En paz me acuesto y al instante me duermo porque solo Tú, Señor, me haces vivir confiado. (Salmo 4:9)


¿Cómo es posible que el salmista pueda hacer semejante afirmación? Hay un gran número de personas que, por sistema, no pueden dormir. Sus cerebros están en plena ebullición a la hora de acostarse en sus lechos. Los miedos, las ansiedades, las preocupaciones del presente, las cargas del pasado y los potenciales miedos por cómo discurrirá el futuro hacen que su actividad cerebral no pueda parar y, consecuentemente, sea imposible el poder descansar.

Nuestro cerebro ha sido diseñado por Dios con una funcionalidades muy interesantes. Una de ellas es lo que se denomina cerebro reptil. Este está diseñado para preservar nuestra vida y supervivencia. De forma constante está haciendo un escaneo de nuestro entorno buscando amenazas reales o potenciales. Cuando detecta algo que, en su opinión, puede suponer un peligro activa todas las alarmas y hace que esa amenaza ocupe un lugar preferente en nuestra mente impidiéndonos olvidarla. Su razonamiento es muy simple, si nos olvidamos de la amenaza, la desatendemos y, si hacemos esto, estaremos en peligro. Esa es la razón por la cual le damos vueltas y más vueltas a determinadas cosas. Es también -aunque naturalmente no la única- la razón por la cual nos cuesta dormir. El cerebro reptil se encarga de mantenernos alerta.

¿Qué podemos hacer? La ciencia nos enseña que el cerebro reptil necesita estar seguro que le estamos prestando atención a sus advertencias y señales de peligro, que estamos haciendo algo al respecto. El cerebro reptil es muy persistente y no se deja engañar. La solución es reconocer esas "amenazas" ponerles nombre y apellidos y llevárselas a Dios una y otra vez. Tantas veces como el cerebro reptil nos llame la atención, tantas veces hay que llevárselo al Señor. Poco a poco el cerebro reptil se calmará porque se irá dando cuenta de que nos estamos tomando en serio su trabajo. 


Aunque lo desconocieras, el cerebro reptil es una realidad ¿Cómo gestionas sus advertencias?



 

En paz me acuesto y al instante me duermo porque solo Tú, Señor, me haces vivir confiado. (Salmo 4:9)


¿Cómo es posible que el salmista pueda hacer semejante afirmación? Hay un gran número de personas que, por sistema, no pueden dormir. Sus cerebros están en plena ebullición a la hora de acostarse en sus lechos. Los miedos, las ansiedades, las preocupaciones del presente, las cargas del pasado y los potenciales miedos por cómo discurrirá el futuro hacen que su actividad cerebral no pueda parar y, consecuentemente, sea imposible el poder descansar.

Nuestro cerebro ha sido diseñado por Dios con una funcionalidades muy interesantes. Una de ellas es lo que se denomina cerebro reptil. Este está diseñado para preservar nuestra vida y supervivencia. De forma constante está haciendo un escaneo de nuestro entorno buscando amenazas reales o potenciales. Cuando detecta algo que, en su opinión, puede suponer un peligro activa todas las alarmas y hace que esa amenaza ocupe un lugar preferente en nuestra mente impidiéndonos olvidarla. Su razonamiento es muy simple, si nos olvidamos de la amenaza, la desatendemos y, si hacemos esto, estaremos en peligro. Esa es la razón por la cual le damos vueltas y más vueltas a determinadas cosas. Es también -aunque naturalmente no la única- la razón por la cual nos cuesta dormir. El cerebro reptil se encarga de mantenernos alerta.

¿Qué podemos hacer? La ciencia nos enseña que el cerebro reptil necesita estar seguro que le estamos prestando atención a sus advertencias y señales de peligro, que estamos haciendo algo al respecto. El cerebro reptil es muy persistente y no se deja engañar. La solución es reconocer esas "amenazas" ponerles nombre y apellidos y llevárselas a Dios una y otra vez. Tantas veces como el cerebro reptil nos llame la atención, tantas veces hay que llevárselo al Señor. Poco a poco el cerebro reptil se calmará porque se irá dando cuenta de que nos estamos tomando en serio su trabajo. 


Aunque lo desconocieras, el cerebro reptil es una realidad ¿Cómo gestionas sus advertencias?



 

En paz me acuesto y al instante me duermo porque solo Tú, Señor, me haces vivir confiado. (Salmo 4:9)


¿Cómo es posible que el salmista pueda hacer semejante afirmación? Hay un gran número de personas que, por sistema, no pueden dormir. Sus cerebros están en plena ebullición a la hora de acostarse en sus lechos. Los miedos, las ansiedades, las preocupaciones del presente, las cargas del pasado y los potenciales miedos por cómo discurrirá el futuro hacen que su actividad cerebral no pueda parar y, consecuentemente, sea imposible el poder descansar.

Nuestro cerebro ha sido diseñado por Dios con una funcionalidades muy interesantes. Una de ellas es lo que se denomina cerebro reptil. Este está diseñado para preservar nuestra vida y supervivencia. De forma constante está haciendo un escaneo de nuestro entorno buscando amenazas reales o potenciales. Cuando detecta algo que, en su opinión, puede suponer un peligro activa todas las alarmas y hace que esa amenaza ocupe un lugar preferente en nuestra mente impidiéndonos olvidarla. Su razonamiento es muy simple, si nos olvidamos de la amenaza, la desatendemos y, si hacemos esto, estaremos en peligro. Esa es la razón por la cual le damos vueltas y más vueltas a determinadas cosas. Es también -aunque naturalmente no la única- la razón por la cual nos cuesta dormir. El cerebro reptil se encarga de mantenernos alerta.

¿Qué podemos hacer? La ciencia nos enseña que el cerebro reptil necesita estar seguro que le estamos prestando atención a sus advertencias y señales de peligro, que estamos haciendo algo al respecto. El cerebro reptil es muy persistente y no se deja engañar. La solución es reconocer esas "amenazas" ponerles nombre y apellidos y llevárselas a Dios una y otra vez. Tantas veces como el cerebro reptil nos llame la atención, tantas veces hay que llevárselo al Señor. Poco a poco el cerebro reptil se calmará porque se irá dando cuenta de que nos estamos tomando en serio su trabajo. 


Aunque lo desconocieras, el cerebro reptil es una realidad ¿Cómo gestionas sus advertencias?