Un joven corrió y dio aviso a Moisés, diciendo:— Eldad y Medad están actuando como profetas en el campamento. Entonces Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés desde su juventud, intervino diciendo:— Señor mío Moisés, ¡detenlos! Pero Moisés le respondió:— ¿Estás celoso por mí? Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y el Señor les infundiera su espíritu. (Números 11:27-29)

Hay una tendencia natural en nosotros hacia el control en todas las dimensiones de nuestra vida y, naturalmente, el ministerio, el servicio cristiano no se escapa de ello. Este fácilmente se convierte en nuestro medio de realización y validación personal. Ya que el corazón humano, tal y como dicen las Escrituras, es engañoso, no resulta fácil discernir nuestras motivaciones y saber si nos estamos sirviendo a nosotros mismos o estamos sirviendo a Dios.  Tal vez una de las evidencias es cómo manejamos el éxito de otras personas y/o organizaciones que sirven al Señor como lo hacemos nosotros. Moises tenía la capacidad de celebrar cualquier manifestación del Señor estuviera o no bajo su control. Podía reconocer la intervención de Dios y no sentirse amenazado en su liderazgo, su rol y su posición. Moisés sabía quién era y sabía cuál era su papel en la economía y planes del Señor, consecuentemente, no se sentía amenazado por otros. Lamentablemente puede que este no sea nuestro caso y cualquiera que crezca y se desarrolle sea percibido por nosotros como un competidor, una posible amenaza que nos lleve a la envidia y a la competición.