Venid y ved. (Juan 1:39)


Si hacemos una lectura cronológica de los evangelios veremos que Pedro y un desconocido acompañante, ambos discípulos de Juan el Bautista, fueron los primeros en acercarse a Jesús y reconocerlo como Maestro. El Señor les hizo una invitación muy clara, venid y ved. La apologética cristiana más básica y fundamental siempre ha sido el observar las evidencias de las vidas y las comunidades transformadas. La gente podrá negar y rebatir argumentos pero ¿Qué puede objetarse ante la realidad de una vida cambiada? Sin duda, podrá atribuirse a otras razones, no necesariamente a la intervención de Dios pero, hay está la evidencia innegable. Me hace pensar en las palabras del ciego de nacimiento cuando, al ser confrontado por los fariseos, afirmó que la situación resultaba interesante; ellos tenían dudas acerca de la identidad de Jesús, lo único que él podía afirmar era que antes era ciego y ahora veía. 

¿Qué aplicación tiene esto para nosotros? Bien, me pregunto si mi vida y mi comunidad son para los no creyentes esa apologética irrefutable que representa una vida cambiada y transformada por el Espíritu de Dios. Me pregunto si mi vida tiene el suficiente grado de coherencia e integridad -que no de perfección- para poder afirmar a otros, venid y ved. Me pregunto si la comunidad a la que pertenezco refleja suficientemente el poder transformador del Evangelio para poder afirmar a los no creyentes que vengan a la misma y puedan ver lo que el Señor ha hecho y está haciendo en nosotros. Si no es así, algo no está funcionando bien. Si no es así, algo estamos ignorando u omitiendo. Si no es así, no somos esa apologética irrefutable que el mensaje necesita. Si no es así, hemos perdido el norte.


Y tú y tu comunidad ¿Podéis afirmar con confianza a un mundo no creyente venid y ved?



Venid y ved. (Juan 1:39)


Si hacemos una lectura cronológica de los evangelios veremos que Pedro y un desconocido acompañante, ambos discípulos de Juan el Bautista, fueron los primeros en acercarse a Jesús y reconocerlo como Maestro. El Señor les hizo una invitación muy clara, venid y ved. La apologética cristiana más básica y fundamental siempre ha sido el observar las evidencias de las vidas y las comunidades transformadas. La gente podrá negar y rebatir argumentos pero ¿Qué puede objetarse ante la realidad de una vida cambiada? Sin duda, podrá atribuirse a otras razones, no necesariamente a la intervención de Dios pero, hay está la evidencia innegable. Me hace pensar en las palabras del ciego de nacimiento cuando, al ser confrontado por los fariseos, afirmó que la situación resultaba interesante; ellos tenían dudas acerca de la identidad de Jesús, lo único que él podía afirmar era que antes era ciego y ahora veía. 

¿Qué aplicación tiene esto para nosotros? Bien, me pregunto si mi vida y mi comunidad son para los no creyentes esa apologética irrefutable que representa una vida cambiada y transformada por el Espíritu de Dios. Me pregunto si mi vida tiene el suficiente grado de coherencia e integridad -que no de perfección- para poder afirmar a otros, venid y ved. Me pregunto si la comunidad a la que pertenezco refleja suficientemente el poder transformador del Evangelio para poder afirmar a los no creyentes que vengan a la misma y puedan ver lo que el Señor ha hecho y está haciendo en nosotros. Si no es así, algo no está funcionando bien. Si no es así, algo estamos ignorando u omitiendo. Si no es así, no somos esa apologética irrefutable que el mensaje necesita. Si no es así, hemos perdido el norte.


Y tú y tu comunidad ¿Podéis afirmar con confianza a un mundo no creyente venid y ved?



Venid y ved. (Juan 1:39)


Si hacemos una lectura cronológica de los evangelios veremos que Pedro y un desconocido acompañante, ambos discípulos de Juan el Bautista, fueron los primeros en acercarse a Jesús y reconocerlo como Maestro. El Señor les hizo una invitación muy clara, venid y ved. La apologética cristiana más básica y fundamental siempre ha sido el observar las evidencias de las vidas y las comunidades transformadas. La gente podrá negar y rebatir argumentos pero ¿Qué puede objetarse ante la realidad de una vida cambiada? Sin duda, podrá atribuirse a otras razones, no necesariamente a la intervención de Dios pero, hay está la evidencia innegable. Me hace pensar en las palabras del ciego de nacimiento cuando, al ser confrontado por los fariseos, afirmó que la situación resultaba interesante; ellos tenían dudas acerca de la identidad de Jesús, lo único que él podía afirmar era que antes era ciego y ahora veía. 

¿Qué aplicación tiene esto para nosotros? Bien, me pregunto si mi vida y mi comunidad son para los no creyentes esa apologética irrefutable que representa una vida cambiada y transformada por el Espíritu de Dios. Me pregunto si mi vida tiene el suficiente grado de coherencia e integridad -que no de perfección- para poder afirmar a otros, venid y ved. Me pregunto si la comunidad a la que pertenezco refleja suficientemente el poder transformador del Evangelio para poder afirmar a los no creyentes que vengan a la misma y puedan ver lo que el Señor ha hecho y está haciendo en nosotros. Si no es así, algo no está funcionando bien. Si no es así, algo estamos ignorando u omitiendo. Si no es así, no somos esa apologética irrefutable que el mensaje necesita. Si no es así, hemos perdido el norte.


Y tú y tu comunidad ¿Podéis afirmar con confianza a un mundo no creyente venid y ved?