Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas. Aunque tiemble la tierra y se hundan las montañas hasta el fondo del mar; aunque se levanten grandes olas y sacudan los cerros con violencia. ¡No tendremos miedo! (Salmo 46:1-3)


Escribo en tiempos del coronavirus y siendo además grupo de riesgo debido a mi reciente neumonía y edad. No quiero minimizar la situación, los peligros y los riesgos que unos más que otros corremos. Por responsabilidad personal y social voy a seguir todos los consejos que las autoridades nos indiquen, pero quiero declarar que no tengo miedo ni preocupación por mi vida. Quiero declarar que no pienso en la estupidez de que si somos hijos de Dios nada nos va a pasar ¡Dónde en las Escrituras si afirma tal cosa! El virus nos afectará como a cualquier otra persona y lo que nos suceda está en las manos del Señor, quien tiene determinados nuestros tiempos y nada pasará en nuestras vidas que Él no permita. 

En mi humilde opinión esto me ayuda a afrontar la situación con calma y sin miedo. Me permite estar al margen, por un lado de la ansiedad que aprisiona a una parte de la población. Por el otro a la frivolidad con la que muchas perciben la situación. Creo que descanso en un Dios que todavía tiene el control del universo y en quien puedo reposar como lo que es, una poderosa fortaleza; sabiendo que mi vida no está en las manos del azar o la casualidad, sino en las suyas; sabiendo que cumplirá su propósito en mí y no desamparará la obra de sus manos. No sé qué me deparará el futuro con relación a esta pandemia. No tengo ganas de irme de este mundo. Pero, si el momento llegará, vivo con la satisfacción de haber vivido bien, de haber tratado de dejar un legado, de haber tratado -no siempre con éxito- de ser un agente de restauración y reconciliación. Como dice el salmista ¡No tengamos miedo!

¿Cómo vives el coronavirus?




Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas. Aunque tiemble la tierra y se hundan las montañas hasta el fondo del mar; aunque se levanten grandes olas y sacudan los cerros con violencia. ¡No tendremos miedo! (Salmo 46:1-3)


Escribo en tiempos del coronavirus y siendo además grupo de riesgo debido a mi reciente neumonía y edad. No quiero minimizar la situación, los peligros y los riesgos que unos más que otros corremos. Por responsabilidad personal y social voy a seguir todos los consejos que las autoridades nos indiquen, pero quiero declarar que no tengo miedo ni preocupación por mi vida. Quiero declarar que no pienso en la estupidez de que si somos hijos de Dios nada nos va a pasar ¡Dónde en las Escrituras si afirma tal cosa! El virus nos afectará como a cualquier otra persona y lo que nos suceda está en las manos del Señor, quien tiene determinados nuestros tiempos y nada pasará en nuestras vidas que Él no permita. 

En mi humilde opinión esto me ayuda a afrontar la situación con calma y sin miedo. Me permite estar al margen, por un lado de la ansiedad que aprisiona a una parte de la población. Por el otro a la frivolidad con la que muchas perciben la situación. Creo que descanso en un Dios que todavía tiene el control del universo y en quien puedo reposar como lo que es, una poderosa fortaleza; sabiendo que mi vida no está en las manos del azar o la casualidad, sino en las suyas; sabiendo que cumplirá su propósito en mí y no desamparará la obra de sus manos. No sé qué me deparará el futuro con relación a esta pandemia. No tengo ganas de irme de este mundo. Pero, si el momento llegará, vivo con la satisfacción de haber vivido bien, de haber tratado de dejar un legado, de haber tratado -no siempre con éxito- de ser un agente de restauración y reconciliación. Como dice el salmista ¡No tengamos miedo!

¿Cómo vives el coronavirus?




Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas. Aunque tiemble la tierra y se hundan las montañas hasta el fondo del mar; aunque se levanten grandes olas y sacudan los cerros con violencia. ¡No tendremos miedo! (Salmo 46:1-3)


Escribo en tiempos del coronavirus y siendo además grupo de riesgo debido a mi reciente neumonía y edad. No quiero minimizar la situación, los peligros y los riesgos que unos más que otros corremos. Por responsabilidad personal y social voy a seguir todos los consejos que las autoridades nos indiquen, pero quiero declarar que no tengo miedo ni preocupación por mi vida. Quiero declarar que no pienso en la estupidez de que si somos hijos de Dios nada nos va a pasar ¡Dónde en las Escrituras si afirma tal cosa! El virus nos afectará como a cualquier otra persona y lo que nos suceda está en las manos del Señor, quien tiene determinados nuestros tiempos y nada pasará en nuestras vidas que Él no permita. 

En mi humilde opinión esto me ayuda a afrontar la situación con calma y sin miedo. Me permite estar al margen, por un lado de la ansiedad que aprisiona a una parte de la población. Por el otro a la frivolidad con la que muchas perciben la situación. Creo que descanso en un Dios que todavía tiene el control del universo y en quien puedo reposar como lo que es, una poderosa fortaleza; sabiendo que mi vida no está en las manos del azar o la casualidad, sino en las suyas; sabiendo que cumplirá su propósito en mí y no desamparará la obra de sus manos. No sé qué me deparará el futuro con relación a esta pandemia. No tengo ganas de irme de este mundo. Pero, si el momento llegará, vivo con la satisfacción de haber vivido bien, de haber tratado de dejar un legado, de haber tratado -no siempre con éxito- de ser un agente de restauración y reconciliación. Como dice el salmista ¡No tengamos miedo!

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