Después de que los filisteos capturaran el arca de Dios, la llevaron del campo de batalla en Ebenezer hasta la ciudad de Asdod. Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón. Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón había caído boca abajo delante del arca del Señor! Así que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar. Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto. (1 Samuel 5:1-4)


La historia, poco conocida porque cada vez se conoce menos la Biblia, narra el episodio cuando el arca de la alianza fue capturado por los filisteos y llevado al templo del dios Dagón. En aquellos tiempos cuando un pueblo era derrotado se entendía que sus dioses también lo habían sido; los del pueblo ganador eran más poderosos que los del perdedor. Las batallas campales eran un reflejo de batallas cósmicas. Pero el Señor demostró que era superior a Dagón y su estatua apareció en dos ocasiones en el suelo y mutilada. La señal enviada a los filisteos era clara y contundente: tus dioses no son fiables.

El mundo es un lugar hostil donde todos vivimos con miedos e inseguridades. No es errónea la idea que los dioses, en un sentido, son la invención de una humanidad asediada por miedos y temores racionales e irracionales. Para los que nos consideramos seguidores de Jesús es fácil juzgar con un aire de superioridad espiritual a aquellos que no creen en Dios. Sin embargo, cuántos de nosotros estamos confiando nuestras vidas a otros dioses distintos de Jesús. Donde está tu tesoro, afirmó el Maestro, está tu corazón. Persigues aquello que, de forma consciente o inconsciente, crees que te dará seguridad, estabilidad, bajará tus niveles de ansiedad y te proporcionará sentido y propósito. Que te digas cristiano no significa que adores a Jesús; adoras aquello que buscas para sentirte seguro. Pero, la pregunta del millón es ¿Cuán fiables son tus dioses? ¿Son como Dagón? ¿Tienen la capacidad de proporcionarte aquello que buscas? 

Tal vez aquí tienen todo el sentido las palabras dichas por Dios a su pueblo por medio del profeta Jeremías: porque un doble crimen cometió mi pueblo: abandonarme a mí, fuente de agua viva, y excavarse pozos, pozos agrietados, que no retienen agua. (2:13)


¿Quién es tu auténtico dios? ¿Cuán fiable es?



Después de que los filisteos capturaran el arca de Dios, la llevaron del campo de batalla en Ebenezer hasta la ciudad de Asdod. Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón. Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón había caído boca abajo delante del arca del Señor! Así que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar. Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto. (1 Samuel 5:1-4)


La historia, poco conocida porque cada vez se conoce menos la Biblia, narra el episodio cuando el arca de la alianza fue capturado por los filisteos y llevado al templo del dios Dagón. En aquellos tiempos cuando un pueblo era derrotado se entendía que sus dioses también lo habían sido; los del pueblo ganador eran más poderosos que los del perdedor. Las batallas campales eran un reflejo de batallas cósmicas. Pero el Señor demostró que era superior a Dagón y su estatua apareció en dos ocasiones en el suelo y mutilada. La señal enviada a los filisteos era clara y contundente: tus dioses no son fiables.

El mundo es un lugar hostil donde todos vivimos con miedos e inseguridades. No es errónea la idea que los dioses, en un sentido, son la invención de una humanidad asediada por miedos y temores racionales e irracionales. Para los que nos consideramos seguidores de Jesús es fácil juzgar con un aire de superioridad espiritual a aquellos que no creen en Dios. Sin embargo, cuántos de nosotros estamos confiando nuestras vidas a otros dioses distintos de Jesús. Donde está tu tesoro, afirmó el Maestro, está tu corazón. Persigues aquello que, de forma consciente o inconsciente, crees que te dará seguridad, estabilidad, bajará tus niveles de ansiedad y te proporcionará sentido y propósito. Que te digas cristiano no significa que adores a Jesús; adoras aquello que buscas para sentirte seguro. Pero, la pregunta del millón es ¿Cuán fiables son tus dioses? ¿Son como Dagón? ¿Tienen la capacidad de proporcionarte aquello que buscas? 

Tal vez aquí tienen todo el sentido las palabras dichas por Dios a su pueblo por medio del profeta Jeremías: porque un doble crimen cometió mi pueblo: abandonarme a mí, fuente de agua viva, y excavarse pozos, pozos agrietados, que no retienen agua. (2:13)


¿Quién es tu auténtico dios? ¿Cuán fiable es?



Después de que los filisteos capturaran el arca de Dios, la llevaron del campo de batalla en Ebenezer hasta la ciudad de Asdod. Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón. Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón había caído boca abajo delante del arca del Señor! Así que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar. Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto. (1 Samuel 5:1-4)


La historia, poco conocida porque cada vez se conoce menos la Biblia, narra el episodio cuando el arca de la alianza fue capturado por los filisteos y llevado al templo del dios Dagón. En aquellos tiempos cuando un pueblo era derrotado se entendía que sus dioses también lo habían sido; los del pueblo ganador eran más poderosos que los del perdedor. Las batallas campales eran un reflejo de batallas cósmicas. Pero el Señor demostró que era superior a Dagón y su estatua apareció en dos ocasiones en el suelo y mutilada. La señal enviada a los filisteos era clara y contundente: tus dioses no son fiables.

El mundo es un lugar hostil donde todos vivimos con miedos e inseguridades. No es errónea la idea que los dioses, en un sentido, son la invención de una humanidad asediada por miedos y temores racionales e irracionales. Para los que nos consideramos seguidores de Jesús es fácil juzgar con un aire de superioridad espiritual a aquellos que no creen en Dios. Sin embargo, cuántos de nosotros estamos confiando nuestras vidas a otros dioses distintos de Jesús. Donde está tu tesoro, afirmó el Maestro, está tu corazón. Persigues aquello que, de forma consciente o inconsciente, crees que te dará seguridad, estabilidad, bajará tus niveles de ansiedad y te proporcionará sentido y propósito. Que te digas cristiano no significa que adores a Jesús; adoras aquello que buscas para sentirte seguro. Pero, la pregunta del millón es ¿Cuán fiables son tus dioses? ¿Son como Dagón? ¿Tienen la capacidad de proporcionarte aquello que buscas? 

Tal vez aquí tienen todo el sentido las palabras dichas por Dios a su pueblo por medio del profeta Jeremías: porque un doble crimen cometió mi pueblo: abandonarme a mí, fuente de agua viva, y excavarse pozos, pozos agrietados, que no retienen agua. (2:13)


¿Quién es tu auténtico dios? ¿Cuán fiable es?



Después de que los filisteos capturaran el arca de Dios, la llevaron del campo de batalla en Ebenezer hasta la ciudad de Asdod. Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón. Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón había caído boca abajo delante del arca del Señor! Así que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar. Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto. (1 Samuel 5:1-4)


La historia, poco conocida porque cada vez se conoce menos la Biblia, narra el episodio cuando el arca de la alianza fue capturado por los filisteos y llevado al templo del dios Dagón. En aquellos tiempos cuando un pueblo era derrotado se entendía que sus dioses también lo habían sido; los del pueblo ganador eran más poderosos que los del perdedor. Las batallas campales eran un reflejo de batallas cósmicas. Pero el Señor demostró que era superior a Dagón y su estatua apareció en dos ocasiones en el suelo y mutilada. La señal enviada a los filisteos era clara y contundente: tus dioses no son fiables.

El mundo es un lugar hostil donde todos vivimos con miedos e inseguridades. No es errónea la idea que los dioses, en un sentido, son la invención de una humanidad asediada por miedos y temores racionales e irracionales. Para los que nos consideramos seguidores de Jesús es fácil juzgar con un aire de superioridad espiritual a aquellos que no creen en Dios. Sin embargo, cuántos de nosotros estamos confiando nuestras vidas a otros dioses distintos de Jesús. Donde está tu tesoro, afirmó el Maestro, está tu corazón. Persigues aquello que, de forma consciente o inconsciente, crees que te dará seguridad, estabilidad, bajará tus niveles de ansiedad y te proporcionará sentido y propósito. Que te digas cristiano no significa que adores a Jesús; adoras aquello que buscas para sentirte seguro. Pero, la pregunta del millón es ¿Cuán fiables son tus dioses? ¿Son como Dagón? ¿Tienen la capacidad de proporcionarte aquello que buscas? 

Tal vez aquí tienen todo el sentido las palabras dichas por Dios a su pueblo por medio del profeta Jeremías: porque un doble crimen cometió mi pueblo: abandonarme a mí, fuente de agua viva, y excavarse pozos, pozos agrietados, que no retienen agua. (2:13)


¿Quién es tu auténtico dios? ¿Cuán fiable es?