Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado... la sabiduría me muestras en lo oculto. (Salmo 51:5 y 8)

Dios perdona el pecado cuando lo reconocemos. Creo que aquí, esta palabra, reconocer, tiene el valor de confesar, es decir, de estar de acuerdo con el Señor en cuanto a la gravedad de lo que hemos hecho. El pecado es un tema serio porque es una ofensa contra Dios y, con demasiada frecuencia, tiene repercusiones sobre nosotros mismos o nuestro prójimo. El pecado siempre engendra muerte en el sentido más amplio de la expresión.

El problema es que, en ocasiones, nos cuesta identificar nuestro pecado porque tenemos puntos ciegos y aunque está ahí somos incapaces de verlo y no podemos reconocer aquello que desconocemos. Por eso, la segunda parte del pasaje mencionado al principio de la entrada, nos habla acerca del Dios que nos habla en lo oculto y nos puede dar luz sobre esos puntos ciegos (véase también el Salmo 139:23-24).

La Cuaresma puede ser un buen tiempo para pedirle al Señor que nos muestre nuestros puntos ciegos y reconocer, confesar, nuestro pecado ante Él para quedar limpios.