Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre; a mi Dios, que es también vuestro Dios. María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció: — He visto al Señor y esto es lo que me ha encargado. (Juan 20:11-18) 


Como en el caso de María, el encuentro con el Jesús resucitado nos convierte automáticamente en tes- tigos de su resurrección. Es imposible haberse encontrado con Él y callar la realidad de su resurrección. Usando las palabras del evangelio, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y hemos oído.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado recibimos el encargo de ir a los entornos en los que nos movemos: la casa, la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo... Y anunciar su resurrección y todo lo que ello implica, es decir, que hay la posibilidad de perdón para nuestra relación rota con Dios, que hay posibilidad de una nueva vida y que todo ello pasa por un encuentro con el resucitado.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado y recibimos su comisión, también tenemos que ser conscientes de la posibilidad de ser rechazados. María lo fue, y lo fue por aquellos que deberían haber sido más propensos a creer por su cercanía a Jesús. También aquellos a los que testifiquemos pueden rechazarnos y no dar crédito a nuestro encuentro con Jesús. La consistencia de nuestra vida, la evidencia del cambio y nuestra trayectoria como seguidores de Jesús -no únicamente nuestras palabras- verificarán y darán autoridad a nuestro testimonio.

A menudo, Jesús decide usar para sus propósitos a personas que a los ojos de la sociedad carecen de importancia. El Maestro valoró a los niños, a los publicanos, a los leprosos, a los gentiles y a las mujeres. Dándonos su comisión de ser testigos, el Maestro reafirma nuestro valor a sus ojos y nuestra dignidad como personas. Pudiendo haber escogido a otros, lo ha hecho con nosotros. El Dios que gobierna y que ha creado el universo ha puesto su credibilidad en manos de personas como tú y yo.

¿Por qué el encuentro con el Jesús resucitado realza nuestra dignidad como seres humanos? ¿Cuáles son las personas a las que Jesús te llama a dar testimonio de su resurrección?

¿Es posible que el miedo a no ser creído te frene de dar tu testimonio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto?

¿Es posible que no considerarte digno ni valioso desde la perspectiva social te frene de dar tu testimo- nio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto? 



 

 

Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre; a mi Dios, que es también vuestro Dios. María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció: — He visto al Señor y esto es lo que me ha encargado. (Juan 20:11-18) 


Como en el caso de María, el encuentro con el Jesús resucitado nos convierte automáticamente en tes- tigos de su resurrección. Es imposible haberse encontrado con Él y callar la realidad de su resurrección. Usando las palabras del evangelio, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y hemos oído.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado recibimos el encargo de ir a los entornos en los que nos movemos: la casa, la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo... Y anunciar su resurrección y todo lo que ello implica, es decir, que hay la posibilidad de perdón para nuestra relación rota con Dios, que hay posibilidad de una nueva vida y que todo ello pasa por un encuentro con el resucitado.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado y recibimos su comisión, también tenemos que ser conscientes de la posibilidad de ser rechazados. María lo fue, y lo fue por aquellos que deberían haber sido más propensos a creer por su cercanía a Jesús. También aquellos a los que testifiquemos pueden rechazarnos y no dar crédito a nuestro encuentro con Jesús. La consistencia de nuestra vida, la evidencia del cambio y nuestra trayectoria como seguidores de Jesús -no únicamente nuestras palabras- verificarán y darán autoridad a nuestro testimonio.

A menudo, Jesús decide usar para sus propósitos a personas que a los ojos de la sociedad carecen de importancia. El Maestro valoró a los niños, a los publicanos, a los leprosos, a los gentiles y a las mujeres. Dándonos su comisión de ser testigos, el Maestro reafirma nuestro valor a sus ojos y nuestra dignidad como personas. Pudiendo haber escogido a otros, lo ha hecho con nosotros. El Dios que gobierna y que ha creado el universo ha puesto su credibilidad en manos de personas como tú y yo.

¿Por qué el encuentro con el Jesús resucitado realza nuestra dignidad como seres humanos? ¿Cuáles son las personas a las que Jesús te llama a dar testimonio de su resurrección?

¿Es posible que el miedo a no ser creído te frene de dar tu testimonio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto?

¿Es posible que no considerarte digno ni valioso desde la perspectiva social te frene de dar tu testimo- nio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto? 



 

 

Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre; a mi Dios, que es también vuestro Dios. María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció: — He visto al Señor y esto es lo que me ha encargado. (Juan 20:11-18) 


Como en el caso de María, el encuentro con el Jesús resucitado nos convierte automáticamente en tes- tigos de su resurrección. Es imposible haberse encontrado con Él y callar la realidad de su resurrección. Usando las palabras del evangelio, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y hemos oído.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado recibimos el encargo de ir a los entornos en los que nos movemos: la casa, la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo... Y anunciar su resurrección y todo lo que ello implica, es decir, que hay la posibilidad de perdón para nuestra relación rota con Dios, que hay posibilidad de una nueva vida y que todo ello pasa por un encuentro con el resucitado.

Cuando nos encontramos con el Jesús resucitado y recibimos su comisión, también tenemos que ser conscientes de la posibilidad de ser rechazados. María lo fue, y lo fue por aquellos que deberían haber sido más propensos a creer por su cercanía a Jesús. También aquellos a los que testifiquemos pueden rechazarnos y no dar crédito a nuestro encuentro con Jesús. La consistencia de nuestra vida, la evidencia del cambio y nuestra trayectoria como seguidores de Jesús -no únicamente nuestras palabras- verificarán y darán autoridad a nuestro testimonio.

A menudo, Jesús decide usar para sus propósitos a personas que a los ojos de la sociedad carecen de importancia. El Maestro valoró a los niños, a los publicanos, a los leprosos, a los gentiles y a las mujeres. Dándonos su comisión de ser testigos, el Maestro reafirma nuestro valor a sus ojos y nuestra dignidad como personas. Pudiendo haber escogido a otros, lo ha hecho con nosotros. El Dios que gobierna y que ha creado el universo ha puesto su credibilidad en manos de personas como tú y yo.

¿Por qué el encuentro con el Jesús resucitado realza nuestra dignidad como seres humanos? ¿Cuáles son las personas a las que Jesús te llama a dar testimonio de su resurrección?

¿Es posible que el miedo a no ser creído te frene de dar tu testimonio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto?

¿Es posible que no considerarte digno ni valioso desde la perspectiva social te frene de dar tu testimo- nio? Si es así ¿Qué puedes hacer al respecto?