Lavaos, purificaos; apartad de mi vista todas vuestras fechorías; dejad ya de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, tomad decisiones justas, restableced al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda. (Isaías 1:16-17)


Un viejo conocido me decía que debía leer la Biblia con ojos de fariseo. Con ello quería significar que debía acercarme a los pasajes de denuncia de la falsa religiosidad como si estuvieran escritos directamente para mí... no para los otros. En su opinión -y creo que tenía razón- la tendencia es a pesar que la Biblia habla para los demás; nosotros nos sentimos seguros en nuestra propia autocomplacencia y religiosidad y estos pasajes complicados, simplemente nos resbalan.

Dios por medio del profeta Isaías rechaza la adoración que Judá le ofrecía. Bien reglamentada, con seguridad fastuosa y que debía satisfacer la religiosidad de los practicantes. Sorprendentemente, el Señor les indica que la genuina espiritualidad pasa por un compromiso con el prójimo y sus necesidades. En el caso que nos ocupa, el huérfano y la viuda representan a los carenciados, aquellos que no tienen a nadie que los defienda, los acoja, reclame por ellos sus derechos. Dicho de una manera más simple, nuestros cultos de adoración y alabanza, tan bien elaborados, con música de tanta calidad y que tanto nos inspiran, dejan totalmente indiferentes a Dios (¡Esta harto! según dice Isaías) si no van acompañados de ese compromiso con un mundo roto y necesitado. Lo primero no compensa de ningún modo la ausencia de lo segundo. La verdadera alabanza es mostrar amor al prójimo comprometiéndonos con sus necesidades.


¿Cómo es tu alabanza?



Lavaos, purificaos; apartad de mi vista todas vuestras fechorías; dejad ya de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, tomad decisiones justas, restableced al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda. (Isaías 1:16-17)


Un viejo conocido me decía que debía leer la Biblia con ojos de fariseo. Con ello quería significar que debía acercarme a los pasajes de denuncia de la falsa religiosidad como si estuvieran escritos directamente para mí... no para los otros. En su opinión -y creo que tenía razón- la tendencia es a pesar que la Biblia habla para los demás; nosotros nos sentimos seguros en nuestra propia autocomplacencia y religiosidad y estos pasajes complicados, simplemente nos resbalan.

Dios por medio del profeta Isaías rechaza la adoración que Judá le ofrecía. Bien reglamentada, con seguridad fastuosa y que debía satisfacer la religiosidad de los practicantes. Sorprendentemente, el Señor les indica que la genuina espiritualidad pasa por un compromiso con el prójimo y sus necesidades. En el caso que nos ocupa, el huérfano y la viuda representan a los carenciados, aquellos que no tienen a nadie que los defienda, los acoja, reclame por ellos sus derechos. Dicho de una manera más simple, nuestros cultos de adoración y alabanza, tan bien elaborados, con música de tanta calidad y que tanto nos inspiran, dejan totalmente indiferentes a Dios (¡Esta harto! según dice Isaías) si no van acompañados de ese compromiso con un mundo roto y necesitado. Lo primero no compensa de ningún modo la ausencia de lo segundo. La verdadera alabanza es mostrar amor al prójimo comprometiéndonos con sus necesidades.


¿Cómo es tu alabanza?



Lavaos, purificaos; apartad de mi vista todas vuestras fechorías; dejad ya de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, tomad decisiones justas, restableced al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda. (Isaías 1:16-17)


Un viejo conocido me decía que debía leer la Biblia con ojos de fariseo. Con ello quería significar que debía acercarme a los pasajes de denuncia de la falsa religiosidad como si estuvieran escritos directamente para mí... no para los otros. En su opinión -y creo que tenía razón- la tendencia es a pesar que la Biblia habla para los demás; nosotros nos sentimos seguros en nuestra propia autocomplacencia y religiosidad y estos pasajes complicados, simplemente nos resbalan.

Dios por medio del profeta Isaías rechaza la adoración que Judá le ofrecía. Bien reglamentada, con seguridad fastuosa y que debía satisfacer la religiosidad de los practicantes. Sorprendentemente, el Señor les indica que la genuina espiritualidad pasa por un compromiso con el prójimo y sus necesidades. En el caso que nos ocupa, el huérfano y la viuda representan a los carenciados, aquellos que no tienen a nadie que los defienda, los acoja, reclame por ellos sus derechos. Dicho de una manera más simple, nuestros cultos de adoración y alabanza, tan bien elaborados, con música de tanta calidad y que tanto nos inspiran, dejan totalmente indiferentes a Dios (¡Esta harto! según dice Isaías) si no van acompañados de ese compromiso con un mundo roto y necesitado. Lo primero no compensa de ningún modo la ausencia de lo segundo. La verdadera alabanza es mostrar amor al prójimo comprometiéndonos con sus necesidades.


¿Cómo es tu alabanza?