Nosotros, sin embargo, no somos de los que se acobardan y terminan sucumbiendo. Somos gente de fe que buscamos salvarnos. (Hebreos 10:39)

El capítulo diez vuelve a incidir en la increíble salvación, que por medio de Jesús, Dios ha provisto para la humanidad. Una salvación basada en su sacrificio y nuestra respuesta en fe, confianza, al mismo. Que nos abre el camino hacia el lugar santísimo donde podemos entrar y relacionarnos con el Señor como hijos amados y aceptados.

A continuación, el anónimo escritor, hace una serie de recomendaciones acerca de cómo todo lo anterior debe de repercutir en nuestra vida personal y cotidiana. Hace, al mismo tiempo, alertas sobre el peligro de la apostasía en medio de las persecuciones que los receptores de su carta estaban sufriendo. Es, precisamente, en ese contexto donde se incluye el versículo que aparece en la cabecera de esta entrada. 

Cobardía y sucumbir ante las realidades de la vida en contraste con confianza y persistencia ante las mismas. Pocos -si es que alguien de nosotros- tiene que sufrir en nuestros días el tipo de persecución que experimentaron los primeros lectores de esta epístola. La persecución con la pública exposición, la expropiación de sus bienes, la cárcel e incluso la muerte acompañó a muchos de los hermanos que nos precedieron. Pero se mantuvieron firmes en base a su confianza. Muchos de nosotros hemos sido educados en una teología que no tiene lugar para el dolor y el sufrimiento y, como consecuencia, cuando ambos y otras situaciones adversas aparecen en nuestras vidas, nos sentimos frustrados, decepcionados y desorientados porque algo así nos pueda pasar a nosotros que somos hijos del Señor.  Sin ninguna duda ese es el momento de no acobardarse y no sucumbir; antes al contrario, seguimos adelante con los ojos puestos en Jesús.


¿Cómo respondes ante las circunstancias adversas de la vida?





Nosotros, sin embargo, no somos de los que se acobardan y terminan sucumbiendo. Somos gente de fe que buscamos salvarnos. (Hebreos 10:39)

El capítulo diez vuelve a incidir en la increíble salvación, que por medio de Jesús, Dios ha provisto para la humanidad. Una salvación basada en su sacrificio y nuestra respuesta en fe, confianza, al mismo. Que nos abre el camino hacia el lugar santísimo donde podemos entrar y relacionarnos con el Señor como hijos amados y aceptados.

A continuación, el anónimo escritor, hace una serie de recomendaciones acerca de cómo todo lo anterior debe de repercutir en nuestra vida personal y cotidiana. Hace, al mismo tiempo, alertas sobre el peligro de la apostasía en medio de las persecuciones que los receptores de su carta estaban sufriendo. Es, precisamente, en ese contexto donde se incluye el versículo que aparece en la cabecera de esta entrada. 

Cobardía y sucumbir ante las realidades de la vida en contraste con confianza y persistencia ante las mismas. Pocos -si es que alguien de nosotros- tiene que sufrir en nuestros días el tipo de persecución que experimentaron los primeros lectores de esta epístola. La persecución con la pública exposición, la expropiación de sus bienes, la cárcel e incluso la muerte acompañó a muchos de los hermanos que nos precedieron. Pero se mantuvieron firmes en base a su confianza. Muchos de nosotros hemos sido educados en una teología que no tiene lugar para el dolor y el sufrimiento y, como consecuencia, cuando ambos y otras situaciones adversas aparecen en nuestras vidas, nos sentimos frustrados, decepcionados y desorientados porque algo así nos pueda pasar a nosotros que somos hijos del Señor.  Sin ninguna duda ese es el momento de no acobardarse y no sucumbir; antes al contrario, seguimos adelante con los ojos puestos en Jesús.


¿Cómo respondes ante las circunstancias adversas de la vida?





Nosotros, sin embargo, no somos de los que se acobardan y terminan sucumbiendo. Somos gente de fe que buscamos salvarnos. (Hebreos 10:39)

El capítulo diez vuelve a incidir en la increíble salvación, que por medio de Jesús, Dios ha provisto para la humanidad. Una salvación basada en su sacrificio y nuestra respuesta en fe, confianza, al mismo. Que nos abre el camino hacia el lugar santísimo donde podemos entrar y relacionarnos con el Señor como hijos amados y aceptados.

A continuación, el anónimo escritor, hace una serie de recomendaciones acerca de cómo todo lo anterior debe de repercutir en nuestra vida personal y cotidiana. Hace, al mismo tiempo, alertas sobre el peligro de la apostasía en medio de las persecuciones que los receptores de su carta estaban sufriendo. Es, precisamente, en ese contexto donde se incluye el versículo que aparece en la cabecera de esta entrada. 

Cobardía y sucumbir ante las realidades de la vida en contraste con confianza y persistencia ante las mismas. Pocos -si es que alguien de nosotros- tiene que sufrir en nuestros días el tipo de persecución que experimentaron los primeros lectores de esta epístola. La persecución con la pública exposición, la expropiación de sus bienes, la cárcel e incluso la muerte acompañó a muchos de los hermanos que nos precedieron. Pero se mantuvieron firmes en base a su confianza. Muchos de nosotros hemos sido educados en una teología que no tiene lugar para el dolor y el sufrimiento y, como consecuencia, cuando ambos y otras situaciones adversas aparecen en nuestras vidas, nos sentimos frustrados, decepcionados y desorientados porque algo así nos pueda pasar a nosotros que somos hijos del Señor.  Sin ninguna duda ese es el momento de no acobardarse y no sucumbir; antes al contrario, seguimos adelante con los ojos puestos en Jesús.


¿Cómo respondes ante las circunstancias adversas de la vida?