Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y quienes lo habitan. (Salmo 24:1)


Como a tantas otras cosas, los derechos de la mujer, la violencia doméstica, la injusticia económica y social, la opresión de las minorías, el tráfico de seres humanos, los seguidores de Jesús hemos llegado tarde (algunos aún ni siquiera ven relación con la vida cristiana) a la ecología y la protección del medio ambiente. 

El salmista no puede ser más contundente: la tierra y todo lo que en ella hay es propiedad de nuestro Padre, consecuentemente, nosotros deberíamos ser los primeros en promover su cuidado, los primeros en recobrar el rol que nos fue otorgado en Génesis de ser mayordomos y administradores de la propiedad del Señor.

Sin embargo, nuestras actitudes hacia la ecología varían desde la clara oposición por vincularlo a la Nueva Era y no tener nada que ver con la agenda de género y el aborto, hasta ser parte de la orgía de consumismo y derroche de los recursos naturales que caracteriza a buena parte de la sociedad occidental. Tan solo unos pocos son conscientes de que los seguidores de Jesús deberíamos estar en primera línea defendiendo la herencia de nuestro Padre. 

Oremos, pues, por la cumbre de Glasgow y analicemos todos nuestros hábitos de consumo y relación con la creación. 

 



Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y quienes lo habitan. (Salmo 24:1)


Como a tantas otras cosas, los derechos de la mujer, la violencia doméstica, la injusticia económica y social, la opresión de las minorías, el tráfico de seres humanos, los seguidores de Jesús hemos llegado tarde (algunos aún ni siquiera ven relación con la vida cristiana) a la ecología y la protección del medio ambiente. 

El salmista no puede ser más contundente: la tierra y todo lo que en ella hay es propiedad de nuestro Padre, consecuentemente, nosotros deberíamos ser los primeros en promover su cuidado, los primeros en recobrar el rol que nos fue otorgado en Génesis de ser mayordomos y administradores de la propiedad del Señor.

Sin embargo, nuestras actitudes hacia la ecología varían desde la clara oposición por vincularlo a la Nueva Era y no tener nada que ver con la agenda de género y el aborto, hasta ser parte de la orgía de consumismo y derroche de los recursos naturales que caracteriza a buena parte de la sociedad occidental. Tan solo unos pocos son conscientes de que los seguidores de Jesús deberíamos estar en primera línea defendiendo la herencia de nuestro Padre. 

Oremos, pues, por la cumbre de Glasgow y analicemos todos nuestros hábitos de consumo y relación con la creación. 

 



Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y quienes lo habitan. (Salmo 24:1)


Como a tantas otras cosas, los derechos de la mujer, la violencia doméstica, la injusticia económica y social, la opresión de las minorías, el tráfico de seres humanos, los seguidores de Jesús hemos llegado tarde (algunos aún ni siquiera ven relación con la vida cristiana) a la ecología y la protección del medio ambiente. 

El salmista no puede ser más contundente: la tierra y todo lo que en ella hay es propiedad de nuestro Padre, consecuentemente, nosotros deberíamos ser los primeros en promover su cuidado, los primeros en recobrar el rol que nos fue otorgado en Génesis de ser mayordomos y administradores de la propiedad del Señor.

Sin embargo, nuestras actitudes hacia la ecología varían desde la clara oposición por vincularlo a la Nueva Era y no tener nada que ver con la agenda de género y el aborto, hasta ser parte de la orgía de consumismo y derroche de los recursos naturales que caracteriza a buena parte de la sociedad occidental. Tan solo unos pocos son conscientes de que los seguidores de Jesús deberíamos estar en primera línea defendiendo la herencia de nuestro Padre. 

Oremos, pues, por la cumbre de Glasgow y analicemos todos nuestros hábitos de consumo y relación con la creación.