Así mismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. (Romanos 8:26)


El capítulo 8 de la carta que Pablo escribió a los romanos nos dice cosas importantes acerca del Espíritu Santo. Por ejemplo, es nuestra paga y señal de la redención futura y completa que nos espera. Es quien confirma en nuestros corazones que realmente somos los hijos amados y aceptados de Papá Dios. También, como muestra esta afirmación del apóstol es quien pide por nosotros.

Cuidar a mis nietos me está ayudando a revivir muchas experiencias que cuando fui padre no pude, debido a la presión de la crianza, reflexionar con la debida atención. Muchas veces mis nietos ni saben lo que quieren ni lo que necesitan. Están inquietos, molestos, intranquilos y no pueden identificar la causa ni mucho menos la solución a lo que les está sucediendo.

Pero también me pasa a mí. No siempre sé identificar mis estados emocionales, mentales y espirituales. No siempre sé que decirle al Señor respecto a los mismos. Muchas veces, como le dijo Jesús a sus discípulos, no soy consciente de lo que estoy pidiendo o dejando de pedir. ¡Qué bueno que en todas esas ocasiones puedo descansar en el Espíritu Santo! Él sabe mejor que yo lo que necesito. Conoce en profundidad mi corazón. Sabe explicarle a Padre aquello que yo no puedo o no sé verbalizar. Eso me da mucha paz, me permite confiada y descansadamente decirle al Espíritu: Tú sabes, explícale al Padre porfa.

Pero además, puedo hacer lo mismo cuando pienso en mi familia y mis amigos. No siempre sé que es lo más conveniente para ellos. Puede ser que lo que en mi mente sería la mejor solución o alternativa no lo sea en realidad. Puedo descansar en el Espíritu y en que Él sabrá lo que es mejor para todos nosotros.

¿Cómo puede cambiar esto tu forma de interceder?

 



Así mismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. (Romanos 8:26)


El capítulo 8 de la carta que Pablo escribió a los romanos nos dice cosas importantes acerca del Espíritu Santo. Por ejemplo, es nuestra paga y señal de la redención futura y completa que nos espera. Es quien confirma en nuestros corazones que realmente somos los hijos amados y aceptados de Papá Dios. También, como muestra esta afirmación del apóstol es quien pide por nosotros.

Cuidar a mis nietos me está ayudando a revivir muchas experiencias que cuando fui padre no pude, debido a la presión de la crianza, reflexionar con la debida atención. Muchas veces mis nietos ni saben lo que quieren ni lo que necesitan. Están inquietos, molestos, intranquilos y no pueden identificar la causa ni mucho menos la solución a lo que les está sucediendo.

Pero también me pasa a mí. No siempre sé identificar mis estados emocionales, mentales y espirituales. No siempre sé que decirle al Señor respecto a los mismos. Muchas veces, como le dijo Jesús a sus discípulos, no soy consciente de lo que estoy pidiendo o dejando de pedir. ¡Qué bueno que en todas esas ocasiones puedo descansar en el Espíritu Santo! Él sabe mejor que yo lo que necesito. Conoce en profundidad mi corazón. Sabe explicarle a Padre aquello que yo no puedo o no sé verbalizar. Eso me da mucha paz, me permite confiada y descansadamente decirle al Espíritu: Tú sabes, explícale al Padre porfa.

Pero además, puedo hacer lo mismo cuando pienso en mi familia y mis amigos. No siempre sé que es lo más conveniente para ellos. Puede ser que lo que en mi mente sería la mejor solución o alternativa no lo sea en realidad. Puedo descansar en el Espíritu y en que Él sabrá lo que es mejor para todos nosotros.

¿Cómo puede cambiar esto tu forma de interceder?

 



Así mismo, aunque somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. (Romanos 8:26)


El capítulo 8 de la carta que Pablo escribió a los romanos nos dice cosas importantes acerca del Espíritu Santo. Por ejemplo, es nuestra paga y señal de la redención futura y completa que nos espera. Es quien confirma en nuestros corazones que realmente somos los hijos amados y aceptados de Papá Dios. También, como muestra esta afirmación del apóstol es quien pide por nosotros.

Cuidar a mis nietos me está ayudando a revivir muchas experiencias que cuando fui padre no pude, debido a la presión de la crianza, reflexionar con la debida atención. Muchas veces mis nietos ni saben lo que quieren ni lo que necesitan. Están inquietos, molestos, intranquilos y no pueden identificar la causa ni mucho menos la solución a lo que les está sucediendo.

Pero también me pasa a mí. No siempre sé identificar mis estados emocionales, mentales y espirituales. No siempre sé que decirle al Señor respecto a los mismos. Muchas veces, como le dijo Jesús a sus discípulos, no soy consciente de lo que estoy pidiendo o dejando de pedir. ¡Qué bueno que en todas esas ocasiones puedo descansar en el Espíritu Santo! Él sabe mejor que yo lo que necesito. Conoce en profundidad mi corazón. Sabe explicarle a Padre aquello que yo no puedo o no sé verbalizar. Eso me da mucha paz, me permite confiada y descansadamente decirle al Espíritu: Tú sabes, explícale al Padre porfa.

Pero además, puedo hacer lo mismo cuando pienso en mi familia y mis amigos. No siempre sé que es lo más conveniente para ellos. Puede ser que lo que en mi mente sería la mejor solución o alternativa no lo sea en realidad. Puedo descansar en el Espíritu y en que Él sabrá lo que es mejor para todos nosotros.

¿Cómo puede cambiar esto tu forma de interceder?