Ayudaos mutuamente a soportar las dificultades, y así cumpliréis la ley de Cristo.
—Gálatas 6:2

La palabra que en la versión castellana ha sido traducida por «dificultades» en el original griego se trata de una carga tan pesada que la persona sucumbe ante su peso y es inca- paz de sobrellevarla.

Es cierto que hay situaciones, experiencias, realidades en la vida que nos hunden debido a que son mucho mayores de lo que nosotros, por nosotros mismos, somos capaces de soportar. Es aquí, precisamente aquí, donde la Palabra de Dios nos pide que como se- guidores de Jesús demos la talla y tengamos, no sólo la disponibilidad, sino también la intencionalidad de sobrellevar, de ayudar a llevar, esa sobrecarga que nuestro hermano soporta. De esta manera, afirma el apóstol, estaremos cumpliendo aquello que Jesús, el Señor, espera de nosotros.

Para poder hacer eso es preciso desarrollar una sensibilidad hacia el prójimo, hacia el otro. Muchos de nosotros estamos tan centrados en nuestra propia carga que, ni por asomo, nos ponemos a pensar en las cargas de los otros ¡Bastante tenemos con la nues- tra! De hecho, lo que buscamos es alguien que nos eche una mano a nosotros.

Otros, aunque no estemos sobrecargados, ni siquiera tenemos la capacidad de ver al otro cargado. Estamos enfocados en nosotros mismos y no tenemos ni el tiempo ni las ganas ni la capacidad de ver al otro o, si lo vemos sobrecargado, no pensamos que sea nuestra responsabilidad y, por tanto, nos desentendemos.

La invitación de la Cuaresma es a vernos desde fuera y valorar cómo respondemos al prójimo cargado, qué nivel de sensibilidad tenemos hacia el mismo, qué nivel de enten- dimiento tenemos de la realidad que nuestra carga sólo se aligera cuando ayudamos a otros a cargar la suya.

Cuando miras con distancia y perspectiva ¿Qué ves?

¿Qué personas hay a tu alrededor cargadas emocional, física, intelectual, so- cial o espiritualmente?

¿Cómo puedes, de forma práctica, ayudarles a sobrellevar la carga? ¿Qué primer paso práctico vas a dar?

 


Ayudaos mutuamente a soportar las dificultades, y así cumpliréis la ley de Cristo.
—Gálatas 6:2

La palabra que en la versión castellana ha sido traducida por «dificultades» en el original griego se trata de una carga tan pesada que la persona sucumbe ante su peso y es inca- paz de sobrellevarla.

Es cierto que hay situaciones, experiencias, realidades en la vida que nos hunden debido a que son mucho mayores de lo que nosotros, por nosotros mismos, somos capaces de soportar. Es aquí, precisamente aquí, donde la Palabra de Dios nos pide que como se- guidores de Jesús demos la talla y tengamos, no sólo la disponibilidad, sino también la intencionalidad de sobrellevar, de ayudar a llevar, esa sobrecarga que nuestro hermano soporta. De esta manera, afirma el apóstol, estaremos cumpliendo aquello que Jesús, el Señor, espera de nosotros.

Para poder hacer eso es preciso desarrollar una sensibilidad hacia el prójimo, hacia el otro. Muchos de nosotros estamos tan centrados en nuestra propia carga que, ni por asomo, nos ponemos a pensar en las cargas de los otros ¡Bastante tenemos con la nues- tra! De hecho, lo que buscamos es alguien que nos eche una mano a nosotros.

Otros, aunque no estemos sobrecargados, ni siquiera tenemos la capacidad de ver al otro cargado. Estamos enfocados en nosotros mismos y no tenemos ni el tiempo ni las ganas ni la capacidad de ver al otro o, si lo vemos sobrecargado, no pensamos que sea nuestra responsabilidad y, por tanto, nos desentendemos.

La invitación de la Cuaresma es a vernos desde fuera y valorar cómo respondemos al prójimo cargado, qué nivel de sensibilidad tenemos hacia el mismo, qué nivel de enten- dimiento tenemos de la realidad que nuestra carga sólo se aligera cuando ayudamos a otros a cargar la suya.

Cuando miras con distancia y perspectiva ¿Qué ves?

¿Qué personas hay a tu alrededor cargadas emocional, física, intelectual, so- cial o espiritualmente?

¿Cómo puedes, de forma práctica, ayudarles a sobrellevar la carga? ¿Qué primer paso práctico vas a dar?

 


Ayudaos mutuamente a soportar las dificultades, y así cumpliréis la ley de Cristo.
—Gálatas 6:2

La palabra que en la versión castellana ha sido traducida por «dificultades» en el original griego se trata de una carga tan pesada que la persona sucumbe ante su peso y es inca- paz de sobrellevarla.

Es cierto que hay situaciones, experiencias, realidades en la vida que nos hunden debido a que son mucho mayores de lo que nosotros, por nosotros mismos, somos capaces de soportar. Es aquí, precisamente aquí, donde la Palabra de Dios nos pide que como se- guidores de Jesús demos la talla y tengamos, no sólo la disponibilidad, sino también la intencionalidad de sobrellevar, de ayudar a llevar, esa sobrecarga que nuestro hermano soporta. De esta manera, afirma el apóstol, estaremos cumpliendo aquello que Jesús, el Señor, espera de nosotros.

Para poder hacer eso es preciso desarrollar una sensibilidad hacia el prójimo, hacia el otro. Muchos de nosotros estamos tan centrados en nuestra propia carga que, ni por asomo, nos ponemos a pensar en las cargas de los otros ¡Bastante tenemos con la nues- tra! De hecho, lo que buscamos es alguien que nos eche una mano a nosotros.

Otros, aunque no estemos sobrecargados, ni siquiera tenemos la capacidad de ver al otro cargado. Estamos enfocados en nosotros mismos y no tenemos ni el tiempo ni las ganas ni la capacidad de ver al otro o, si lo vemos sobrecargado, no pensamos que sea nuestra responsabilidad y, por tanto, nos desentendemos.

La invitación de la Cuaresma es a vernos desde fuera y valorar cómo respondemos al prójimo cargado, qué nivel de sensibilidad tenemos hacia el mismo, qué nivel de enten- dimiento tenemos de la realidad que nuestra carga sólo se aligera cuando ayudamos a otros a cargar la suya.

Cuando miras con distancia y perspectiva ¿Qué ves?

¿Qué personas hay a tu alrededor cargadas emocional, física, intelectual, so- cial o espiritualmente?

¿Cómo puedes, de forma práctica, ayudarles a sobrellevar la carga? ¿Qué primer paso práctico vas a dar?