Cuando el rey entró a ver a los invitados, observó que uno de ellos no llevaba traje de boda 12 y le preguntó: “Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?”. Él se negó a contestar. 13 Entonces el rey dijo a los criados: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes”. 14 Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 22:11-14)


Tradicionalmente esta parábola aparece juntamente con la de las bodas como si se tratara de un único relato. Sin embargo, atendiendo a la estructura literaria, muchos eruditos bíblicos afirman que se trata de dos parábolas diferentes. En caso contrario, no tendría ningún sentido que fuera condenado por no estar vestido para la boda aquel que fue invitado de improviso y era un simple transeúnte. No se podía esperar de él que fuera adecuadamente vestido. Sin embargo, todo cambia si la persona había sido llamada para acudir a un festejo real y cuando se presentó no estaba adecuadamente vestido para la ocasión. En aquel contexto cultural -incluso en el actual- sería considerado una total falta de reverencia y respeto hacia el anfitrión. En unas semanas mis dos hijos se graduarán en la universidad. Hemos recibido la invitación para acudir a la ceremonia y también las indicaciones acerca de la forma en que debemos ir vestidos: traje y corbata para los caballeros y vestido de cóctel para las señoras. Esa es la expectativa para todos los que acudan a tan magno evento. 

¿Cuál es la lección para nosotros? Pienso que la correcta reverencia y respeto hacia el Señor. Personalmente creo que ambas cosas tienen que ver más con la actitud del corazón que con el aspecto externo. Uno puede ir vestido impecablemente a las reuniones de su comunidad y, sin embargo, su corazón estar en pecado y su servicio ser zafio y carente de excelencia y de la dignidad que Dios espera y merece. Contrariamente, uno puede ir vestido informalmente pero su corazón y servicio están alineados con la voluntad y los propósitos del Señor. Pensemos que durante las 24 horas del día vivimos en la presencia del Señor puesto que somos templo del Espíritu Santo ¿Cómo hemos de comportarnos en nuestra manera de vivir? ¿Qué actitudes han de presidir nuestra vida? ¿Qué ha de caracterizarnos?  He podido observar a lo largo de mi dilatada carrera ministerial que muchos cristianos tratan a Dios como no tratarían nunca a su jefe. Sirven al Señor de una forma que les costaría el despido en cualquier empresa y, además, hemos de estarles agradecidos, como si el privilegiado fuera Dios de tenerlos a ellos y no al revés. Vivir para ver. 


¿Vestido adecuadamente?




Cuando el rey entró a ver a los invitados, observó que uno de ellos no llevaba traje de boda 12 y le preguntó: “Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?”. Él se negó a contestar. 13 Entonces el rey dijo a los criados: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes”. 14 Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 22:11-14)


Tradicionalmente esta parábola aparece juntamente con la de las bodas como si se tratara de un único relato. Sin embargo, atendiendo a la estructura literaria, muchos eruditos bíblicos afirman que se trata de dos parábolas diferentes. En caso contrario, no tendría ningún sentido que fuera condenado por no estar vestido para la boda aquel que fue invitado de improviso y era un simple transeúnte. No se podía esperar de él que fuera adecuadamente vestido. Sin embargo, todo cambia si la persona había sido llamada para acudir a un festejo real y cuando se presentó no estaba adecuadamente vestido para la ocasión. En aquel contexto cultural -incluso en el actual- sería considerado una total falta de reverencia y respeto hacia el anfitrión. En unas semanas mis dos hijos se graduarán en la universidad. Hemos recibido la invitación para acudir a la ceremonia y también las indicaciones acerca de la forma en que debemos ir vestidos: traje y corbata para los caballeros y vestido de cóctel para las señoras. Esa es la expectativa para todos los que acudan a tan magno evento. 

¿Cuál es la lección para nosotros? Pienso que la correcta reverencia y respeto hacia el Señor. Personalmente creo que ambas cosas tienen que ver más con la actitud del corazón que con el aspecto externo. Uno puede ir vestido impecablemente a las reuniones de su comunidad y, sin embargo, su corazón estar en pecado y su servicio ser zafio y carente de excelencia y de la dignidad que Dios espera y merece. Contrariamente, uno puede ir vestido informalmente pero su corazón y servicio están alineados con la voluntad y los propósitos del Señor. Pensemos que durante las 24 horas del día vivimos en la presencia del Señor puesto que somos templo del Espíritu Santo ¿Cómo hemos de comportarnos en nuestra manera de vivir? ¿Qué actitudes han de presidir nuestra vida? ¿Qué ha de caracterizarnos?  He podido observar a lo largo de mi dilatada carrera ministerial que muchos cristianos tratan a Dios como no tratarían nunca a su jefe. Sirven al Señor de una forma que les costaría el despido en cualquier empresa y, además, hemos de estarles agradecidos, como si el privilegiado fuera Dios de tenerlos a ellos y no al revés. Vivir para ver. 


¿Vestido adecuadamente?




Cuando el rey entró a ver a los invitados, observó que uno de ellos no llevaba traje de boda 12 y le preguntó: “Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?”. Él se negó a contestar. 13 Entonces el rey dijo a los criados: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes”. 14 Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 22:11-14)


Tradicionalmente esta parábola aparece juntamente con la de las bodas como si se tratara de un único relato. Sin embargo, atendiendo a la estructura literaria, muchos eruditos bíblicos afirman que se trata de dos parábolas diferentes. En caso contrario, no tendría ningún sentido que fuera condenado por no estar vestido para la boda aquel que fue invitado de improviso y era un simple transeúnte. No se podía esperar de él que fuera adecuadamente vestido. Sin embargo, todo cambia si la persona había sido llamada para acudir a un festejo real y cuando se presentó no estaba adecuadamente vestido para la ocasión. En aquel contexto cultural -incluso en el actual- sería considerado una total falta de reverencia y respeto hacia el anfitrión. En unas semanas mis dos hijos se graduarán en la universidad. Hemos recibido la invitación para acudir a la ceremonia y también las indicaciones acerca de la forma en que debemos ir vestidos: traje y corbata para los caballeros y vestido de cóctel para las señoras. Esa es la expectativa para todos los que acudan a tan magno evento. 

¿Cuál es la lección para nosotros? Pienso que la correcta reverencia y respeto hacia el Señor. Personalmente creo que ambas cosas tienen que ver más con la actitud del corazón que con el aspecto externo. Uno puede ir vestido impecablemente a las reuniones de su comunidad y, sin embargo, su corazón estar en pecado y su servicio ser zafio y carente de excelencia y de la dignidad que Dios espera y merece. Contrariamente, uno puede ir vestido informalmente pero su corazón y servicio están alineados con la voluntad y los propósitos del Señor. Pensemos que durante las 24 horas del día vivimos en la presencia del Señor puesto que somos templo del Espíritu Santo ¿Cómo hemos de comportarnos en nuestra manera de vivir? ¿Qué actitudes han de presidir nuestra vida? ¿Qué ha de caracterizarnos?  He podido observar a lo largo de mi dilatada carrera ministerial que muchos cristianos tratan a Dios como no tratarían nunca a su jefe. Sirven al Señor de una forma que les costaría el despido en cualquier empresa y, además, hemos de estarles agradecidos, como si el privilegiado fuera Dios de tenerlos a ellos y no al revés. Vivir para ver. 


¿Vestido adecuadamente?