Reconstruiré aquel día la choza caída de David, repararé sus brechas, levantaré sus ruinas y la reconstruiré como antaño. (Amós 9:11)


El profeta que ha denunciado la religiosidad vacía, la inmoralidad, la corrupción y la injusticia del pueblo acaba con una nota de esperanza, un día el Señor restaurará, reconstruirá, reparará, levantará de nuevo la heredad de David.

Me gusta que el libro de Amós acabe con un mensaje de esperanza, de hecho, todos los profetas después de anunciar el juicio siempre traen un mensaje de este tipo. Me gusta porque refleja el carácter de nuestro Dios quien está siempre presto y pronto a restaurar nuestra ruina de vida si se lo permitimos.

No importa cuál sea el estado actual, no importa el nivel de deterioro al que tu vida y la mía hayan llegado, no importa si los que nos rodean consideran que somos casos perdidos y sin ningún tipo de esperanza ni solución presente o futura. Nada de ello importa porque Dios es el Gran Restaurador, el que puede tomar en sus manos una ruina y convertirla en un palacio, un desastre y hacer de él o de ella un instrumento digno. 

Los procesos que el Señor usa pueden ser dolorosos, no porque Él infrinja castigo, sino porque todo proceso de restauración pasa por desaprender, cambiar, desprenderse, eliminar, incorporar y todo eso no siempre, o más bien, casi nunca es fácil. Pero el mensaje continúa siendo de gran esperanza para todos nosotros, Él siempre está dispuesto a restaurar.


¿Qué te impide volverte al Señor para ser restaurado?