No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. (Juan 15:16)


Recuerdo perfectamente mis días en la escuela primaria y secundaria allá en la ciudad de Zaragoza. A la hora del recreo acostumbrábamos a jugar a fútbol entre los compañeros de clase. Los mejores jugadores se convertían automáticamente en líderes y por turnos iban escogiendo a aquellos que querían que jugaran en su equipo. Naturalmente el proceso natural de selección consistían en escoger primero a los que mejor jugaban. Poco a poco sólo iban quedando los que peor jugaban o... los inútiles que no sabíamos jugar y que éramos más un estorbo que una ayuda; o al menos así nos percibíamos a nosotros mismos. No era nada bueno para mi autoestima ver la cara de decepción del capitán que no tenía más remedio que cargar conmigo en su equipo. Aquellos que éramos como yo nunca fuimos escogidos, simplemente era lo que quedaba y no había más remedio que tenernos en el equipo, le gustara o no al capitán. Éste podía sentirse contento si durante el juego no estorbábamos, porque ya se daba por sentado que no habría ninguna contribución que pudiéramos hacer. Esa fue una constante durante los años escolares, nadie quería escogerme. Para cualquiera que a lo largo de su vida lo haya sido en función de sus méritos o capacidades es difícil entender lo que significa no ser escogido.

Es por eso que tiene tanto significado para mí las palabras de Jesús. Es la primera vez en mi larga historia que alguien ha decidido escogerme. A la hora del reparto ha optado por mí como primera opción habiendo podido escoger a otros muchos antes que a mí. Ha sido elección, opción, decisión, no simplemente resignación porque no había otro remedio. No hemos sido llamados a formar parte de su equipo en función de lo que éramos, sino total y absolutamente a pesar de lo que éramos y somos. Lo fuimos por pura gracia y en base de todo el potencial que podemos desarrollar cuando permitimos la intervención y el trabajo sobrenatural en nuestras vidas. No debemos olvidar las palabras del apóstol Pablo cuando afirma que "a lo vil y menospreciado escogió Dios". Como nuestra elección no se basó en méritos podemos tener la tranquilidad y seguridad que nuestra permanencia en el equipo tampoco se basa en ello. Esto nos provee de una increíble sensación de seguridad y a la vez, genera en nosotros un gran agradecimiento hacia el Señor.

Creo que el pecado ha generado en nosotros una sensación muy profunda y, a menudo, inconsciente de vergüenza. De no ser la persona que deberíamos ser. No ya la que Dios espera, ni siquiera la que nosotros mismos entendemos que deberíamos ser. Esta vergüenza sólo puede ser curada con dosis mayúsculas de gracia, la que gracia que Jesús nos aporta cuando mirándonos a los ojos afirma que ha sido Él quien nos ha elegido a nosotros.


¿Qué significa para ti que has sido escogido consciente, opcional y voluntariamente por Jesús? ¿Cómo afecta o debería afectar a tu sentido de valor, autoestima y dignidad?


No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. (Juan 15:16)


Recuerdo perfectamente mis días en la escuela primaria y secundaria allá en la ciudad de Zaragoza. A la hora del recreo acostumbrábamos a jugar a fútbol entre los compañeros de clase. Los mejores jugadores se convertían automáticamente en líderes y por turnos iban escogiendo a aquellos que querían que jugaran en su equipo. Naturalmente el proceso natural de selección consistían en escoger primero a los que mejor jugaban. Poco a poco sólo iban quedando los que peor jugaban o... los inútiles que no sabíamos jugar y que éramos más un estorbo que una ayuda; o al menos así nos percibíamos a nosotros mismos. No era nada bueno para mi autoestima ver la cara de decepción del capitán que no tenía más remedio que cargar conmigo en su equipo. Aquellos que éramos como yo nunca fuimos escogidos, simplemente era lo que quedaba y no había más remedio que tenernos en el equipo, le gustara o no al capitán. Éste podía sentirse contento si durante el juego no estorbábamos, porque ya se daba por sentado que no habría ninguna contribución que pudiéramos hacer. Esa fue una constante durante los años escolares, nadie quería escogerme. Para cualquiera que a lo largo de su vida lo haya sido en función de sus méritos o capacidades es difícil entender lo que significa no ser escogido.

Es por eso que tiene tanto significado para mí las palabras de Jesús. Es la primera vez en mi larga historia que alguien ha decidido escogerme. A la hora del reparto ha optado por mí como primera opción habiendo podido escoger a otros muchos antes que a mí. Ha sido elección, opción, decisión, no simplemente resignación porque no había otro remedio. No hemos sido llamados a formar parte de su equipo en función de lo que éramos, sino total y absolutamente a pesar de lo que éramos y somos. Lo fuimos por pura gracia y en base de todo el potencial que podemos desarrollar cuando permitimos la intervención y el trabajo sobrenatural en nuestras vidas. No debemos olvidar las palabras del apóstol Pablo cuando afirma que "a lo vil y menospreciado escogió Dios". Como nuestra elección no se basó en méritos podemos tener la tranquilidad y seguridad que nuestra permanencia en el equipo tampoco se basa en ello. Esto nos provee de una increíble sensación de seguridad y a la vez, genera en nosotros un gran agradecimiento hacia el Señor.

Creo que el pecado ha generado en nosotros una sensación muy profunda y, a menudo, inconsciente de vergüenza. De no ser la persona que deberíamos ser. No ya la que Dios espera, ni siquiera la que nosotros mismos entendemos que deberíamos ser. Esta vergüenza sólo puede ser curada con dosis mayúsculas de gracia, la que gracia que Jesús nos aporta cuando mirándonos a los ojos afirma que ha sido Él quien nos ha elegido a nosotros.


¿Qué significa para ti que has sido escogido consciente, opcional y voluntariamente por Jesús? ¿Cómo afecta o debería afectar a tu sentido de valor, autoestima y dignidad?


No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. (Juan 15:16)


Recuerdo perfectamente mis días en la escuela primaria y secundaria allá en la ciudad de Zaragoza. A la hora del recreo acostumbrábamos a jugar a fútbol entre los compañeros de clase. Los mejores jugadores se convertían automáticamente en líderes y por turnos iban escogiendo a aquellos que querían que jugaran en su equipo. Naturalmente el proceso natural de selección consistían en escoger primero a los que mejor jugaban. Poco a poco sólo iban quedando los que peor jugaban o... los inútiles que no sabíamos jugar y que éramos más un estorbo que una ayuda; o al menos así nos percibíamos a nosotros mismos. No era nada bueno para mi autoestima ver la cara de decepción del capitán que no tenía más remedio que cargar conmigo en su equipo. Aquellos que éramos como yo nunca fuimos escogidos, simplemente era lo que quedaba y no había más remedio que tenernos en el equipo, le gustara o no al capitán. Éste podía sentirse contento si durante el juego no estorbábamos, porque ya se daba por sentado que no habría ninguna contribución que pudiéramos hacer. Esa fue una constante durante los años escolares, nadie quería escogerme. Para cualquiera que a lo largo de su vida lo haya sido en función de sus méritos o capacidades es difícil entender lo que significa no ser escogido.

Es por eso que tiene tanto significado para mí las palabras de Jesús. Es la primera vez en mi larga historia que alguien ha decidido escogerme. A la hora del reparto ha optado por mí como primera opción habiendo podido escoger a otros muchos antes que a mí. Ha sido elección, opción, decisión, no simplemente resignación porque no había otro remedio. No hemos sido llamados a formar parte de su equipo en función de lo que éramos, sino total y absolutamente a pesar de lo que éramos y somos. Lo fuimos por pura gracia y en base de todo el potencial que podemos desarrollar cuando permitimos la intervención y el trabajo sobrenatural en nuestras vidas. No debemos olvidar las palabras del apóstol Pablo cuando afirma que "a lo vil y menospreciado escogió Dios". Como nuestra elección no se basó en méritos podemos tener la tranquilidad y seguridad que nuestra permanencia en el equipo tampoco se basa en ello. Esto nos provee de una increíble sensación de seguridad y a la vez, genera en nosotros un gran agradecimiento hacia el Señor.

Creo que el pecado ha generado en nosotros una sensación muy profunda y, a menudo, inconsciente de vergüenza. De no ser la persona que deberíamos ser. No ya la que Dios espera, ni siquiera la que nosotros mismos entendemos que deberíamos ser. Esta vergüenza sólo puede ser curada con dosis mayúsculas de gracia, la que gracia que Jesús nos aporta cuando mirándonos a los ojos afirma que ha sido Él quien nos ha elegido a nosotros.


¿Qué significa para ti que has sido escogido consciente, opcional y voluntariamente por Jesús? ¿Cómo afecta o debería afectar a tu sentido de valor, autoestima y dignidad?