Oh Dios, sálvame, que estoy
con el agua al cuello,
que me hundo en un profundo cenagal
y no tengo dónde apoyar el pie;
me encuentro en el seno de las aguas
y me arrastra la corriente.
Estoy cansado de gritar,
tengo seca la garganta
y se consumen mis ojos
mientras espero a mi Dios.
(Salmo 69:13)


Si David se sintió así y lo plasmó en las Escrituras, también nosotros tenemos derecho a sentirnos así y poderse expresar a Dios. Hacerlo no significa ni falta de fe o confianza en el Señor, ni tampoco el no ser suficientemente espiritual. Hacerlo significa simple y llanamente ser un ser humano.

Porque la pandemia -todavía en marcha- nos ha desgastado física, mental, intelectual, emocional e incluso espiritualmente. Lo que hemos vivido, lo que estamos todavía experimentando y, para muchos, el pensar en las consecuencias que todavía se derivarán y nos alcanzarán en el futuro, no hace sino añadir desgaste al desgaste.

Los expertos indican que hay cosas que nos pueden ayudar a generar nuevas fuerzas porque, de no hacerlo, de no cargar las baterías, llegará un momento que caeremos en el "Born out", es decir, en un agotamiento total del que puede costar mucho tiempo el recuperarnos. Hay varias fuentes de energía que nos pueden ayudar en esta situación. 

En primer lugar, naturalmente, pasar tiempo con el Señor. Es curioso que cuando más desgastados estamos, más nos cuesta pasar tiempo con Él. Es como afirma el viejo dicho: "estoy tan ocupado conduciendo que no tengo tiempo para poner gasolina". Hay varias maneras en las que nos puede ayudar el Señor. Un oído amigo a quien poder expresar lo que sentimos -justo lo que está haciendo el salmista-. Desahogarse, dicen los entendidos en la materia, es parte del proceso de sanación. Las promesas de Dios nos pueden -si las creemos- dar nuevas fuerzas emocionales y espirituales para afrontar la dificultad. Finalmente, el saber que Dios tiene el control de cada circunstancia de nuestras vidas, que Él sabe, que, a su tiempo nos abrirá un camino o una alternativa. Pero, mientras tanto, es legítimo expresar toda nuestra desesperación.


No la ocultes, trae toda la desesperación ante el Señor.

 



Oh Dios, sálvame, que estoy
con el agua al cuello,
que me hundo en un profundo cenagal
y no tengo dónde apoyar el pie;
me encuentro en el seno de las aguas
y me arrastra la corriente.
Estoy cansado de gritar,
tengo seca la garganta
y se consumen mis ojos
mientras espero a mi Dios.
(Salmo 69:13)


Si David se sintió así y lo plasmó en las Escrituras, también nosotros tenemos derecho a sentirnos así y poderse expresar a Dios. Hacerlo no significa ni falta de fe o confianza en el Señor, ni tampoco el no ser suficientemente espiritual. Hacerlo significa simple y llanamente ser un ser humano.

Porque la pandemia -todavía en marcha- nos ha desgastado física, mental, intelectual, emocional e incluso espiritualmente. Lo que hemos vivido, lo que estamos todavía experimentando y, para muchos, el pensar en las consecuencias que todavía se derivarán y nos alcanzarán en el futuro, no hace sino añadir desgaste al desgaste.

Los expertos indican que hay cosas que nos pueden ayudar a generar nuevas fuerzas porque, de no hacerlo, de no cargar las baterías, llegará un momento que caeremos en el "Born out", es decir, en un agotamiento total del que puede costar mucho tiempo el recuperarnos. Hay varias fuentes de energía que nos pueden ayudar en esta situación. 

En primer lugar, naturalmente, pasar tiempo con el Señor. Es curioso que cuando más desgastados estamos, más nos cuesta pasar tiempo con Él. Es como afirma el viejo dicho: "estoy tan ocupado conduciendo que no tengo tiempo para poner gasolina". Hay varias maneras en las que nos puede ayudar el Señor. Un oído amigo a quien poder expresar lo que sentimos -justo lo que está haciendo el salmista-. Desahogarse, dicen los entendidos en la materia, es parte del proceso de sanación. Las promesas de Dios nos pueden -si las creemos- dar nuevas fuerzas emocionales y espirituales para afrontar la dificultad. Finalmente, el saber que Dios tiene el control de cada circunstancia de nuestras vidas, que Él sabe, que, a su tiempo nos abrirá un camino o una alternativa. Pero, mientras tanto, es legítimo expresar toda nuestra desesperación.


No la ocultes, trae toda la desesperación ante el Señor.

 



Oh Dios, sálvame, que estoy
con el agua al cuello,
que me hundo en un profundo cenagal
y no tengo dónde apoyar el pie;
me encuentro en el seno de las aguas
y me arrastra la corriente.
Estoy cansado de gritar,
tengo seca la garganta
y se consumen mis ojos
mientras espero a mi Dios.
(Salmo 69:13)


Si David se sintió así y lo plasmó en las Escrituras, también nosotros tenemos derecho a sentirnos así y poderse expresar a Dios. Hacerlo no significa ni falta de fe o confianza en el Señor, ni tampoco el no ser suficientemente espiritual. Hacerlo significa simple y llanamente ser un ser humano.

Porque la pandemia -todavía en marcha- nos ha desgastado física, mental, intelectual, emocional e incluso espiritualmente. Lo que hemos vivido, lo que estamos todavía experimentando y, para muchos, el pensar en las consecuencias que todavía se derivarán y nos alcanzarán en el futuro, no hace sino añadir desgaste al desgaste.

Los expertos indican que hay cosas que nos pueden ayudar a generar nuevas fuerzas porque, de no hacerlo, de no cargar las baterías, llegará un momento que caeremos en el "Born out", es decir, en un agotamiento total del que puede costar mucho tiempo el recuperarnos. Hay varias fuentes de energía que nos pueden ayudar en esta situación. 

En primer lugar, naturalmente, pasar tiempo con el Señor. Es curioso que cuando más desgastados estamos, más nos cuesta pasar tiempo con Él. Es como afirma el viejo dicho: "estoy tan ocupado conduciendo que no tengo tiempo para poner gasolina". Hay varias maneras en las que nos puede ayudar el Señor. Un oído amigo a quien poder expresar lo que sentimos -justo lo que está haciendo el salmista-. Desahogarse, dicen los entendidos en la materia, es parte del proceso de sanación. Las promesas de Dios nos pueden -si las creemos- dar nuevas fuerzas emocionales y espirituales para afrontar la dificultad. Finalmente, el saber que Dios tiene el control de cada circunstancia de nuestras vidas, que Él sabe, que, a su tiempo nos abrirá un camino o una alternativa. Pero, mientras tanto, es legítimo expresar toda nuestra desesperación.


No la ocultes, trae toda la desesperación ante el Señor.