El capítulo 11 del segundo libro de Samuel narra la historia de adulterio de David y Betsabé. Hay cuatro personajes involucrados en la misma, tres hebreos y un emigrante, un hitita que servía en el ejército de David como oficial. Cuando leemos la historia llama la atención la poco calidad moral de los judios involucrados en contraste con la integridad moral del emigrante. David cometió un adulterio que trató de cubrir con un crimen premeditado y alevoso. Betsabé, la adúltera y Joab, el general al mando del ejército de Israel fueron cómplices, bien por participación activa, Joab; o bien por su pasividad, Betsabé. En esta historia tan oscura la única persona que refleja integridad, valores y actuar con coherencia es un emigrante.
Como nada es casual en las Escrituras, creo que este pasaje nos ayuda a no juzgar a la ligera. Ser nacional no es sinónimo de ser un alma de la caridad. Ser extranjero, emigrante, no es sinónimo de maldad. En todos lados podemos encontrar gente que honra y deshonra al Señor.