Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. (Lucas 8:39)

Aquel hombre endemoniado de Gerasa quiso seguir a Jesús. Es normal, había sido liberado, restaurado y convertido nuevamente en una persona normal que podía volver a vivir en sociedad. Sin embargo, el Maestro tiene otros planes para él. Le da la gran comisión más difícil y exigente que puede existir, volver a los suyos, a los que le conocen, a los que estarán observándolo constantemente y dar testimonio de lo que Dios había hecho en su vida. 

El reto para todos nosotros es similar, dar testimonio entre los nuestros de lo que Jesús es y ha hecho en nuestras vidas. Para eso, evidentemente, debemos tener una historia que contar y debe ser real. Debe serlo porque los nuestros nos observarán en todo momento y a ellos no podremos presentarles esas versiones editadas que tenemos de nosotros mismos y que con frecuencia presentamos en sociedad. La evidencia del trabajo del Señor es nosotros es, con frecuencia, llamada la apologética irrefutable, aquella que es imposible negar. Con demasiada frecuencia los nuestros ya no quieren oír acerca de Dios; ya saben o creen saber. Pero no pueden dejar de estar expuestos a nuestras vidas y si estas son coherentes ¡Que no perfectas! Dios las usará para seguir haciendo su trabajo sobrenatural en ellos.


¿Cuán saludable es tu apologética irrefutable?




Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. (Lucas 8:39)

Aquel hombre endemoniado de Gerasa quiso seguir a Jesús. Es normal, había sido liberado, restaurado y convertido nuevamente en una persona normal que podía volver a vivir en sociedad. Sin embargo, el Maestro tiene otros planes para él. Le da la gran comisión más difícil y exigente que puede existir, volver a los suyos, a los que le conocen, a los que estarán observándolo constantemente y dar testimonio de lo que Dios había hecho en su vida. 

El reto para todos nosotros es similar, dar testimonio entre los nuestros de lo que Jesús es y ha hecho en nuestras vidas. Para eso, evidentemente, debemos tener una historia que contar y debe ser real. Debe serlo porque los nuestros nos observarán en todo momento y a ellos no podremos presentarles esas versiones editadas que tenemos de nosotros mismos y que con frecuencia presentamos en sociedad. La evidencia del trabajo del Señor es nosotros es, con frecuencia, llamada la apologética irrefutable, aquella que es imposible negar. Con demasiada frecuencia los nuestros ya no quieren oír acerca de Dios; ya saben o creen saber. Pero no pueden dejar de estar expuestos a nuestras vidas y si estas son coherentes ¡Que no perfectas! Dios las usará para seguir haciendo su trabajo sobrenatural en ellos.


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Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. (Lucas 8:39)

Aquel hombre endemoniado de Gerasa quiso seguir a Jesús. Es normal, había sido liberado, restaurado y convertido nuevamente en una persona normal que podía volver a vivir en sociedad. Sin embargo, el Maestro tiene otros planes para él. Le da la gran comisión más difícil y exigente que puede existir, volver a los suyos, a los que le conocen, a los que estarán observándolo constantemente y dar testimonio de lo que Dios había hecho en su vida. 

El reto para todos nosotros es similar, dar testimonio entre los nuestros de lo que Jesús es y ha hecho en nuestras vidas. Para eso, evidentemente, debemos tener una historia que contar y debe ser real. Debe serlo porque los nuestros nos observarán en todo momento y a ellos no podremos presentarles esas versiones editadas que tenemos de nosotros mismos y que con frecuencia presentamos en sociedad. La evidencia del trabajo del Señor es nosotros es, con frecuencia, llamada la apologética irrefutable, aquella que es imposible negar. Con demasiada frecuencia los nuestros ya no quieren oír acerca de Dios; ya saben o creen saber. Pero no pueden dejar de estar expuestos a nuestras vidas y si estas son coherentes ¡Que no perfectas! Dios las usará para seguir haciendo su trabajo sobrenatural en ellos.


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