Hagamos fiesta celebrando un banquete (Lucas 15:23)


Cuando la gracia llega lo eclipsa todo. El pecado, las ofensas, las traiciones, las inconsistencias, las incoherencias, todo, absolutamente todo, queda cubierto por el amor y la aceptación incondicional. La vuelta del hijo cubre todo el oscuro y sórdido pasado; es como si este no hubiera existido. El padre, ni siquiera le permite acabar de verbalizar su discurso tan bien preparado y una y otra vez ensayado en el largo camino de regreso a casa. La gracia exige fiesta. Jesús nos habla de celebración en los cielos por cada hijo pródigo que vuelve a la casa del Padre. La Biblia acaba con una gigantesca fiesta cósmica para celebrar que ¡Por fin! todos las cosas son como nunca debieron haber dejado de ser. 

La vida del cristiano debería de estar llena de fiesta y celebración. Son tantos los motivos para ellos. Celebración y fiesta por el sórdido pasado del que hemos sido rescatados. Por el glorioso futuro hacia el que nos encaminamos. Por la presencia constante de Emanuel con nosotros cada día, en cada circunstancia, en casa situación. Por el privilegio de convertirnos en agentes de restauración y unirnos al trabajo reconciliador y restaurador de Dios. Fiesta, fiesta y más fiesta. La gracia exige celebración y alegría.

¿Por qué la iglesia es tan aburrida si el cielo será una fiesta?



Hagamos fiesta celebrando un banquete (Lucas 15:23)


Cuando la gracia llega lo eclipsa todo. El pecado, las ofensas, las traiciones, las inconsistencias, las incoherencias, todo, absolutamente todo, queda cubierto por el amor y la aceptación incondicional. La vuelta del hijo cubre todo el oscuro y sórdido pasado; es como si este no hubiera existido. El padre, ni siquiera le permite acabar de verbalizar su discurso tan bien preparado y una y otra vez ensayado en el largo camino de regreso a casa. La gracia exige fiesta. Jesús nos habla de celebración en los cielos por cada hijo pródigo que vuelve a la casa del Padre. La Biblia acaba con una gigantesca fiesta cósmica para celebrar que ¡Por fin! todos las cosas son como nunca debieron haber dejado de ser. 

La vida del cristiano debería de estar llena de fiesta y celebración. Son tantos los motivos para ellos. Celebración y fiesta por el sórdido pasado del que hemos sido rescatados. Por el glorioso futuro hacia el que nos encaminamos. Por la presencia constante de Emanuel con nosotros cada día, en cada circunstancia, en casa situación. Por el privilegio de convertirnos en agentes de restauración y unirnos al trabajo reconciliador y restaurador de Dios. Fiesta, fiesta y más fiesta. La gracia exige celebración y alegría.

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Hagamos fiesta celebrando un banquete (Lucas 15:23)


Cuando la gracia llega lo eclipsa todo. El pecado, las ofensas, las traiciones, las inconsistencias, las incoherencias, todo, absolutamente todo, queda cubierto por el amor y la aceptación incondicional. La vuelta del hijo cubre todo el oscuro y sórdido pasado; es como si este no hubiera existido. El padre, ni siquiera le permite acabar de verbalizar su discurso tan bien preparado y una y otra vez ensayado en el largo camino de regreso a casa. La gracia exige fiesta. Jesús nos habla de celebración en los cielos por cada hijo pródigo que vuelve a la casa del Padre. La Biblia acaba con una gigantesca fiesta cósmica para celebrar que ¡Por fin! todos las cosas son como nunca debieron haber dejado de ser. 

La vida del cristiano debería de estar llena de fiesta y celebración. Son tantos los motivos para ellos. Celebración y fiesta por el sórdido pasado del que hemos sido rescatados. Por el glorioso futuro hacia el que nos encaminamos. Por la presencia constante de Emanuel con nosotros cada día, en cada circunstancia, en casa situación. Por el privilegio de convertirnos en agentes de restauración y unirnos al trabajo reconciliador y restaurador de Dios. Fiesta, fiesta y más fiesta. La gracia exige celebración y alegría.

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