Y tu Padre que ve en lo escondido. (Mateo 6:4,6 y 18)

En estos pasajes Jesús habla de tres pilares del judaísmo: la oración, la limosna y el ayuno. El Maestro no los cuestiona, lo que hace es poner en tela de juicio su práctica, y al hacerlo contrasta la religiosidad y la espiritualidad. La primera es la práctica pública de la fe. La segunda es la práctica privada y, sin menospreciar la otra, a los ojos del Señor esta es la que realmente cuenta. 

Porque una y otra vez en las Escrituras se nos recuerda que a Dios no le impresiona la práctica pública de la religión, sino la piedad del corazón. Lo que el Padre mira y hace escrutinio es del interior del ser humano, las motivaciones, las prioridades, los valores que rigen nuestras decisiones. La religiosidad pública tiene sentido si nace de una piedad privada, de lo contrario, carece de valor a los ojos de Dios. Mi auténtico yo no es el que se manifiesta o expresa en público, sino el que se comporta en lo privado, cuando no hay más espectador que el Señor.

Por eso, no hemos de equivocar nuestras prioridades. Cuidemos la devoción privada, la íntima, la escondida y ésta se ocupará de la pública sin ningún problema. Pero al revés, lamentablemente, no funciona.

¿Qué te caracteriza devoción privada o religiosidad pública?

 



Y tu Padre que ve en lo escondido. (Mateo 6:4,6 y 18)

En estos pasajes Jesús habla de tres pilares del judaísmo: la oración, la limosna y el ayuno. El Maestro no los cuestiona, lo que hace es poner en tela de juicio su práctica, y al hacerlo contrasta la religiosidad y la espiritualidad. La primera es la práctica pública de la fe. La segunda es la práctica privada y, sin menospreciar la otra, a los ojos del Señor esta es la que realmente cuenta. 

Porque una y otra vez en las Escrituras se nos recuerda que a Dios no le impresiona la práctica pública de la religión, sino la piedad del corazón. Lo que el Padre mira y hace escrutinio es del interior del ser humano, las motivaciones, las prioridades, los valores que rigen nuestras decisiones. La religiosidad pública tiene sentido si nace de una piedad privada, de lo contrario, carece de valor a los ojos de Dios. Mi auténtico yo no es el que se manifiesta o expresa en público, sino el que se comporta en lo privado, cuando no hay más espectador que el Señor.

Por eso, no hemos de equivocar nuestras prioridades. Cuidemos la devoción privada, la íntima, la escondida y ésta se ocupará de la pública sin ningún problema. Pero al revés, lamentablemente, no funciona.

¿Qué te caracteriza devoción privada o religiosidad pública?

 



Y tu Padre que ve en lo escondido. (Mateo 6:4,6 y 18)

En estos pasajes Jesús habla de tres pilares del judaísmo: la oración, la limosna y el ayuno. El Maestro no los cuestiona, lo que hace es poner en tela de juicio su práctica, y al hacerlo contrasta la religiosidad y la espiritualidad. La primera es la práctica pública de la fe. La segunda es la práctica privada y, sin menospreciar la otra, a los ojos del Señor esta es la que realmente cuenta. 

Porque una y otra vez en las Escrituras se nos recuerda que a Dios no le impresiona la práctica pública de la religión, sino la piedad del corazón. Lo que el Padre mira y hace escrutinio es del interior del ser humano, las motivaciones, las prioridades, los valores que rigen nuestras decisiones. La religiosidad pública tiene sentido si nace de una piedad privada, de lo contrario, carece de valor a los ojos de Dios. Mi auténtico yo no es el que se manifiesta o expresa en público, sino el que se comporta en lo privado, cuando no hay más espectador que el Señor.

Por eso, no hemos de equivocar nuestras prioridades. Cuidemos la devoción privada, la íntima, la escondida y ésta se ocupará de la pública sin ningún problema. Pero al revés, lamentablemente, no funciona.

¿Qué te caracteriza devoción privada o religiosidad pública?