionado que el toque era innecesario para la curación. Tenía riesgos de contagio -no olvidemos que el Maestro era humano- y además, automáticamente convirtió a Jesús en impuro para la vida religiosa de Israel. Pero si bien el toque no era necesario para la sanidad, lo era para transmitirle a aquel hombre amor, aceptación y dignidad. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie le había tocado? ¿Cuánto tiempo nadie le había mostrado afecto físico?

Pero el Maestro también lo restaura socialmente. El sacerdote lo declaraba limpio y podía nuevamente volver a la comunidad, formar parte de ella. Dejaba de ser un paria social, carente de derechos y viviendo en el ostracismo total.

Finalmente, el toque del Maestro restaura su relación con Dios. Vé y ofrece el sacrificio, le dice el Señor. Tu relación con el Padre ha quedado restablecida, ya nada te puede impedir acercarte a Él.

Rescato que cuando tenemos un encuentro con el Señor Jesús todo nuestro proyecto vital debe verse afectado. Si únicamente pensamos en términos espirituales y no de humanidad integral, estamos menospreciando lo que Jesús quiere hacer por nosotros.

¿Ha restaurado el toque de Jesús todas las áreas de tu vida?

 



Jesús extendió la mano, tocó al enfermo y le dijo: -si quiero ¡Queda sano! De inmediato,  el hombre quedó completamente sano. (Lucas 5:13)

El pecado no es un problema espiritual únicamente. Afecta a todas las dimensiones de la realidad humana. La salvación, por tanto, no es algo exclusivamente espiritual (la clásica reducción de la salvación como el boleto para poder entrar en el cielo) debe restaurar todas esas dimensiones afectadas por el pecado. Lo vemos en este encuentro de Jesús con el paria leproso.

El Maestro lo restauró físicamente, lo sanó totalmente de su enfermedad. No olvidemos que la enfermedad y la muerte entraron en el mundo por medio del pecado. La paga del pecado, sentencia Pablo, es muerte. 

Jesús también lo restauró emocionalmente, restauró su dignidad como ser humano. Ya he mencionado que el toque era innecesario para la curación. Tenía riesgos de contagio -no olvidemos que el Maestro era humano- y además, automáticamente convirtió a Jesús en impuro para la vida religiosa de Israel. Pero si bien el toque no era necesario para la sanidad, lo era para transmitirle a aquel hombre amor, aceptación y dignidad. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie le había tocado? ¿Cuánto tiempo nadie le había mostrado afecto físico?

Pero el Maestro también lo restaura socialmente. El sacerdote lo declaraba limpio y podía nuevamente volver a la comunidad, formar parte de ella. Dejaba de ser un paria social, carente de derechos y viviendo en el ostracismo total.

Finalmente, el toque del Maestro restaura su relación con Dios. Vé y ofrece el sacrificio, le dice el Señor. Tu relación con el Padre ha quedado restablecida, ya nada te puede impedir acercarte a Él.

Rescato que cuando tenemos un encuentro con el Señor Jesús todo nuestro proyecto vital debe verse afectado. Si únicamente pensamos en términos espirituales y no de humanidad integral, estamos menospreciando lo que Jesús quiere hacer por nosotros.

¿Ha restaurado el toque de Jesús todas las áreas de tu vida?