Así que les aconsejo que vivan por el poder del Espíritu Santo. De esa manera no obedecerán los deseos de la naturaleza orientada al pecado. (Gálatas 5:16)


En la entrada de ayer hablaba que quien te controla determina tu conducta. Esta era la tensión que planteaba Pablo entre ser controlados por el vino o, por el contrario, por el Espíritu de Dios. ¿Cómo puede aterrizarse eso en la vida cotidiana ¡Vamos a verlo!

En primer lugar, si tienes una relación personal con Jesús, Él vive en ti por medio de su Espíritu Santo. El apóstol Pablo es categórico. Quien no tiene al Espíritu de Dios, no es del Padre.

En segundo lugar, que el Espíritu Santo viva en ti no es sinónimo de que te controle, que sea la fuerza dominante e influyente en tu vida. Me explicaré. Piensa en tu vida como un automóvil, solo hay un volante, solo una persona puede conducir al mismo tiempo. Los que estamos casados sabemos que el estar juntos en el automóvil es fuente de innumerables discusiones porque cada uno tiene su forma personal de conducir y los dos no pueden hacerlo simultáneamente.

En tercer lugar, debes, de manera consciente, intencional y pro-activa comenzar el día ¡CADA DÍA! pidiéndole al Espíritu Santo que tome el volante de tu vida, que sea Él quien dirija tus emociones, voluntad, pensamientos, acciones y omisiones. Que sea quien decida en qué dirección quiere llevar nuestro proyecto vital.

Cuarto, habrá momentos que no querrás ir en la dirección o seguir las indicaciones del Espíritu Santo y... tomarás tú el volante de tu vida, desplazarás al Espíritu Santo al asiento del copiloto en el mejor de los casos o, lo echarás fuera del vehículo en el peor de ellos para no tener que escuchar tu mala conciencia.

Quinto. Eso tiene arreglo. Es lo que habitualmente llamamos confesar, que en el idioma griego significa -estar de acuerdo-. Lo que hacemos es reconocer que nos hemos pasado, pedir perdón y ceder nuevamente el volante de la vida al Espíritu Santo.

Sexto ¿Cuántas veces hemos de hacer esto? Déjame que te conteste con otra pregunta ¿Cuántas veces respiras a lo largo del día? Pues tantas como necesitas. Del mismo modo hemos de aplicar esta dinámica tantas veces como sea necesaria en nuestras vidas.

Séptimo. Cuando este se convierte en un hábito en nuestras vidas experimentamos poco a poco, día a día, el poder transformador del Espíritu Santo en nuestra vida.

Espero haberme sabido explicar con la suficiente claridad.




 



Así que les aconsejo que vivan por el poder del Espíritu Santo. De esa manera no obedecerán los deseos de la naturaleza orientada al pecado. (Gálatas 5:16)


En la entrada de ayer hablaba que quien te controla determina tu conducta. Esta era la tensión que planteaba Pablo entre ser controlados por el vino o, por el contrario, por el Espíritu de Dios. ¿Cómo puede aterrizarse eso en la vida cotidiana ¡Vamos a verlo!

En primer lugar, si tienes una relación personal con Jesús, Él vive en ti por medio de su Espíritu Santo. El apóstol Pablo es categórico. Quien no tiene al Espíritu de Dios, no es del Padre.

En segundo lugar, que el Espíritu Santo viva en ti no es sinónimo de que te controle, que sea la fuerza dominante e influyente en tu vida. Me explicaré. Piensa en tu vida como un automóvil, solo hay un volante, solo una persona puede conducir al mismo tiempo. Los que estamos casados sabemos que el estar juntos en el automóvil es fuente de innumerables discusiones porque cada uno tiene su forma personal de conducir y los dos no pueden hacerlo simultáneamente.

En tercer lugar, debes, de manera consciente, intencional y pro-activa comenzar el día ¡CADA DÍA! pidiéndole al Espíritu Santo que tome el volante de tu vida, que sea Él quien dirija tus emociones, voluntad, pensamientos, acciones y omisiones. Que sea quien decida en qué dirección quiere llevar nuestro proyecto vital.

Cuarto, habrá momentos que no querrás ir en la dirección o seguir las indicaciones del Espíritu Santo y... tomarás tú el volante de tu vida, desplazarás al Espíritu Santo al asiento del copiloto en el mejor de los casos o, lo echarás fuera del vehículo en el peor de ellos para no tener que escuchar tu mala conciencia.

Quinto. Eso tiene arreglo. Es lo que habitualmente llamamos confesar, que en el idioma griego significa -estar de acuerdo-. Lo que hacemos es reconocer que nos hemos pasado, pedir perdón y ceder nuevamente el volante de la vida al Espíritu Santo.

Sexto ¿Cuántas veces hemos de hacer esto? Déjame que te conteste con otra pregunta ¿Cuántas veces respiras a lo largo del día? Pues tantas como necesitas. Del mismo modo hemos de aplicar esta dinámica tantas veces como sea necesaria en nuestras vidas.

Séptimo. Cuando este se convierte en un hábito en nuestras vidas experimentamos poco a poco, día a día, el poder transformador del Espíritu Santo en nuestra vida.

Espero haberme sabido explicar con la suficiente claridad.




 



Así que les aconsejo que vivan por el poder del Espíritu Santo. De esa manera no obedecerán los deseos de la naturaleza orientada al pecado. (Gálatas 5:16)


En la entrada de ayer hablaba que quien te controla determina tu conducta. Esta era la tensión que planteaba Pablo entre ser controlados por el vino o, por el contrario, por el Espíritu de Dios. ¿Cómo puede aterrizarse eso en la vida cotidiana ¡Vamos a verlo!

En primer lugar, si tienes una relación personal con Jesús, Él vive en ti por medio de su Espíritu Santo. El apóstol Pablo es categórico. Quien no tiene al Espíritu de Dios, no es del Padre.

En segundo lugar, que el Espíritu Santo viva en ti no es sinónimo de que te controle, que sea la fuerza dominante e influyente en tu vida. Me explicaré. Piensa en tu vida como un automóvil, solo hay un volante, solo una persona puede conducir al mismo tiempo. Los que estamos casados sabemos que el estar juntos en el automóvil es fuente de innumerables discusiones porque cada uno tiene su forma personal de conducir y los dos no pueden hacerlo simultáneamente.

En tercer lugar, debes, de manera consciente, intencional y pro-activa comenzar el día ¡CADA DÍA! pidiéndole al Espíritu Santo que tome el volante de tu vida, que sea Él quien dirija tus emociones, voluntad, pensamientos, acciones y omisiones. Que sea quien decida en qué dirección quiere llevar nuestro proyecto vital.

Cuarto, habrá momentos que no querrás ir en la dirección o seguir las indicaciones del Espíritu Santo y... tomarás tú el volante de tu vida, desplazarás al Espíritu Santo al asiento del copiloto en el mejor de los casos o, lo echarás fuera del vehículo en el peor de ellos para no tener que escuchar tu mala conciencia.

Quinto. Eso tiene arreglo. Es lo que habitualmente llamamos confesar, que en el idioma griego significa -estar de acuerdo-. Lo que hacemos es reconocer que nos hemos pasado, pedir perdón y ceder nuevamente el volante de la vida al Espíritu Santo.

Sexto ¿Cuántas veces hemos de hacer esto? Déjame que te conteste con otra pregunta ¿Cuántas veces respiras a lo largo del día? Pues tantas como necesitas. Del mismo modo hemos de aplicar esta dinámica tantas veces como sea necesaria en nuestras vidas.

Séptimo. Cuando este se convierte en un hábito en nuestras vidas experimentamos poco a poco, día a día, el poder transformador del Espíritu Santo en nuestra vida.

Espero haberme sabido explicar con la suficiente claridad.