El Señor me sostiene. (Salmo 3:6)

David escribe este salmo en una situación muy angustiosa de su vida. Absalón, su hijo, se ha rebelado contra él y ha usurpado el trono. El salmista debe huir con un puñado de fieles para, literalmente, salvar el pellejo. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando, salvando las distancias, nos encontramos en situaciones de peligro, miedo, angustia, desesperación, sensación o realidad de falta de control, carencias de opciones y un etcétera tan grande como queramos hacerlo? 

En el salmo David refleja su reacción delante de la situación. No nos encontramos, por tanto, ante consejos teóricos sobre cómo actuar en situaciones difíciles. Nos hallamos ante las reflexiones de alguien que está literalmente en peligro de muerte y nos describe su respuesta ante la realidad que afronta. Hay, en mi opinión, dos aspectos a tener en cuenta. Primero, cuál es la perspectiva de la vida que tiene David. Segundo, confiar no significa no actuar. 

Comencemos, pues, por el primero. Ante la adversidad el rey rememora el carácter de Dios. Sus afirmaciones son contundentes -y no olvidemos en que contexto las hace-: el Señor es mi escudo, me sostiene, me libra del miedo, me responde, me eleva por encima de las circunstancias; la salvación viene de Él. No niega la realidad del exilio y la persecución, se remonta por encima de ella llenando su mente con la realidad de Dios.

Sigamos con el segundo. David no es pasivo. La confianza en Dios como realidad última no impide el tomar acción y actuar sobre aquellas cosas sobre las que tiene control. El rey huye con su guardia personal, deja personas en la corte del usurpador para que desvíen sus consejos, activa las estrategias que están dentro de sus posibilidades.

Creo que el salmo nos enseña una buena estrategia para actuar en las situaciones difíciles: actúa en lo que está bajo tu control y descansa en el Señor para todo aquello que está fuera de tu control.


¿Qué situaciones estás viviendo que te exigen distinguir en qué actuar y en qué confiar?

 




El Señor me sostiene. (Salmo 3:6)

David escribe este salmo en una situación muy angustiosa de su vida. Absalón, su hijo, se ha rebelado contra él y ha usurpado el trono. El salmista debe huir con un puñado de fieles para, literalmente, salvar el pellejo. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando, salvando las distancias, nos encontramos en situaciones de peligro, miedo, angustia, desesperación, sensación o realidad de falta de control, carencias de opciones y un etcétera tan grande como queramos hacerlo? 

En el salmo David refleja su reacción delante de la situación. No nos encontramos, por tanto, ante consejos teóricos sobre cómo actuar en situaciones difíciles. Nos hallamos ante las reflexiones de alguien que está literalmente en peligro de muerte y nos describe su respuesta ante la realidad que afronta. Hay, en mi opinión, dos aspectos a tener en cuenta. Primero, cuál es la perspectiva de la vida que tiene David. Segundo, confiar no significa no actuar. 

Comencemos, pues, por el primero. Ante la adversidad el rey rememora el carácter de Dios. Sus afirmaciones son contundentes -y no olvidemos en que contexto las hace-: el Señor es mi escudo, me sostiene, me libra del miedo, me responde, me eleva por encima de las circunstancias; la salvación viene de Él. No niega la realidad del exilio y la persecución, se remonta por encima de ella llenando su mente con la realidad de Dios.

Sigamos con el segundo. David no es pasivo. La confianza en Dios como realidad última no impide el tomar acción y actuar sobre aquellas cosas sobre las que tiene control. El rey huye con su guardia personal, deja personas en la corte del usurpador para que desvíen sus consejos, activa las estrategias que están dentro de sus posibilidades.

Creo que el salmo nos enseña una buena estrategia para actuar en las situaciones difíciles: actúa en lo que está bajo tu control y descansa en el Señor para todo aquello que está fuera de tu control.


¿Qué situaciones estás viviendo que te exigen distinguir en qué actuar y en qué confiar?

 




El Señor me sostiene. (Salmo 3:6)

David escribe este salmo en una situación muy angustiosa de su vida. Absalón, su hijo, se ha rebelado contra él y ha usurpado el trono. El salmista debe huir con un puñado de fieles para, literalmente, salvar el pellejo. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando, salvando las distancias, nos encontramos en situaciones de peligro, miedo, angustia, desesperación, sensación o realidad de falta de control, carencias de opciones y un etcétera tan grande como queramos hacerlo? 

En el salmo David refleja su reacción delante de la situación. No nos encontramos, por tanto, ante consejos teóricos sobre cómo actuar en situaciones difíciles. Nos hallamos ante las reflexiones de alguien que está literalmente en peligro de muerte y nos describe su respuesta ante la realidad que afronta. Hay, en mi opinión, dos aspectos a tener en cuenta. Primero, cuál es la perspectiva de la vida que tiene David. Segundo, confiar no significa no actuar. 

Comencemos, pues, por el primero. Ante la adversidad el rey rememora el carácter de Dios. Sus afirmaciones son contundentes -y no olvidemos en que contexto las hace-: el Señor es mi escudo, me sostiene, me libra del miedo, me responde, me eleva por encima de las circunstancias; la salvación viene de Él. No niega la realidad del exilio y la persecución, se remonta por encima de ella llenando su mente con la realidad de Dios.

Sigamos con el segundo. David no es pasivo. La confianza en Dios como realidad última no impide el tomar acción y actuar sobre aquellas cosas sobre las que tiene control. El rey huye con su guardia personal, deja personas en la corte del usurpador para que desvíen sus consejos, activa las estrategias que están dentro de sus posibilidades.

Creo que el salmo nos enseña una buena estrategia para actuar en las situaciones difíciles: actúa en lo que está bajo tu control y descansa en el Señor para todo aquello que está fuera de tu control.


¿Qué situaciones estás viviendo que te exigen distinguir en qué actuar y en qué confiar?