Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. (Lucas 23:43)
Lucas es el único evangelista que refleja este detalle pero es importante. Jesús no obtuvo la respuesta por la que clamó, sus amigos no estuvieron a la altura, se durmieron repetidamente, pero un ángel le dio fuerzas en medio de la prueba, la angustia, el sufrimiento. En la Biblia los ángeles representan la evidencia de la presencia del Señor; lo vemos una y otra vez en el Antiguo Testamento.
Muchas lecciones se pueden aprender de Getsemaní: la vulnerabilidad, la necesidad que tenemos de otros en los momentos de dificultad, el derecho a poder experimentar la angustia, el miedo y el sufrimiento y, a la vez, podérselos expresar con libertad al Señor. También que es legítimo verbalizar nuestros deseos en la oración sometiéndolos a la voluntad del Padre. La última lección es que en medio de la prueba no estaremos solos.
Es muy posible que cuando experimentamos esas situaciones pensemos que Dios nos ha abandonado; pero no es así. Jesús tuvo su ángel, nosotros tenemos la presencia de Jesús en nuestras vidas. El Maestro vive en nosotros por medio de su Espiritu. No hay ninguna promesa en las Escritura que indiquen que el dolor y el sufrimiento no nos alcanzarán. Sin embargo, se repite una y otra vez la promesa que al afrontarlos no estaremos solos, Él estará con nosotros proveyendo la fuerza emocional, mental y espiritual para afrontarlo.