Pero si llegué a considerar la sentencia de muerte como algo inevitable, eso me enseñó a no confiar en mí mismo, sino en Dios que resucita a los muertos. (2:1-9)


La confianza en Dios no le venía a Pablo de serie. No seamos tan ridículos como para pensar que el apostolado equivale a ser un Spiderman, Superman, Capitán América o similar pero en el ámbito espiritual. Leamos bien el texto. El apóstol nos indica que debido a que las circunstancias le sobrepasaban al punto de creer que iba a perder la vida, no tuvo más remedio que APRENDER a no confiar en sí mismo sino en Dios. Aprender es un proceso. Uno no se va a dormir desconfiando y se levanta pleno de confianza. Los aprendizajes pueden ser, con frecuencia, duros y costosos, pero a la larga altamente beneficiosos.

Pablo no tenía un pelo de tonto. Conocía todos los argumentos jurídicos y legales para poder afrontar una potencial condena a muerte. En varias ocasiones había reclamado al hecho de ser ciudadano romano y le había salido bien. Incluso apeló al César, el último recurso de un reo poseedor de la ciudadanía del Imperio. ¿Qué sucedió para que todo eso fallara? Lo desconocemos, lo cierto es que vio venir al lobo y ante el agotamiento de sus propias fuerzas tuvo que APRENDER a confiar en el Señor.

No encuentro mejor definición de confiar que, sentirse seguro. Como se siente mi nieto en mis brazos, relajado y descansado. Sin embargo, lo cierto es que, en demasiadas ocasiones, no llegamos a este estado de sentirnos seguros hasta que nos hemos rendido debido al fracaso de nuestros esfuerzos de control. Lo cierto también es que, en tantas otras ocasiones, no llegamos a ese estado porque persistimos en mantener un ilusorio control de nuestras vidas y circunstancias. 

¿Qué circunstancias estás viviendo? ¿Cómo puedes APRENDER a sentirse seguro en Dios a pesar de ello?

 



Pero si llegué a considerar la sentencia de muerte como algo inevitable, eso me enseñó a no confiar en mí mismo, sino en Dios que resucita a los muertos. (2:1-9)


La confianza en Dios no le venía a Pablo de serie. No seamos tan ridículos como para pensar que el apostolado equivale a ser un Spiderman, Superman, Capitán América o similar pero en el ámbito espiritual. Leamos bien el texto. El apóstol nos indica que debido a que las circunstancias le sobrepasaban al punto de creer que iba a perder la vida, no tuvo más remedio que APRENDER a no confiar en sí mismo sino en Dios. Aprender es un proceso. Uno no se va a dormir desconfiando y se levanta pleno de confianza. Los aprendizajes pueden ser, con frecuencia, duros y costosos, pero a la larga altamente beneficiosos.

Pablo no tenía un pelo de tonto. Conocía todos los argumentos jurídicos y legales para poder afrontar una potencial condena a muerte. En varias ocasiones había reclamado al hecho de ser ciudadano romano y le había salido bien. Incluso apeló al César, el último recurso de un reo poseedor de la ciudadanía del Imperio. ¿Qué sucedió para que todo eso fallara? Lo desconocemos, lo cierto es que vio venir al lobo y ante el agotamiento de sus propias fuerzas tuvo que APRENDER a confiar en el Señor.

No encuentro mejor definición de confiar que, sentirse seguro. Como se siente mi nieto en mis brazos, relajado y descansado. Sin embargo, lo cierto es que, en demasiadas ocasiones, no llegamos a este estado de sentirnos seguros hasta que nos hemos rendido debido al fracaso de nuestros esfuerzos de control. Lo cierto también es que, en tantas otras ocasiones, no llegamos a ese estado porque persistimos en mantener un ilusorio control de nuestras vidas y circunstancias. 

¿Qué circunstancias estás viviendo? ¿Cómo puedes APRENDER a sentirse seguro en Dios a pesar de ello?

 



Pero si llegué a considerar la sentencia de muerte como algo inevitable, eso me enseñó a no confiar en mí mismo, sino en Dios que resucita a los muertos. (2:1-9)


La confianza en Dios no le venía a Pablo de serie. No seamos tan ridículos como para pensar que el apostolado equivale a ser un Spiderman, Superman, Capitán América o similar pero en el ámbito espiritual. Leamos bien el texto. El apóstol nos indica que debido a que las circunstancias le sobrepasaban al punto de creer que iba a perder la vida, no tuvo más remedio que APRENDER a no confiar en sí mismo sino en Dios. Aprender es un proceso. Uno no se va a dormir desconfiando y se levanta pleno de confianza. Los aprendizajes pueden ser, con frecuencia, duros y costosos, pero a la larga altamente beneficiosos.

Pablo no tenía un pelo de tonto. Conocía todos los argumentos jurídicos y legales para poder afrontar una potencial condena a muerte. En varias ocasiones había reclamado al hecho de ser ciudadano romano y le había salido bien. Incluso apeló al César, el último recurso de un reo poseedor de la ciudadanía del Imperio. ¿Qué sucedió para que todo eso fallara? Lo desconocemos, lo cierto es que vio venir al lobo y ante el agotamiento de sus propias fuerzas tuvo que APRENDER a confiar en el Señor.

No encuentro mejor definición de confiar que, sentirse seguro. Como se siente mi nieto en mis brazos, relajado y descansado. Sin embargo, lo cierto es que, en demasiadas ocasiones, no llegamos a este estado de sentirnos seguros hasta que nos hemos rendido debido al fracaso de nuestros esfuerzos de control. Lo cierto también es que, en tantas otras ocasiones, no llegamos a ese estado porque persistimos en mantener un ilusorio control de nuestras vidas y circunstancias. 

¿Qué circunstancias estás viviendo? ¿Cómo puedes APRENDER a sentirse seguro en Dios a pesar de ello?