Escuchad esto, los que aplastáis al pobre y queréis eliminar a la gente humilde del país diciendo: “¿Cuándo pasará la fiesta del novilunio para que podamos vender el cereal, y el sábado para dar salida al trigo? Usaremos medidas trucadas, aumentaremos el peso del siclo y falsearemos las balanzas. Compraremos al indigente por dinero y al pobre a cambio de un par de sandalias; incluso haremos negocio con el salvado del trigo”. Pues bien, el Señor ha jurado por el honor de Jacob que nunca se olvidará de esas acciones. (Amós 8:4-7)


A menudo tengo la triste sensación de que la iglesia se ha centrado en la santidad de Dios, lo cual naturalmente es correcto, pero ha olvidado la justicia de Dios. Podría también afirmarse que hemos valorado lo primero a costa de lo segundo. Ambas cosas forman parte del carácter de Dios, ambas deben tenerse en cuenta con la misma importancia y centralidad.

Este desequilibrio se traslada a los temas que nos preocupan y a aquellos que nos dejan indiferentes. La santidad del Señor da pie a nuestra moralidad y, consecuentemente, encontramos inaceptables determinados temas, muchos de ellos de índole sexual y por eso levantamos nuestras voces contra los mismos, hacemos multitud de entradas en Facebook, sermones, declaraciones públicas y privadas y nos rasgamos las vestiduras.

Pero la justicia del Señor da pie a nuestra ética y nuestro sentido -sé que es redundante- de la justicia y, consecuentemente, deberíamos levantar nuestra voz contra toda injusticia porque todo ello también va contra el carácter del Señor. Me siento cansado de decir una y otra vez que Dios no es capitalista y que todos los excesos del gran capital y toda la pobreza e injusticia que genera ni placen, ni agradan al Señor, ni deberíamos estar indiferentes a los mismos.

Moralidad sin justicia es hipocresía y es, precisamente, lo que nos hace perder credibilidad ante la sociedad y eso no es lo peor, sino que no reflejamos con integridad el carácter del Señor que tiene tanta preocupación o más por el pobre, el inmigrante explotado, la mujer maltratada, los refugiados, los que viven con salarios de miseria, los niños abusados, etc.  que por el avance de la agenda homosexual en nuestros países. 

El profeta Amós, siempre de parte de Dios, no sólo levanta una voz contra la inmoralidad, también contra la injusticia.


¿Qué situaciones de injusticia exigen de ti que levantes tu voz para reflejar el carácter del Señor?