En esto, Jesús les salió al encuentro. (Mateo 28:10)


Cuando María Magdalena y la otra María regresaban de la tumba el Maestro les salió al encuentro. Lucas, en su evangelio, también nos relata una situación similar en la que Jesús sale al encuentro de dos de sus discípulos que iban camino de Emaús. En el primero de los casos Jesús fue reconocido, no sucedió así con el segundo.

Leer este pasaje me ha llevado a pensar en Jesús en el contexto de la vida cotidiana. No tiene sentido (como pastor hablo) pensar que hemos de esperar a un día específico, para ir a un lugar específico, a fin de encontrarnos con el Maestro. No puede ser que nuestra experiencia de Jesús sea de domingo en domingo y haya un vacío de su presencia y su experiencia durante el resto de la semana.

Por eso me ha chocado -positivamente- la idea de Jesús saliendo al encuentro, porque me ayuda a ver la espiritualidad desde un punto de vista muy diferente. Ya no se trata de yo buscando al Señor, antes al contrario, se trata de Él saliendo a mi encuentro en el contexto de la vida cotidiana y yo teniendo o no la capacidad de saberlo ver e identificar. Lo que aprendo de este pasaje es la necesidad de ser intencional y pro-activo en reconocer a Jesús cuando salga a mi encuentro porque me doy cuenta que estoy tan acostumbrado a esperarlo, encontrarlo y verlo únicamente en ciertos lugares que pierdo de vista su presencia en lo ordinario, en el día a día y me preocupa que, como les pasó a los discípulos de Jesús, esté a mi lado y, ni siquiera lo reconozca.

Para que esta reflexión no quede en la estratosfera o parezca esotérica, vamos, pues a aterrizarla, pensemos que el propio Maestro afirmó que Jesús sale a nuestro encuentro cada vez que interactuamos con nuestro prójimo. Allá, en el otro, está Jesús y debemos verlo, reconocerlo, experimentarlo.


¿Qué puedes hacer el día de hoy para experimentar al Jesús que sale a tu encuentro?