El pueblo comenzó a quejarse de Moisés, diciendo: ¿Qué vamos a beber? (Éxodo 15:24)

Hablar entre dientesmanifestando queja o disgusto por algo. Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones. Así define el diccionario la palabra murmurar, la que aparece en el texto de Éxodo y que ha sido traducida por quejarse en esta versión. La murmuración se dirige hacia Moisés y esta, según se registra en el texto, es la primera de una serie de quejas contra su liderazgo; quejas que lanzarían contra él incluso su propia familia. Esta actitud contra los líderes es universal; fue un problema entonces y lo sigue siendo ahora. Consiste en hablar a espaldas de aquellos que tienen la responsabilidad de conducirnos y presidirnos en nuestra comunidades; censurar su forma de hacer o dejar de hacer; pero nunca ser confrontacionales -es decir, hablar la verdad con amor- o ayudar a buscar soluciones a los retos que las comunidades afrontan. 

La murmuración socava la confianza que las personas tienen o deberían tener en sus líderes. Crea un estado de opinión contrario a los mismos y, para nada, contribuye a la edificación de la comunidad. El que murmura únicamente ve su punto de vista, sus necesidades no cubiertas y, con razón o sin ella, culpa al líder de todos los males y lo hace responsable de todas sus desgracias. La murmuración es una forma pasiva de oposición al liderazgo que impide a éste poder dar una respuesta, explicarse a sí mismo, ampliar la perspectiva sobre la realidad. Evidentemente los líderes no son infalibles y deben rendir cuentas sobre su forma de actuar. Por eso, nuevamente, la forma bíblica de proceder es la confrontación en amor que busca el bien del confrontado, el que confronta y la comunidad. Pablo nos explicita cuál debería ser la alternativa a la murmuración escribiendo a los romanos en 14:19 "Así que busquemos con afán lo que contribuye a la paz y a la convivencia mutua".

Nuevamente Israel es un espejo que me devuelve mi propia imagen y me hace pensar y evaluarme para detectar la murmuración en mi propia vida. Veo que sólo hay dos actitudes posibles, construir o socavar. Veo que estoy forzado a escoger y que no puedo ser neutral. Me doy cuenta que las cosas que digo, en el contexto en el que las digo y la motivación que me mueve a hacerlo inclinan la balanza hacia una dirección u otra. Además, todo ello tiene efectos sobre la comunidad a la que pertenezco porque no vivo aislado, soy parte de un ecosistema espiritual y emocional. Israel me muestra con claridad lo que no quiero ser, las actitudes que no quiero que crezcan en mí y que deseo desarraigar tan pronto como tenga conciencia de ellas en mi día a día. Veo, como siempre, que la mejor manera de hacerlo y la más higiénica es ser honesto conmigo mismo. Es decir, reconocer mis pensamientos, llamar a la murmuración por su nombre y dársela a Dios en vez de hacerla correr y socavar a otros y a la comunidad. 


¿Cuál es tu actitud ante el liderazgo y la comunidad? ¿Construyes o socavas? ¿Qué te muestra el Señor que deberías hacer al respecto?



El pueblo comenzó a quejarse de Moisés, diciendo: ¿Qué vamos a beber? (Éxodo 15:24)

Hablar entre dientesmanifestando queja o disgusto por algo. Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones. Así define el diccionario la palabra murmurar, la que aparece en el texto de Éxodo y que ha sido traducida por quejarse en esta versión. La murmuración se dirige hacia Moisés y esta, según se registra en el texto, es la primera de una serie de quejas contra su liderazgo; quejas que lanzarían contra él incluso su propia familia. Esta actitud contra los líderes es universal; fue un problema entonces y lo sigue siendo ahora. Consiste en hablar a espaldas de aquellos que tienen la responsabilidad de conducirnos y presidirnos en nuestra comunidades; censurar su forma de hacer o dejar de hacer; pero nunca ser confrontacionales -es decir, hablar la verdad con amor- o ayudar a buscar soluciones a los retos que las comunidades afrontan. 

La murmuración socava la confianza que las personas tienen o deberían tener en sus líderes. Crea un estado de opinión contrario a los mismos y, para nada, contribuye a la edificación de la comunidad. El que murmura únicamente ve su punto de vista, sus necesidades no cubiertas y, con razón o sin ella, culpa al líder de todos los males y lo hace responsable de todas sus desgracias. La murmuración es una forma pasiva de oposición al liderazgo que impide a éste poder dar una respuesta, explicarse a sí mismo, ampliar la perspectiva sobre la realidad. Evidentemente los líderes no son infalibles y deben rendir cuentas sobre su forma de actuar. Por eso, nuevamente, la forma bíblica de proceder es la confrontación en amor que busca el bien del confrontado, el que confronta y la comunidad. Pablo nos explicita cuál debería ser la alternativa a la murmuración escribiendo a los romanos en 14:19 "Así que busquemos con afán lo que contribuye a la paz y a la convivencia mutua".

Nuevamente Israel es un espejo que me devuelve mi propia imagen y me hace pensar y evaluarme para detectar la murmuración en mi propia vida. Veo que sólo hay dos actitudes posibles, construir o socavar. Veo que estoy forzado a escoger y que no puedo ser neutral. Me doy cuenta que las cosas que digo, en el contexto en el que las digo y la motivación que me mueve a hacerlo inclinan la balanza hacia una dirección u otra. Además, todo ello tiene efectos sobre la comunidad a la que pertenezco porque no vivo aislado, soy parte de un ecosistema espiritual y emocional. Israel me muestra con claridad lo que no quiero ser, las actitudes que no quiero que crezcan en mí y que deseo desarraigar tan pronto como tenga conciencia de ellas en mi día a día. Veo, como siempre, que la mejor manera de hacerlo y la más higiénica es ser honesto conmigo mismo. Es decir, reconocer mis pensamientos, llamar a la murmuración por su nombre y dársela a Dios en vez de hacerla correr y socavar a otros y a la comunidad. 


¿Cuál es tu actitud ante el liderazgo y la comunidad? ¿Construyes o socavas? ¿Qué te muestra el Señor que deberías hacer al respecto?



El pueblo comenzó a quejarse de Moisés, diciendo: ¿Qué vamos a beber? (Éxodo 15:24)

Hablar entre dientesmanifestando queja o disgusto por algo. Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones. Así define el diccionario la palabra murmurar, la que aparece en el texto de Éxodo y que ha sido traducida por quejarse en esta versión. La murmuración se dirige hacia Moisés y esta, según se registra en el texto, es la primera de una serie de quejas contra su liderazgo; quejas que lanzarían contra él incluso su propia familia. Esta actitud contra los líderes es universal; fue un problema entonces y lo sigue siendo ahora. Consiste en hablar a espaldas de aquellos que tienen la responsabilidad de conducirnos y presidirnos en nuestra comunidades; censurar su forma de hacer o dejar de hacer; pero nunca ser confrontacionales -es decir, hablar la verdad con amor- o ayudar a buscar soluciones a los retos que las comunidades afrontan. 

La murmuración socava la confianza que las personas tienen o deberían tener en sus líderes. Crea un estado de opinión contrario a los mismos y, para nada, contribuye a la edificación de la comunidad. El que murmura únicamente ve su punto de vista, sus necesidades no cubiertas y, con razón o sin ella, culpa al líder de todos los males y lo hace responsable de todas sus desgracias. La murmuración es una forma pasiva de oposición al liderazgo que impide a éste poder dar una respuesta, explicarse a sí mismo, ampliar la perspectiva sobre la realidad. Evidentemente los líderes no son infalibles y deben rendir cuentas sobre su forma de actuar. Por eso, nuevamente, la forma bíblica de proceder es la confrontación en amor que busca el bien del confrontado, el que confronta y la comunidad. Pablo nos explicita cuál debería ser la alternativa a la murmuración escribiendo a los romanos en 14:19 "Así que busquemos con afán lo que contribuye a la paz y a la convivencia mutua".

Nuevamente Israel es un espejo que me devuelve mi propia imagen y me hace pensar y evaluarme para detectar la murmuración en mi propia vida. Veo que sólo hay dos actitudes posibles, construir o socavar. Veo que estoy forzado a escoger y que no puedo ser neutral. Me doy cuenta que las cosas que digo, en el contexto en el que las digo y la motivación que me mueve a hacerlo inclinan la balanza hacia una dirección u otra. Además, todo ello tiene efectos sobre la comunidad a la que pertenezco porque no vivo aislado, soy parte de un ecosistema espiritual y emocional. Israel me muestra con claridad lo que no quiero ser, las actitudes que no quiero que crezcan en mí y que deseo desarraigar tan pronto como tenga conciencia de ellas en mi día a día. Veo, como siempre, que la mejor manera de hacerlo y la más higiénica es ser honesto conmigo mismo. Es decir, reconocer mis pensamientos, llamar a la murmuración por su nombre y dársela a Dios en vez de hacerla correr y socavar a otros y a la comunidad. 


¿Cuál es tu actitud ante el liderazgo y la comunidad? ¿Construyes o socavas? ¿Qué te muestra el Señor que deberías hacer al respecto?