Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de los hechos de Cristo y le envió unos discípulos suyos para que le preguntaran: -¿Eres tú el que tenía que venir, o deberemos espera a otro? (Mateo 11:2-19)


Juan es el auténtico protagonista de este encuentro aunque, debido a estar encarcelado (pequeño problema logístico), tuvo que intermediarlo a través de algunos de sus seguidores. Parece mentira que Juan, que fue el precursor del Maestro, quien lo bautizó e hizo afirmaciones clarísimas acerca de su mesianazgo, en estos momentos tuviera dudas tan fundamentales acerca de la identidad de Jesús.

Yo puedo entenderlo. Mi primo es el Mesías, hace milagros por todas partes, afirmó que venía a liberar a los presos y, sin embargo, me estoy pudriendo injustamente en una prisión. Jesús no ha hecho nada por liberarme y, al paso que vamos, tampoco me quedan esperanza que lo hará en el futuro. Además, seguimos bajo el yugo romano y esta situación política no parece que vaya a cambiar.

Entonces envía una embajada para expresarle a Jesús sus dudas acerca de su identidad. Le comunica ese momento de confusión en el cual ha perdido la perspectiva, las certezas. Un momento en el que sus convicciones flaquean y generan una tensión interna que debe de aclarar. Necesita paz en su alma.

Hay mucho que rescatar en este encuentro. Pero hoy señalo que es legítimo tener dudas en nuestro corazón con respecto a Dios, sus planes y su actuación. Hay una gran diferencia entre duda e incredulidad. La duda nace de la mente; no puedo creer, no tengo la información suficiente, o la que tengo no sé cómo interpretarla. La duda es legítima. No puedo recordar a nadie en la Biblia que haya presentado sus dudas ante el Señor y haya sido rechazado. Dios siempre la honra. 

La incredulidad es una actitud de corazón; no quiero creer y cualquier cantidad de información adicional que se me aporte no cambiará mi actitud ni un ápice. La incredulidad o dureza de corazón, siempre es condenada en la Escritura. 

¿Qué dudas hay en tu corazón que necesitas presentar ante Dios?

 



Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de los hechos de Cristo y le envió unos discípulos suyos para que le preguntaran: -¿Eres tú el que tenía que venir, o deberemos espera a otro? (Mateo 11:2-19)


Juan es el auténtico protagonista de este encuentro aunque, debido a estar encarcelado (pequeño problema logístico), tuvo que intermediarlo a través de algunos de sus seguidores. Parece mentira que Juan, que fue el precursor del Maestro, quien lo bautizó e hizo afirmaciones clarísimas acerca de su mesianazgo, en estos momentos tuviera dudas tan fundamentales acerca de la identidad de Jesús.

Yo puedo entenderlo. Mi primo es el Mesías, hace milagros por todas partes, afirmó que venía a liberar a los presos y, sin embargo, me estoy pudriendo injustamente en una prisión. Jesús no ha hecho nada por liberarme y, al paso que vamos, tampoco me quedan esperanza que lo hará en el futuro. Además, seguimos bajo el yugo romano y esta situación política no parece que vaya a cambiar.

Entonces envía una embajada para expresarle a Jesús sus dudas acerca de su identidad. Le comunica ese momento de confusión en el cual ha perdido la perspectiva, las certezas. Un momento en el que sus convicciones flaquean y generan una tensión interna que debe de aclarar. Necesita paz en su alma.

Hay mucho que rescatar en este encuentro. Pero hoy señalo que es legítimo tener dudas en nuestro corazón con respecto a Dios, sus planes y su actuación. Hay una gran diferencia entre duda e incredulidad. La duda nace de la mente; no puedo creer, no tengo la información suficiente, o la que tengo no sé cómo interpretarla. La duda es legítima. No puedo recordar a nadie en la Biblia que haya presentado sus dudas ante el Señor y haya sido rechazado. Dios siempre la honra. 

La incredulidad es una actitud de corazón; no quiero creer y cualquier cantidad de información adicional que se me aporte no cambiará mi actitud ni un ápice. La incredulidad o dureza de corazón, siempre es condenada en la Escritura. 

¿Qué dudas hay en tu corazón que necesitas presentar ante Dios?

 



Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de los hechos de Cristo y le envió unos discípulos suyos para que le preguntaran: -¿Eres tú el que tenía que venir, o deberemos espera a otro? (Mateo 11:2-19)


Juan es el auténtico protagonista de este encuentro aunque, debido a estar encarcelado (pequeño problema logístico), tuvo que intermediarlo a través de algunos de sus seguidores. Parece mentira que Juan, que fue el precursor del Maestro, quien lo bautizó e hizo afirmaciones clarísimas acerca de su mesianazgo, en estos momentos tuviera dudas tan fundamentales acerca de la identidad de Jesús.

Yo puedo entenderlo. Mi primo es el Mesías, hace milagros por todas partes, afirmó que venía a liberar a los presos y, sin embargo, me estoy pudriendo injustamente en una prisión. Jesús no ha hecho nada por liberarme y, al paso que vamos, tampoco me quedan esperanza que lo hará en el futuro. Además, seguimos bajo el yugo romano y esta situación política no parece que vaya a cambiar.

Entonces envía una embajada para expresarle a Jesús sus dudas acerca de su identidad. Le comunica ese momento de confusión en el cual ha perdido la perspectiva, las certezas. Un momento en el que sus convicciones flaquean y generan una tensión interna que debe de aclarar. Necesita paz en su alma.

Hay mucho que rescatar en este encuentro. Pero hoy señalo que es legítimo tener dudas en nuestro corazón con respecto a Dios, sus planes y su actuación. Hay una gran diferencia entre duda e incredulidad. La duda nace de la mente; no puedo creer, no tengo la información suficiente, o la que tengo no sé cómo interpretarla. La duda es legítima. No puedo recordar a nadie en la Biblia que haya presentado sus dudas ante el Señor y haya sido rechazado. Dios siempre la honra. 

La incredulidad es una actitud de corazón; no quiero creer y cualquier cantidad de información adicional que se me aporte no cambiará mi actitud ni un ápice. La incredulidad o dureza de corazón, siempre es condenada en la Escritura. 

¿Qué dudas hay en tu corazón que necesitas presentar ante Dios?