Y añade: no me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades. Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay necesidad de ofrendas por el pecado. (Hebreos 10:17-18)


Prácticamente casi la totalidad de los capítulos 8 al 10 del libro de los Hebreos están dedicados a explicar, usando como paralelismo del sistema judío de sacrificios, el valor definitivo del sacrificio de Jesús para el perdón total y absoluto de los pecados de aquellos que ponen su confianza en Él. Ya no hay más necesidad de ofrendas por el pecado puesto que éste ya ha sido perdonado. Todos nuestros pecados, enseña la Escritura, pasados, presentes y futuros ya han recibido el perdón del parte del Señor. El pecado ya no puede romper nuestra relación con Él -hemos sido declarados hijos y herederos- aunque si puede romper nuestra comunión diaria con Él. La confesión de los pecados (véase 1 Juan 1:9) no nos otorga un nuevo perdón; simplemente nos permite experimentar el que Jesús ya consiguió por nosotros en la cruz. A la luz de esta realidad se entiende lo que afirma el apóstol Pablo que hemos sido llamados a libertad. Somos libres, ya no tenemos deudas con Dios, el pecado ya no tiene el poder legal para llevarnos a juicio y condenarnos porque alguien ha pagado por nosotros desarticulando de ese modo el poder judicial que le daba alas al pecado para condenarnos. Esto nos plantea una gran responsabilidad, discernir qué uso le vamos a dar a esa libertad ganada por Jesús.


¿Qué uso le estás dando a esa libertad?






Y añade: no me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades. Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay necesidad de ofrendas por el pecado. (Hebreos 10:17-18)


Prácticamente casi la totalidad de los capítulos 8 al 10 del libro de los Hebreos están dedicados a explicar, usando como paralelismo del sistema judío de sacrificios, el valor definitivo del sacrificio de Jesús para el perdón total y absoluto de los pecados de aquellos que ponen su confianza en Él. Ya no hay más necesidad de ofrendas por el pecado puesto que éste ya ha sido perdonado. Todos nuestros pecados, enseña la Escritura, pasados, presentes y futuros ya han recibido el perdón del parte del Señor. El pecado ya no puede romper nuestra relación con Él -hemos sido declarados hijos y herederos- aunque si puede romper nuestra comunión diaria con Él. La confesión de los pecados (véase 1 Juan 1:9) no nos otorga un nuevo perdón; simplemente nos permite experimentar el que Jesús ya consiguió por nosotros en la cruz. A la luz de esta realidad se entiende lo que afirma el apóstol Pablo que hemos sido llamados a libertad. Somos libres, ya no tenemos deudas con Dios, el pecado ya no tiene el poder legal para llevarnos a juicio y condenarnos porque alguien ha pagado por nosotros desarticulando de ese modo el poder judicial que le daba alas al pecado para condenarnos. Esto nos plantea una gran responsabilidad, discernir qué uso le vamos a dar a esa libertad ganada por Jesús.


¿Qué uso le estás dando a esa libertad?






Y añade: no me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades. Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay necesidad de ofrendas por el pecado. (Hebreos 10:17-18)


Prácticamente casi la totalidad de los capítulos 8 al 10 del libro de los Hebreos están dedicados a explicar, usando como paralelismo del sistema judío de sacrificios, el valor definitivo del sacrificio de Jesús para el perdón total y absoluto de los pecados de aquellos que ponen su confianza en Él. Ya no hay más necesidad de ofrendas por el pecado puesto que éste ya ha sido perdonado. Todos nuestros pecados, enseña la Escritura, pasados, presentes y futuros ya han recibido el perdón del parte del Señor. El pecado ya no puede romper nuestra relación con Él -hemos sido declarados hijos y herederos- aunque si puede romper nuestra comunión diaria con Él. La confesión de los pecados (véase 1 Juan 1:9) no nos otorga un nuevo perdón; simplemente nos permite experimentar el que Jesús ya consiguió por nosotros en la cruz. A la luz de esta realidad se entiende lo que afirma el apóstol Pablo que hemos sido llamados a libertad. Somos libres, ya no tenemos deudas con Dios, el pecado ya no tiene el poder legal para llevarnos a juicio y condenarnos porque alguien ha pagado por nosotros desarticulando de ese modo el poder judicial que le daba alas al pecado para condenarnos. Esto nos plantea una gran responsabilidad, discernir qué uso le vamos a dar a esa libertad ganada por Jesús.


¿Qué uso le estás dando a esa libertad?






Y añade: no me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades. Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay necesidad de ofrendas por el pecado. (Hebreos 10:17-18)


Prácticamente casi la totalidad de los capítulos 8 al 10 del libro de los Hebreos están dedicados a explicar, usando como paralelismo del sistema judío de sacrificios, el valor definitivo del sacrificio de Jesús para el perdón total y absoluto de los pecados de aquellos que ponen su confianza en Él. Ya no hay más necesidad de ofrendas por el pecado puesto que éste ya ha sido perdonado. Todos nuestros pecados, enseña la Escritura, pasados, presentes y futuros ya han recibido el perdón del parte del Señor. El pecado ya no puede romper nuestra relación con Él -hemos sido declarados hijos y herederos- aunque si puede romper nuestra comunión diaria con Él. La confesión de los pecados (véase 1 Juan 1:9) no nos otorga un nuevo perdón; simplemente nos permite experimentar el que Jesús ya consiguió por nosotros en la cruz. A la luz de esta realidad se entiende lo que afirma el apóstol Pablo que hemos sido llamados a libertad. Somos libres, ya no tenemos deudas con Dios, el pecado ya no tiene el poder legal para llevarnos a juicio y condenarnos porque alguien ha pagado por nosotros desarticulando de ese modo el poder judicial que le daba alas al pecado para condenarnos. Esto nos plantea una gran responsabilidad, discernir qué uso le vamos a dar a esa libertad ganada por Jesús.


¿Qué uso le estás dando a esa libertad?