Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno (Galanas 3:29)


No es una osadía afirmar que el pecado separa a los seres humanos, lo hizo desde el principio. Pensemos en Adán y Eva, Caín y Abel, Esaú y Jacob, Agar y Sara y un largo etcétera. Un repaso breve y rápido a la historia no hace sino confirmarnos que eso es verdad, que se trata de una realidad. Pablo, en este breve versículo menciona las más importantes líneas divisorias de su tiempo y, a continuación, hace una de las afirmaciones más sorprendentes de la historia de la humanidad: Jesús, quien vino a restaurar todo aquello que el pecado había generado, rompe con todas esas líneas de separación y nos unifica a todos en Él como auténticos hermanos. 

Sin embargo, la triste realidad es que los seguidores de Jesús seguimos ahondando en esas divisiones que el pecado generó. Nos cuenta entender, y mucho más creer, que cada vez que nos dividimos estamos contradiciendo el mensaje del Maestro que es unidad en la diversidad. Un sólo cuerpo y muchos miembros. No estoy hablando de que no tengamos derecho a sostener matices diferentes en cuanto a temas doctrinales y formas de ver la práctica cristiana. Estoy hablando de cuando los mismos nos llevan a despreciar, condenar y rechazar al otro simple y llanamente porque no ve las cosas como nosotros. No hace falta ser demasiado inteligente para ver que esas actitudes no responden al Espíritu de Cristo, sino al del pecado.


¿Unes o divides?





Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno (Galanas 3:29)


No es una osadía afirmar que el pecado separa a los seres humanos, lo hizo desde el principio. Pensemos en Adán y Eva, Caín y Abel, Esaú y Jacob, Agar y Sara y un largo etcétera. Un repaso breve y rápido a la historia no hace sino confirmarnos que eso es verdad, que se trata de una realidad. Pablo, en este breve versículo menciona las más importantes líneas divisorias de su tiempo y, a continuación, hace una de las afirmaciones más sorprendentes de la historia de la humanidad: Jesús, quien vino a restaurar todo aquello que el pecado había generado, rompe con todas esas líneas de separación y nos unifica a todos en Él como auténticos hermanos. 

Sin embargo, la triste realidad es que los seguidores de Jesús seguimos ahondando en esas divisiones que el pecado generó. Nos cuenta entender, y mucho más creer, que cada vez que nos dividimos estamos contradiciendo el mensaje del Maestro que es unidad en la diversidad. Un sólo cuerpo y muchos miembros. No estoy hablando de que no tengamos derecho a sostener matices diferentes en cuanto a temas doctrinales y formas de ver la práctica cristiana. Estoy hablando de cuando los mismos nos llevan a despreciar, condenar y rechazar al otro simple y llanamente porque no ve las cosas como nosotros. No hace falta ser demasiado inteligente para ver que esas actitudes no responden al Espíritu de Cristo, sino al del pecado.


¿Unes o divides?





Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno (Galanas 3:29)


No es una osadía afirmar que el pecado separa a los seres humanos, lo hizo desde el principio. Pensemos en Adán y Eva, Caín y Abel, Esaú y Jacob, Agar y Sara y un largo etcétera. Un repaso breve y rápido a la historia no hace sino confirmarnos que eso es verdad, que se trata de una realidad. Pablo, en este breve versículo menciona las más importantes líneas divisorias de su tiempo y, a continuación, hace una de las afirmaciones más sorprendentes de la historia de la humanidad: Jesús, quien vino a restaurar todo aquello que el pecado había generado, rompe con todas esas líneas de separación y nos unifica a todos en Él como auténticos hermanos. 

Sin embargo, la triste realidad es que los seguidores de Jesús seguimos ahondando en esas divisiones que el pecado generó. Nos cuenta entender, y mucho más creer, que cada vez que nos dividimos estamos contradiciendo el mensaje del Maestro que es unidad en la diversidad. Un sólo cuerpo y muchos miembros. No estoy hablando de que no tengamos derecho a sostener matices diferentes en cuanto a temas doctrinales y formas de ver la práctica cristiana. Estoy hablando de cuando los mismos nos llevan a despreciar, condenar y rechazar al otro simple y llanamente porque no ve las cosas como nosotros. No hace falta ser demasiado inteligente para ver que esas actitudes no responden al Espíritu de Cristo, sino al del pecado.


¿Unes o divides?